martes, 26 de junio de 2012

El Termidor argentino (2)

Generales de Brigada Luciano Benjamín Menéndez, Acdel Vilas y Antonio Bussi revistando tropas del "Operativo Independencia" en Tucumán.



Jorge Fernández Zicavo


1975
Ante los escasos resultados obtenidos por la Gendarmería, Policía Federal y la V Brigada de Infantería de Monte contra la Compañía "Ramón Rosa Jiménez" del ERP en Tucumán, el 5 de febrero de 1975 el gobierno presidido por María Estela Martínez de Perón ordenó mediante el Decreto 261/75:

El Comando General del Ejército procederá a ejecutar las operaciones militares que sean necesarias a efectos de neutralizar y/o aniquilar el accionar de elementos subversivos que actúan en la provincia de Tucumán.

Para ello se puso en marcha el Operativo Independencia al mando del general de brigada Acdel Edgardo Vilas, que asimismo fue nombrado comandante de la citada V Brigada y gobernador de la provincia. Hasta entonces Vilas era el Director de la Escuela Superior de Estudios Militares.

Con el Operativo Independencia se inició la segunda fase de la contraofensiva termidoriana "blanca" que, a diferencia de la anterior (AAA), sería estatal y militar.

En este Operativo el Ejército Argentino aplicó la doctrina del Ejército francés en materia de guerra revolucionaria, elaborada durante sus campañas en Indochina y Argelia. Desde 1957, oficiales franceses venían impartiendo cursos en la Escuela Superior de Guerra de Buenos Aires por los que pasaron cientos de oficiales.
Vilas fue uno de ellos. Sus libros de cabecera eran "La guerra moderna y la lucha contra las guerrillas" y "Guerra, Subversión, Revolución" del coronel Roger Trinquier. El autor, especializado en paracaidismo y operaciones de comando, combatió durante cinco años a las guerrillas comunistas del Viet Minh, organizó una fuerza paramilitar anticomunista de 30.000 nativos en Camboya, y operó cuatro años en Argelia contra el Frente de Liberación Nacional. Durante la famosa Batalla de Argel, el entonces teniente coronel Trinquier, fue sub-comandante de la X División de Paracaidistas del Ejército al mando del general Jacques Massu.

La "doctrina francesa" sobre contrainsurgencia rural y urbana fue resumida así por el coronel Trinquier:

1- La guerra civil revolucionaria y/o guerra popular concebida por el marxismo, emprendida por fuerzas irregulares y clandestinas integradas por efectivos que son a la vez civiles y paramilitares camuflados en la población, sólo puede ser derrotada mediante un accionar también irregular y clandestino.

Las naciones que la padezcan deben prescindir de las Convenciones de Ginebra pensadas para guerras entre ejércitos regulares de Estado, pues se trata de un tipo de guerra de guerrillas insurgente, asimétrica y "sucia" que combina operaciones militares y terrorismo.

En ocasiones la guerra revolucionaria surge en una colonia contra la metrópoli imperial para lograr la independencia o liberación nacional (Indochina y Argelia). En otras, intenta desatar una guerra civil en el seno de una nación destinada a tomar el poder e implantar un Estado socialista totalitario de partido único (la estrategia castro-guevarista aplicada en toda América Latina).

2- Debido a la invisibilidad o anonimato que la "doble vida" proporciona al combatiente-terrorista, el arma decisiva contra la guerra revolucionaria es la Información. Conocer la estructura orgánica y el sistema de seguridad de la fuerza enemiga es el objetivo primordial. Sólo cuando se la conozca podrán comenzar las operaciones tácticas destinadas a identificar, localizar y capturar a sus miembros. Sean combatientes-terroristas o "militantes políticos" de superficie.

3- Esa secuencia sólo podrá iniciarse y reproducirse mediante interrogatorios reforzados con una violencia física que permita destruir rápidamente la voluntad del prisionero antes de que los miembros de su célula adviertan su caída y puedan retirar armamento y explosivos de casas operativas. A los "oficiales" y jefes capturados, dada la importancia de la información que pueden proporcionar, se les ofrecerá convertirse en delatores, y posteriormente operar activamente contra su Organización, a cambio de salvar su vida. Para romper su blindaje psicológico y desconcertarlos, la oferta le será formulada por camaradas suyos ya "doblados" o "quebrados" a los que daba por muertos. Éstos le convencerán de que la guerra revolucionaria está perdida.

4- Una vez obtenida la poca información que puede proporcionar un combatiente de base o soldado, será ejecutado sumariamente y se hará desaparecer su cadáver: EE.UU. en Saigón y Francia en Argel. Obviamente, en sus textos la "doctrina francesa" defendida por Trinquier y generales como Massu o Aussaresses, consideraba inevitable un grado suficiente de tortura para quebrar la resistencia del terrorista, pero no mencionaba nada referente a ejecuciones y desapariciones.

