lunes, 26 de julio de 2010

La esencia del yihadismo




George Chaya

Diario de América
9.2.2010



El terrorismo yihadista se apoya en la retórica violenta, revolucionaria, totalitaria, maximalista, antisistema y opresiva, con ello, proyecta y estimula la guerra a perpetuidad de creyentes contra apóstatas e infieles.

Su principal objetivo es instaurar el gran Califato Mundial en cuyo caso la aplicación total e irrestricta de la sha'aria en el conjunto de la umma se impondrá sobre toda religión, credo o ideología se trate de la socialista, comunista, capitalista o nacionalista que pueda ofrecer resistencia a instaurar la fe según la interpretan los integristas.

En su cosmovisión, el yihadismo plantea una lucha de la religión contra la decadencia y la degeneración, de lo correcto contra lo blasfemo. Se presentan como protectores de un orden moral fuera de cualquier negociación racional según pueda entenderse en la idiosincrasia occidental y son expertos en la propaganda sobre la sensación de postergación e impotencia que padecen los ciudadanos musulmanes esgrimiendo la necesidad de ejercer un poder arrebatado.

La creencia y la idea que alimenta el islamismo yihadista, es que el profeta legó el mandato de que los musulmanes estaban predestinados a mantenerse inmersos en permanente conflicto entre el bien y el mal, entre la fe propia y las creencias de los infieles, ateos y agnósticos.

En esta materia, según lo interpretan los integristas, el hombre sólo puede situarse en dos aspectos: el de creyente o el de infiel, el de la sabiduría o la ignorancia; no hay, ni puede haber término intermedio; o se hace la yihad y se ayuda al Islam con la palabra o la espada allí donde se les ordene o por el contrario se estará facilitando que el mundo islámico sea sometido al dictado de los infieles. Ante esta situación es evidente que gran parte de la Comunidad Internacional se encuentra en un estado de yahiliyya (ignorancia) y los musulmanes en un estado permanente de debilidad motivado por la intimidación y el asalto de los infieles.

La guerra no es un fenómeno terrible en la mentalidad integrista, ni la paz es el estado natural de una sociedad para ellos; por el contrario, la guerra es la condición perpetua y el hombre está inmerso en una permanente batalla contra aquellos impulsos internos que le separan del verdadero Islam y contra los enemigos externos de la religión.

Los defensores occidentales del terrorismo yihadista postulan como válido o exclusivamente válido la norma jurídica religiosa desarrollada históricamente por la escuela hambalí que genera el mas rancio rechazo a las sociedades abiertas y democráticas, y cuenta entre sus paladines con los clérigos y juristas más ultraconservadores de los países del Golfo.

De acuerdo con los principios doctrinales defendidos por Ayman Al Zawahiri y Osama Ben Laden, es imposible devolver a los musulmanes a su época de esplendor a través del juicio y la razón, del diálogo, la negociación, la coexistencia o el compromiso político con los apóstatas e infieles, contrario a ello sostienen que sólo a través de la fuerza se les puede y se les debe llevar a los enemigos hasta la capitulación.

Entre sus enemigos no sólo se identifica a judíos, cristianos o ateos sino a aquellos líderes musulmanes a quienes consideran apóstatas si no aplican la sha'aria o si anuncian una legislación estrictamente islámica. Estos gobernantes se transforman automáticamente en blanco de los yihadistas por aplicar el paganismo que representa la cara opuesta del ideal de sociedad islámica pero también por que suponen una amenaza directa al orden religioso y moral que emana del mensaje del profeta; por tanto merecen y deben ser castigados por creer en el dominio del hombre por el hombre y no en la sumisión del hombre a la voluntad de Allah.

La yihad se plantea como el único camino aceptable para recuperar los territorios en los que ha regido el Islam y para defender aquellas zonas en las que los musulmanes están en lucha: es un acto de autodefensa contra los que conspiran para socavar las bases de la sociedad, la religión, la cultura y los valores del mundo islámico.

Como señalan los website's islamistas de Afganistán, Indonesia y Egipto, la yihad es un deber desatendido y debe ser resucitado como pilar central de la fe. “El que muere sin haber practicado la yihad muere en la hipocresía”, estas han sido palabras del ex Mayor del ejercito estadounidense Nidal Malik Hasan en su cama de hospital en la primera declaración que efectuó a los agentes del FBI según la revista alemana Der Spiegel y que no fue negado por las agencias americanas, aunque estas mantienen un silencio ridículo y absurdo sobre el tema, cuando lo real es que este hecho constituyó el primer y gran ataque yihadista en suelo americano luego del 11-S.

