lunes, 2 de noviembre de 2009

ARGENTINA 1969-1979 (4)

Comparte usted un enfoque o análisis histórico que la izquierda argentina se resiste a asumir: que aquellos terroristas fueron los únicos responsables de su destino pues decidieron incorporarse a una guerra revolucionaria aceptando sus consecuencias.

Responsabilidad. Es la clave de esta historia. Max Weber propuso dos opciones éticas: una moral de los principios (en su nombre todo me está permitido), o una moral de la responsabilidad (yo soy responsable de las consecuencias de mis actos). Quienes optaron por la lucha armada no se hacían ilusiones sobre lo que les esperaba. Hablamos de Argentina, con un Ejército tradicionalmente muy antiperonista y anticomunista, y que estaba preparado para la guerra revolucionaria; si bien, "rural". En 1946 el Pentágono fundó la Escuela de las Américas en la zona del canal de Panamá, para formar a oficiales latinoamericanos en la Doctrina de la Seguridad Nacional. Algo que no era secreto: en 1962 Fidel lo denunció en la Segunda Declaración de La Habana.

Respecto a la guerra contrarrevolucionaria urbana, fue aplicada por primera vez en Argelia por los paracaidistas franceses del coronel Massau; asunto llevado al cine con "La Batalla de Argel", que se convertiría en un "film de culto" para terroristas y contraterroristas. Entre 1954 y 1958 ciento sesenta oficiales argentinos asistieron a cursos en la Escuela Superior de Guerra de Francia y algunos de ellos, como los futuros generales Osiris Villegas y López Aufranc, participaron como observadores en Argelia. Asimismo, entre 1957 y 1962 cuatro tenientes coroneles franceses impartieron cursos en la Escuela Superior de Guerra de Argentina. En 1962 el coronel Osiris Villegas publicó Guerra Revolucionaria Comunista; un manual para jóvenes oficiales basado en sus lecturas de Marx, Lenin, Stalin, Trotski y Mao. El general Acdel Vilas que aniquiló al ERP en Tucumán aplicando la doctrina francesa, tenía como libro de cabecera "Guerra, Subversión, Revolución" del coronel Roger Trinquier.

Esta conexión argentina-francesa salió a la luz en 1983 gracias al documental de la periodista Marie-Monique Robin, "Los escuadrones de la muerte. La escuela francesa", donde entrevista a los generales López Aufranc, Díaz Bessone, Harguindeguy y Bignone; y a los marinos Urien, y "tigre" Acosta. Hubo amplia información sobre ello en el Diario Página/12.

Sin embargo, conociendo la existencia de la Escuela de las Américas, la denuncia de Fidel, y el librito de Villegas que circuló en librerías, algunos dirigentes de la izquierda decidieron iniciar la guerra revolucionaria. Apostaron por una guerra terrorista contra el Estado y éste les aniquiló.
Pero la actual izquierda argentina se resiste a la autocrítica, se aferra al confortable esquema de víctimas y verdugos, sin asumir responsabilidad histórica alguna. Con tanta amnesia y desmemoria histórica, resultará que en los setenta hubo guerrillas pero no guerrilleros. Les llaman "militantes populares", pero en las listas de desaparecidos nunca se menciona la organización donde ejercían esa "militancia", sólo la actividad: estudiante, obrero, abogado, etc. A este paso, dirán que en Bolivia el ejército no mató al guerrillero "Che", sino al médico Ernesto Guevara; y que el Ejército argentino mató al contador público Mario Roberto Santucho. Sonados ejemplos de esta manipulación son los de Rodolfo Walsh, el jefe del Servicio de Información Montonero que diseñaba todas las operaciones y atentados, y que figura en las listas como "periodista"; y del "poeta" Paco Urondo.

El blanqueo semántico de aquella izquierda terrorista es sistemático; una campaña orwelliana para reescribir la Historia a su medida, tal como los historiadores marxistas obedientes a la Komintern soviética hicieron con la guerra civil española.
Incluso se ha hecho una película elegíaca sobre Norma Arrostito, donde se la presenta como "ejemplo de una vida entregada a la militancia popular". La Arrostito era una terrorista profesional de primera fila. En 1967 participó en la Conferencia de la OLAS en La Habana, destinada a desencadenar la guerra revolucionaria en América Latina; y regresó a la isla en 1968 con su pareja Fernando Abal Medina para recibir entrenamiento militar ("fueron por la cosa de las armas", dijo el director del film). En 1970 ambos formaron parte del grupo fundador de Montoneros y participaron en el secuestro y asesinato del general Aramburu. Como John W. Cooke y Rodolfo Walsh, la Arrostito operaba para el Departamento América de la Inteligencia cubana.

Sólo en la Argentina del gobierno montonero presidido por los Kirchner, uno de cuyos ministros asesinó a civiles inocentes en un atentado con explosivos, es posible que el Estado subvencione una apología cinematográfica del asesinato político bajo la coartada de la "militancia popular". En la Unión Europea tal cosa resulta impensable porque la apología del terrorismo está tipificada como delito en el Código Penal.
También se hizo la película sobre "La noche de los lápices", y ahora sabemos que de los diez adolescentes que según la propaganda fueron asesinados por reclamar el BES (billetes de autobus para escolares), cuatro fueron liberados y están tan vivos como callados y dejando que la leyenda siga vigente. Y que la famosa María Claudia Falcone no fue secuestrada por la estúpida historia del billete, sino que era la "responsable" de la JP-UES de la ciudad de La Plata (por lo tanto, jefa de la Milicia de la Columna Sur del Ejército Montonero), y en su casa guardaba un arsenal de armas, municiones y explosivos de la UES. Esto lo ha confirmado alguien tan poco sospechoso como su hermano Jorge "Chiqui" Falcone, oficial de Inteligencia de Montoneros. Tardó 31 años en decidirse a terminar con la farsa urdida por la periodista María Seoane en su libro sobre el asunto.

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