5- Cuando esta secuencia comience a funcionar ininterrumpidamente, los terroristas se verán obligados a pasar a la defensiva y a profundizar su clandestinidad, con el consiguiente aislamiento político y social entre "el pez y el agua", que a su vez repercutirá en su logística.

El mérito del general Vilas fue descubrir que hasta estonces se había estado operando en Tucumán con una hipótesis equivocada: el "verdadero" frente de guerra no estaba en el monte sino en la ciudad capital de la provincia, pues allí se encontraban la comandancia política-militar, la reserva de 200 guerrilleros para relevos y bajas, sus arsenales, y los servicios de comunicaciones, sanidad y propaganda. Si se destruía esta estructura urbana los guerrilleros quedarían aislados en el monte y sería relativamente sencillo aniquilarlos. Esa fue la clave del éxito. En sólo seis meses de operaciones en la ciudad de San Miguel, el Comité Ejecutivo del PRT-ERP reconoció la derrota y puso fin al frente rural tucumano. Al precio de unos 300 subversivos ejecutados y/o muertos en combate.

Cumplida la misión encomendada, Vilas fue nombrado segundo comandante del V Cuerpo de Ejército con asiento en Bahía Blanca, donde arrasó la importante estructura universitaria de Montoneros. En Tucumán le reemplazó el general de brigada Domingo Bussi, quien en dos meses terminaría con las operaciones de limpieza. Obviamente, Bussi continuó aplicando la misma doctrina.

En el año 1975, ERP y Montoneros alcanzaron su mayor potencial en combatientes y logística, pero para el ERP sería también el año de su derrota definitiva.

Empeñado en fundar un ejército guerrillero regular que pudiera plantearse la posibilidad de aniquilar al Ejército Argentino, consiguió pasar del nivel de Compañía al de Batallón. En abril copó el
Batallón de Arsenales 121º de Santa Fe (sexta unidad del Ejército atacada por ellos), llevándose una importante cantidad de armas. En total, en sus ataques a unidades del Ejército Argentino, el ERP obtuvo un botín de 760 armas: fusiles de asalto, subfusiles, pistolas, ametralladoras pesadas, una ametralladora antiaérea, morteros y lanzagranadas.

Pero el 23 de diciembre fracasó en su séptimo y más ambicioso ataque: el
Batallón de Arsenales 601º de Monte Chingolo, Lanús, Provincia de Buenos Aires, donde esperaban apoderarse de 18 toneladas de armas. Por primera vez atacaron con un Batallón, pero tras una feroz batalla de ocho horas tuvieron unas 130 bajas mortales. Después de esta derrota demoledora, sumada a la de Tucumán, el ERP dejó de operar, y desapareció definitivamente en julio del 76 al morir el comandante Mario Roberto Santucho resistiendo su captura.

En cuanto a Montoneros (que en agosto había dinamitado una fragata de la Armada y derribado en Tucumán un avión Hércules de la Fuerza Aérea con tropas de la Gendarmería Nacional a bordo, amén de cometer durante todo ese año centenares de homicidios, atentados con explosivos y secuestros), el 5 de octubre llevó a cabo la primera operación de su flamante Ejército Montonero contra el
Regimiento de Infantería de Monte 29º de Formosa. Tras asesinar salvajemente a diez soldados conscriptos desarmados, tuvieron que huir dejando sobre el terreno doce combatientes muertos.
La masacre de soldados conscriptos conmocionó al país, y provocó que al día siguiente el gobierno presidido por María Estela Martínez de Perón respondiera con el famoso Decreto 2772:

Las Fuerzas Armadas, bajo el comando superior del Presidente de la Nación que será ejercido a través del Consejo de Defensa, procederán a ejecutar las operaciones militares y de seguridad que sean necesarias a los efectos de aniquilar el accionar de los elementos subversivos en todo el territorio del país.

En 1975 las fuerzas policiales y militares del Estado, más los grupos derechistas que firmaban Triple A, ejecutaron o dieron muerte en combate a unos 900 subversivos.

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1976 - 1979

Almirante Emilio Massera, Teniente General Jorge Videla y Brigadier General Orlando Agosti

Tercera y última fase del Termidor argentino. Sus consecuencias son sobradamente conocidas: cumpliendo lo ordenado por el anterior gobierno constitucional en octubre, al que derrocaron el 24 de marzo de 1976, las Fuerzas Armadas aniquilaron la subversión en todo el territorio nacional.

Para el registro histórico, la guerra civil revolucionaria terminó el 12 de noviembre de 1979 (última acción de la contraofensiva montonera), arrojando un trágico saldo de 816 civiles, policías y militares asesinados por los termidorianos "rojos", y 6.000 terroristas ejecutados por los "blancos".



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