Desde el salafismo armado se entiende que la “yihad ofensiva” es una obligación colectiva que se pone en marcha cuando los infieles están desprevenidos o no están organizados, que es un deber librarla contra apóstatas y ateos si suponen una amenaza grave e inminente para la umma , así como para ampliar la comunidad islámica extendiendo el mensaje del Islam donde no ha llegado. La “yihad defensiva”, de forma complementaria, se plantea como obligación individual: no se necesita el permiso de nadie para llevarla a cabo sino simplemente obedecer al mandato de Allah expulsando a los infieles del territorio musulmán, desde el más cercano al más lejano.

La teoría de la “yihad permanente” de Osama Ben Laden, por su parte, establece que sólo caben dos opciones para el creyente: la primera es estar combatiendo al enemigo; la segunda, estar preparando futuros ataques por sorpresa para vulnerarlo.

El yihadista busca la fusión de todos los musulmanes en una única y dominante comunidad política. Se trata de un discurso que sostiene asimismo que los musulmanes están al final de una era de debilidad y abuso occidental y al inicio de otra de recuperación de la gloria, el honor y el renacimiento de su poderío, una nueva fase que sólo será apuntalada mediante la acción de la yihad. En la nueva etapa, los musulmanes pondrán fin a una estrategia que Occidente continúa sin interpretar mediante puntos básicos que proclama el liderazgo yihadista, a saber: a) Estableciendo pequeños Estados islámicos para asegurarse que el mundo musulmán esté dividido, atomizado y debilitado; b) Socavando mediante la propaganda y las acciones de guerra asimétrica el poder de Israel; c) Garantizando el establecimiento de familias reales y emiratos frágiles en el área petrolífera del Golfo Pérsico, reservándose así el acceso directo a las riquezas ajenas; d) Invadiendo ideológica, intelectual y culturalmente el mundo árabe para destruir cualquier vestigio de su estructura espiritual y su identidad religiosa; e) Apoyando a falsos clérigos que difunden un Islam edulcorado que no se ajusta al mensaje de la yihad; y f) Distrayendo al pueblo musulmán de sus verdaderos problemas y anulando su identidad religiosa.
Para cumplir esos objetivos, los yihadistas entienden que Estados Unidos y sus aliados no se valen únicamente de su poder militar, económico y político sino de instrumentos como Naciones Unidas, las corporaciones multinacionales, los medios de comunicación o las agencias humanitarias, convertidas -a su juicio- en eficaces y peligrosos vehículos de espionaje.

Entre los objetivos marcados doctrinalmente por los principales defensores de la yihad, figura la liberación de los lugares santos del Islam (La Meca y Medina) del yugo y la influencia de Estados Unidos, la liberación de Jerusalén de la ocupación de Israel, la recuperación de aquellos territorios (Al Andaluz, Cachemira, Chechenia) que ahora forman parte de Estados no islámicos y el establecimiento de gobiernos islámicos en los que impere la sha'aria en aquellos países musulmanes con ejecutivos laicos o apostatas.

En otras palabras, en su apelación a la ideología para recurrir a la lucha armada con el fin de subvertir un orden mundial considerado injusto, Osama Ben Laden no introduce ninguna novedad en la teoría de la toma del poder a través de la acción revolucionaria.

De manera análoga a la instrumentalización que el líder de Al Qaeda ha hecho de la tradición yihadista, Lenin se valió de la teoría marxista para argumentar que un Occidente corrupto estaba intentando imponer a escala mundial los valores sociales, económicos y culturales del capitalismo. Ambos consideran que acabar con las sociedades abiertas es el único medio para abrir la vía tanto al Estado comunista como al Califato islamista; ambos contemplan que el fin justifica, como medio para alcanzarlo, el uso necesario e irrestricto de la violencia.
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Escritor, Docente y Analista Político Internacional de origen libanés especializado en asuntos de Oriente Medio y América Latina. Es Consultor y Asesor independiente en España e Hispanoamérica en materia de asuntos políticos, económicos y sociales del Oriente Medio y su impacto en Occidente.

