miércoles, 4 de noviembre de 2009

ARGENTINA 1969-1979 (2)

Siendo las limitaciones de una guerrilla urbana tan evidentes ¿por qué tomaron tal decisión?

Por la combinación de inmadurez y voluntarismo. Creían que los procesos históricos pueden acelerarse si se contribuye a radicalizar la lucha de clases hasta crear una situación revolucionaria: las famosas condiciones subjetivas. Para ello, resultaba imprescindible provocar que los aparatos armados del Estado reprimieran las luchas obreras y populares en una escala o dimensión mayor que hasta entonces.

Nada nuevo: radicalizar los conflictos y activar la clásica estrategia revolucionaria de acción-reacción-acción que esbozaron los anarquistas rusos del siglo XIX y luego sistematizó Lenin.
Era una opción, una apuesta excitante que no pudieron resistir, pues la realidad social y económica argentina indicaba que no era posible una revolución socialista, ni una socialización moderada como proyectaba entonces Allende si llegaba al gobierno en Chile. Y tampoco contaban las izquierdas (era una constante histórica) con apoyo popular. ¿Qué hacer? Eran revolucionarios, y algunos incluso (Santucho, Quieto, Aguirre) revolucionarios profesionales, fuertemente ideologizados y con amplia experiencia. Pero la mayoría de los terroristas eran muy jóvenes. Al fundarse Montoneros, el mayor -Fernando Abal Medina-tenía 23 años, y Firmenich, 21.

Por estas razones subjetivas primando sobre las objetivas, negaron los datos "pesimistas" de la realidad. Idealizaron la revuelta obrera-estudiantil del Cordobazo (alimentada durante meses por el PRT) concluyendo que les señalaba el camino estratégico adecuado a la indiosincracia argentina. También idealizaron el "17 de Octubre" con masas obreras avanzando hacia la Plaza de Mayo, y las ocupaciones de fábricas de 1964. Partiendo de este tipo de apreciaciones o valoraciones, apostaron por una futura insurrección nacional articulada políticamente por la clase obrera y militarmente por las organizaciones armadas.
Toda esta irracionalidad, esta pulsión irresistible del deseo, explica el disparate intelectual de que, quienes pretendieron pasar a la Historia como los estrategas de la primera guerra revolucionaria urbana, tuvieran como referentes a los estrategas de la guerra revolucionaria rural: Mao, Giap, "Che".
¡Y a Clausewitz!

Ha calificado de suicida la estrategia de los terroristas argentinos. Como sabe, la izquierda rechaza esta interpretación porque supondría responsabilizarles de su propia muerte, exculpando así a los militares.

Bueno... es su tradicional discurso maniqueo y victimista. En cuanto a responsabilidades, también podría plantearse así: los militares asesinaron a terroristas o guerrilleros suicidas. Que, no olvidemos, también eran asesinos.
Resulta evidente que hubo una actitud suicida: "Monte Chingolo", la "batalla de la calle Corro" o la Contraofensiva de montoneros exiliados ordenada por Firmenich. Por no hablar de las pastillas de cianuro.

Cuando se combinan mesianismo marxista y fascinación anarcoide por la violencia no puede esperarse ni racionalidad ni autocrítica. El revolucio-nario no reflexiona, actúa sin detenerse ante nada; por fanatismo ideológico y autoestima. Se considera un guerrero, y como tal ha asumido la probabilidad de morir y la certeza de que matará.

A su manera es un cruzado: de la guerra santa de la Revolución socialista heredera de la Revolución francesa. Robespierre, Saint Just, Lenin y Trotski son sus héroes. El escenario fantaseado: Bastilla y Palacio de Invierno. Más la fascinación del Terror: Nantes, La Vendeé, Termidor, la carnicería bolchevique de Ekaterimburgo. Reyes y capitalistas deben ser exterminados. Marx: "la violencia es la partera de la Historia". Mao: "el Poder nace de la boca del fusil". Perón: "la violencia en manos del pueblo no es violencia, es justicia". Firmenich: "el pueblo ordenó la ejecución de Aramburu".

Si no se consideran los factores históricos e ideológicos que conforman la psicología mesiánica de un revolucionario (el hombre nuevo, etc.) no se entenderá la lógica de sus acciones políticas y militares. Su consigna esencial es "todo o nada". Rechaza mediatizaciones de tiempo y procedimiento; improvisación y voluntad regulan su energía.
Al estudiarlos topamos una y otra vez con el voluntarismo: la voluntad enfrentada al mundo y al tempo de la Historia. No esperarán a que la conciencia de las masas evolucione, pues el revolucionario puede acelerar los procesos históricos: voluntarismo y foquismo. En tiempos de la Comuna de París, Louis Blanqui aplicó esta idea elitista, que más tarde Lenin desarrollaría hasta sus límites.

El megalómano y narcisista "Che" se la apropió, pero la Historia le puso en su lugar. Farsante teórico en Cuba, y pésimo estratega en Bolivia (desde las primeras páginas de su Diario el lector sabe que fracasará). Estremece recordar la sangre derramada en América a causa de este iluminado, que proponía:

"El odio como factor de lucha; el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar. (...) En cualquier lugar que nos sorprenda la muerte, bienvenida sea, siempre que ése, nuestro grito de guerra, haya llegado hasta un oído receptivo y otra mano se tienda para empuñar nuestras armas, y otros hombres se apresten a entonar los cantos luctuosos con tableteos de ametralladoras y nuevos gritos de guerra y victoria. (...) Y que se desarrolle un verdadero internacionalismo proletario; con ejércitos proletarios internacionales, donde la bandera bajo la que se luche sea la causa sagrada de la redención de la humanidad. Eso significa una guerra larga. Y, lo repetimos una vez más, una guerra cruel. Que nadie se engañe cuando la vaya a iniciar, y que nadie vacile en iniciarla por temor a los resultados que pueda traer para su pueblo. Es casi la única esperanza de victoria".

Mensaje a los Pueblos del Mundo, enviado desde Bolivia a la Conferencia de la OLAS celebrada en La Habana en agosto de 1967. La Conferencia proclamó iniciar la guerra revolucionaria en toda América Latina.

¡Cuánta gente se inmoló "entonando cantos luctuosos con tableteos de ametralladoras" bajo el influjo de este mensaje apocalíptico y criminal que aconsejaba no vacilar por temor a las consecuencias para los pueblos! Entre los 130 terroristas del ERP muertos durante el asalto al cuartel de Monte Chingolo había dos adolescentes de 17 años. En el ERP, el culto al martirio guevarista rozaba lo religioso. Y a este Mesías paranoico, la ultraizquierda argentina le sigue venerando como "comandante de América". Como bien se dice ahora: el comandante de "hasta la derrota siempre".

Retomando lo anterior. También hubo otras razones para que los terroristas de base no revisaran la estrategia: sus dirigentes les ocultaban información para conservar su poder y evitar deserciones. En todas las "orgas" hubo escisiones, y en 1976 la Columna Norte montonera liderada por Galimberti llegó a plantearse la posibilidad de matar a Firmenich.

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