Imparte Conferencias y Seminarios en materia de Relaciones Internacionales, el Conflicto de Oriente Medio y la Seguridad y Prevención del Terrorismo. Ha asesorado a varios gobiernos Iberoamericanos, Organizaciones no gubernamentales e Instituciones Públicas y Privadas de Centro América, El Caribe, Sudamérica y España. Se desempeña como Experto para Safe Democracy Foundation y es Asesor académico del Grupo de Estudios Estratégicos (GEES) en Madrid, España.

jueves, 8 de julio de 2010

Derecha nacionalista argentina: enredada en la contradicción permanente.




Hemos recibidos varios correos manifestando sorpresa ante el hecho de que un Blog que justifica y defiende la legitimidad constitucional, histórica y moral de la aniquilación de las organizaciones terroristas marxistas argentinas en la década del setenta -es decir, situado en la derecha- sea filosemita y apoye al Estado de Israel en su lucha contra el islamoterrorismo de Hamás y Hizbollá que llevan años atacando a su población mediante atentados suicidas y misiles proporcionados por Irán y Siria. En ellos laten dos viejos errores conceptuales de una derecha nacionalista fosilizada, incapaz de revisar un enfoque general elaborado grosso modo a partir de 1919.

1- Negar la condición nacionalista, nada menos que a la derecha democrática (liberal-conservadora) que fundó el Estado-nación argentino. Aunque parezca increíble, aún existen sectas federales que llaman "cipayos" a gigantes como Sarmiento o Alberdi.
Esta anacrónica simplificación maniquea entre pueblo-federal y oligarquía-unitaria, no ha dejado de generar incoherencias (nacionalismo popular y nacionalismo oligárquico) y malentendidos ideológicos que contaminan desde hace un siglo su discurso con ensoñaciones telúricas (autóctonas, y del romanticismo alemán), sobre el fantasmagórico "Ser nacional" del marxista Hernández Arregui, y gauchos titánicos estilizados por el realismo socialista del terrorista montonero Ricardo Carpani. Su sectarismo les impide captar la pluralidad de la categoría Derecha, y las relaciones dialécticas entre coincidencias tácticas y divergencias estratégicas. De ahí su sorpresa cuando encuentran variantes no previstas, en un Blog que creían "de los nuestros".

Dado que aquí respondemos en bloque a todos esos Mails, nos limitaremos a decir que, siendo liberales y conservadores, defendemos la democracia pluripartidista como el menos negativo de los sistemas de gobierno conocidos (pese a ser partidocracias mafiosas y corruptas); pero una democracia fuerte, implacable, e incluso termidoriana contra sus enemigos de cualquier signo, especialmente si éstos, además del sistema, atacan la soberanía del Estado-nación como mercenarios al servicio de geopolíticas extranjeras: Argentina años 70.

En la defensa de los valores históricos-culturales de Occidente, y del capitalismo (siguiendo la lógica del mal menor) entendido como un organismo económico vivo y evolucionista, infinitamente más productor y distribuidor social de riqueza que el socialista, estaríamos dispuestos, si fuera preciso para garantizar la victoria contra una amenaza comunista, a aceptar alianzas de combate (tácticas, y luego cada uno a su sitio) con derechas autoritarias, y hasta una posterior dictadura transitoria de igual signo, como el Proceso termidoriano argentino; pero jamás con derechas nazifascistas que aspiran a implantar regímenes totalitarios y de partido único copiados literalmente de la Rusia soviética.


Por si quedaran dudas: en el hipotético caso de una segunda guerra revolucionaria marxista en Argentina, colaboraríamos activamente con las Fuerzas Armadas. Más aún, creemos que fue un error no haber organizado en 1976 milicias populares encuadradas por el Ejército o Gendarmería Nacional, que habrían aportado una sólida base de apoyo político y operativo a la justa guerra contrarrevolucionaria del Estado contra la subversión marxista; tal como ocurriera en la guerra civil española con los 80.000 milicianos de la Falange, y años después en Vietnam del Sur. La CGT, y los partidos (todos) que llevaban meses pidiendo un golpe militar, hubieran sido una inagotable fuente de reclutamiento, pues si hay algo que está fuera de toda duda es el profundo sentimiento anticomunista del pueblo argentino, incluida su clase obrera mayoritariamente peronista; pero en política, los generales argentinos nunca han sido precisamente imaginativos.

De igual manera, si pudiéramos retroceder en el tiempo…

En la Rusia anterior a Octubre hubiéramos aniquilado a los bolcheviques desde una República termidoriana que el socialista Kerensky hizo imposible; o combatido en la posterior guerra civil 1918-1921 en los ejércitos blancos de Kolchack o Denikin contra el Ejército Rojo de Trotski, y más tarde en la legendaria División Azul de la Falange Española.

En la Italia de los años veinte, encuadrados en los fascios (el fascismo italiano nunca fue nazi), contra las oleadas de huelgas revolucionarias socialistas y anarquistas.

En la guerra civil española, en el bando nacional junto a la mitad de la población y al 90% de oficiales y suboficiales de las Fuerzas Armadas y Guardia Civil.

En la guerra civil china, en el bando de Chiang Kai-chek.

En Cuba hubiéramos combatido en Playa Girón; en Salta nos hubiera complacido ejecutar al mercenario Masetti que invadió su patria y asesinó a un gendarme al frente de marxistas argentinos entrenados por el capitán del Ejército cubano Horacio Peña Torres muerto en la selva de Orán; en Bolivia hubiéramos operado contra el Che y sus 18 militares cubanos que articulaban la guerrilla; en Chile contra Allende, en Nicaragua contra el FSLN, en Uruguay contra Tupamaros y en Perú contra Sendero Luminoso.

En Argentina, consideramos históricamente inevitable, y positiva para la supervivencia del Estado-nación, la aniquilación del terrorismo marxista apátrida y mercenario decretada por el gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón, refrendado por el Congreso de la Nación, y apoyada por una sociedad harta de siete años de terrorismo de unas izquierdas enloquecidas empeñadas en desatar una guerra civil revolucionaria como estrategia para la toma del poder.

La derecha nacionalista argentina, por lo tanto, no tiene la exclusividad en la defensa de las Fuerzas Armadas, ni de la derecha, ni del sentimiento nacionalista; y supone un disparate que pretendan dar lecciones a los liberal-conservadores que, conviene repetirlo, fundaron el Estado-nación.

2- Su segundo error conceptual es el antisemitismo, y su derivación antisionista.
El antisemitismo es una pulsión psicótica (paranoica, imposible de racionalizar), hasta el punto de que ni un solo antisemita puede argumentar su odio fóbico más allá de un pueril "asesinos de Cristo", o de las paranoicas leyendas de la Inquisición y de Los Protocolos de los Sabios de Sion redactados por la policía secreta rusa en 1903 para desatar progromos, acerca de niños cristianos crucificados y luego devorados tras beber su sangre. Obviamente, los antisemitas son incapaces de precisar qué perjuicios han causado los argentinos judíos a su sociedad y a su Estado; dado que, al contrario, y como es bien sabido, realizaron notables aportaciones al desarrollo agropecuario, industrial, científico, educativo y cultural. Recordemos la definición de Fobia: temor irracional muy intenso, angustioso y obsesivo. Subfijo, Fobo: odio o antipatía: xenófobo, etc. Más que un error político, la fobia antisemita es un asunto de psiquiatría.

También suelen confundirse con el término semita, que homologan a "raza judía". Les da igual que para la antropología tal raza no exista, y que judíos y árabes sean semitas. Como dijo un inspirado Disraeli, "los judíos son árabes mosaicos, y los árabes judíos a caballo". También les parece de poca importancia que Jesús de Nazareth, María y el carpintero Josué (personajes mitológicos, históricamente no acreditados) fueran judíos; ni que (siempre en el terreno mitológico) Jesús fuera un rabino. Y qué decir del otro judío y rabino disidente, Mahoma, que desarrolló el Islam como doctrina herética escindida del judaísmo porque la jerarquía de Jerusalén no le permitió hacer de Medina (donde había diez sinagogas) un centro de poder político y religioso independiente. No es necesario citar más ejemplos.

En cuanto al sionismo: retorno a la patria simbolizada en el Templo de Salomón construido sobre el monte Sión, de donde les expulsaron tras invadirles y saquearles, los imperios de Babilonia, Asiria y Roma.
Produce estupor constatar que la derecha nacionalista argentina (coincidiendo como en tantas otras cosas con la extrema izquierda), critique y repudie que un pueblo expulsado de su patria milenaria quiera regresar a ella para fundar su tercer y definitivo Estado-nación. Tercero, sí; pues no estamos hablando de tribus nómadas del desierto sino de una nación ya entonces civilizada que durante más de cuatro siglos tuvo dos Estados simultáneos (reinos de Israel y Judá), con sus ejércitos, burocracia, código penal y civil, tribunales, moneda, etc.

También ignoran o restan importancia, al hecho de que Israel sea el único Estado-nación fundado bajo el amparo jurídico de las Naciones Unidas. Y que, además de haber sido la raíz de la cultura occidental desarrollada por Grecia y Roma, sea actualmente la primera muralla política y militar de Occidente en Oriente Medio; única nación democrática (junto a la democracia "sui géneris" de Egipto y la aceptable monarquía constitucional de Jordania), entre una jauría de monarquías absolutistas reaccionarias (Arabia Saudita y Emiratos), Estados terroristas (Siria, algo más lejos Irán, Libia y Argelia), y bases de Hizbollá y Hamás en Líbano y Gaza. A pesar de lo cual, su muro defensivo que ha terminado con la entrada de terroristas suicidas desde Gaza (900 civiles asesinados durante la segunda Intifada), es llamado "de la vergüenza". Así como llaman "belicistas" a sus submarinos que navegan día y noche programados para responder un ataque nuclear iraní. ¿Se pretende que el Estado de Israel no defienda su territorio y que su pueblo se resigne a esperar el Holocausto final rezando ante el muro de los lamentos?

Por estos mínimos razonamientos, que podríamos extender en varios folios, somos gentiles filosemitas por agradecimiento, respeto y simpatía hacia el pueblo milenario, culto y pacífico del que nació nuestra civilización occidental judeo-cristiana. Y apoyamos al Estado de Israel amenazado por el islamoterrorismo yihadista y el genocida apocalíptico presidente Ahmadinejad, de Irán; ambos, jaleados por la peor escoria del planeta: los Castro, Chávez, Evo, Gadafi, la extrema izquierda europea y latinoamericana, y hasta por las vacas locas que pastan los jueves en Plaza de Mayo y defecaron tras el altar de la Catedral y a pocos metros del Mausoleo del General San Martín ante la indiferencia de una derecha nacionalista que se dice católica.

La destrucción de Israel mediante un holocausto nuclear supondría el comienzo del fin para Occidente, la islamización absoluta del planeta ya iniciada por los musulmanes en el siglo VII d.c. y que no ha cesado desde entonces. Su última victoria será el cercano ingreso de Turquía en la Unión Europea. Un continente que ya tiene una población de 50.000.000 de musulmanes ilegales y miles de mezquitas subversivas financiadas por los gobiernos progres de la "alianza de civilizaciones" impulsada por el gobierno "gramsciano" del Partido Socialista Obrero Español. Y que, gracias a la "guerra de las barrigas" (reproducirse como los conejos) propuesta por Boumedianne y Gadafi, en 2030 serán 70 millones. Ilegales e indocumentados, repitámoslo: los ministerios del Interior ignoran sus identidades y domicilios. En definitiva, un colosal ejército de terroristas "dormidos" a la espera de entrar en acción cuando se desate la Yihad a escala mundial.

En realidad, sentimental y políticamente somos tan sionistas como los nacionalistas argentinos empeñados en recuperar las Malvinas. Si pudieran desprenderse de sus fobias irracionales y de su visión folclórica de la Historia, comprenderían que sionismo no significa otra cosa que el derecho natural de toda nación a regresar al suelo patrio perdido a manos de fuerzas militares extranjeras más poderosas. Descubrirían con sorpresa, que también ellos son naSIONalistas. Y que han perdido casi un siglo odiando a quienes objetivamente serían sus mejores -y lógicos- aliados en la defensa de valores y consignas como Patria, Estado-nación, Anticomunismo y (como católicos que dicen ser) anti Islam yihadista.

Actualmente comparten el odio hacia Israel con sus peores enemigos políticos y religiosos: marxistas e islamistas. En otro ámbito, resulta que la extrema derecha nazi acusa a Israel de ser… un Estado nazi (¡!); lo cual les acerca tácticamente a la extrema izquierda, su enemiga estratégica. Demasiadas contradicciones paranoicas provoca el "efecto Israel" en el universo de las derechas, ¿verdad?

Nosotros sostenemos la hipótesis de que son consecuencia de un enfoque inicial fóbico y por lo tanto irracional; y sugerimos a la derecha nacionalista que considere esta hipótesis racionalmente, aunque sólo sea por una vez en cien años de ceguera.
Probablemente, si identificaran correctamente a sus verdaderos enemigos, dejarían de ser sectas y aumentarían su espacio político en una sociedad que ahora les percibe como unos tipos extravagantes, fuera del tiempo.

En cualquier caso, agradecemos que visiten nuestro Blog y nos enviaran sus comentarios.



Jorge Fernández Zicavo

coordinador