domingo, 22 de marzo de 2015

Guerra Revolucionaria y "Proceso". Una Tesis

Ernesto Sábato entregando el informe CONADEP a Raúl Alfonsín


Este texto sobre el 24-M-1976 pretende refutar el Relato sobre la década 1970 elaborado por quienes desencadenaron la tragedia. Los objetivos de esa historieta falsaria iniciada con la secuencia CONADEP, NUNCA MÁS, CAUSA 13/84 ordenada por el Presidente de la República y abogado defensor de terroristas Raúl Alfonsín; y articulada por los izquierdistas Sábato, Strassera, Moreno Ocampo, y madres de terroristas como Bonafini, Meijide y Carlotto son bien conocidos: 240.000 USD a familiares de terroristas ejecutados; transformar a los victimarios sobrevivientes en víctimas para dotarles de impunidad penal; subvenciones para fundar lucrativas ONG's de Derechos Humanos, etc.
El capítulo final del Relato, escrito por el régimen de los ex montoneros Kirchner, legitimó el terrorismo "político" mediante una inconcebible apología oficial sin precedentes en el mundo: el Museo de la Memoria en la ESMA y el Parque de la Memoria en la costanera porteña. Asimismo, con la complicidad de jueces prevaricadores y falsos testigos, encarceló de por vida a militares y policías que derrotaron al terrorismo marxista.

En aras de la brevedad que requieren las lecturas en Internet, para esta propuesta de un "contra Relato conadep-kirchner-montonero", he optado por una estructura esquemática tipo Tesis, que también podría servir a profesores de Historia como plataforma para un debate.


EL PROCESO
24-M-1976
Causas y Efectos

Tesis:

-En 1969, cuatro Organizaciones Político Militares (OPM) de ideología marxista (aunque dos de ellas se camuflaran como peronistas), iniciaron una Guerra Revolucionaria a escala de guerrilla urbana con el objetivo estratégico de llegar a conformar un Ejército Guerrillero regular que pudiera aniquilar al Ejército de la Nación, tomar el poder y proclamar una República Socialista con dictadura de Partido Único.

-Combatiendo la ofensiva sediciosa de las OPM, primero mediante un Código Penal que calificaba los delitos terroristas como "comunes", y después mediante decretos de Estado de Sitio y Aniquilación, el Estado derrotó definitivamente el desafío de la subversión armada en noviembre de 1979.

-En 1983, cumplido el objetivo de impedir que la República democrática-liberal constituida en 1853 fuera destruida por mercenarios argentinos del Estado cubano, las FFAA convocaron elecciones y entregaron el poder al partido vencedor de las mismas, la Unión Cívica Radical.


Probatio
Antecedentes y Desarrollo

1-
Las izquierdas latinoamericanas convocadas por el gobierno cubano en La Habana (agosto, 1967) para celebrar la Primera Conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS) acordaron iniciar en todo el subcontinente la Lucha Armada y/o Guerra Revolucionaria con el objetivo estratégico de tomar el poder previa aniquilación de los ejércitos nacionales, e implantar repúblicas socialistas. Esta Guerra Revolucionaria contra todos los países de América Latina fue proclamada por el Presidente Osvaldo Dorticós al inaugurar la Conferencia, y por el Jefe del Estado, Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas y Secretario General del Partido Comunista de Cuba, Fidel Castro, al causurarla.

Para ello se decidió fundar un Ejército de Liberación Nacional (ELN) supranacional a cuyo mando se pondría el Che Güevara una vez concluyera victoriosamente su campaña guerrillera en Bolivia que entonces estaba en la fase inicial de organización logística. El ELN fue subdividido en Sectores que identificaban un país, o una organización revolucionaria cuando había varias. Para Argentina se asignó el Sector 1 a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) fundadas durante la OLAS; el Sector 2 al Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) que en 1970 fundaría su Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP); y el Sector 8 a pequeños grupos de la izquierda "peronista" que en 1969 fundarían MONTONEROS. Todas las OPM tuvieron como denominador común, que la casi totalidad de sus integrantes había militado en el "stalinista" Partido Comunista Argentino, y en el citado PRT que también era un Partido Comunista aunque de tendencia "trotkista".
Conferencia OLAS
Agresiones armadas de Cuba a países latinoamericanos antes de la OLAS

2-
En 1969 los Sectores argentinos iniciaron la Guerra Revolucionaria.
Operaciones terroristas y militares de 1969
Secuestro y asesinato de Aramburu

3-
La Guerra Revolucionaria argentina puede datarse fácilmente. Su primera operación militar fue el 5 de abril de 1969 (FAL) y la última el 13 de noviembre de 1979 (MONTONEROS). Total: 10 años y 8 meses.
Operaciones terroristas de 1979

4-
Durante esta guerra las Organizaciones Político Militares cometieron 1.094 homicidios, 1.748 secuestros, 45 copamientos de unidades militares, policiales y de seguridad, atentados explosivos a un buque de la Armada y a un avión de la Fuerza Aérea, 5.215 atentados explosivos, 2.400 robos de armamento, etc.
La existencia de un estado de Guerra Revolucionaria y/o Guerra Popular que hoy la izquierda niega, fue reconocida no solo por la OLAS y todas las OPM en centenares de documentos orgánicos y en su prensa, sino por la nada sospechosa Causa 13/84 que condenó a cadena perpetua a los miembros de las Juntas Militares del Proceso.
Acta fundacional del ERP
Algunos documentos de Montoneros
Causa 13/84

5-
Las dos más importantes de estas OPM (ERP y MONTONEROS) fundaron mini-ejércitos estructurados por Comandancia General, Estados Mayores regionales, Fábricas de Armas y Explosivos, Inteligencia, Sanidad, Finanzas, Propaganda, Relaciones Exteriores, Prensa, Imprentas para prensa y falsificación de documentos, Cárceles del Pueblo, Reglamentos, Código de Justicia Militar y Tribunales, etc. Sus unidades de combate fueron Compañías de 90 efectivos. En una ocasión (ERP: Monte Chingolo) encuadró tres para conformar un Batallón.
Reconstrucción de las ocho Unidades del Ejército Argentino copadas por las OPM

6-
El Estado las reprimió legalmente aplicando el Código Penal: juicio con todas las garantías procesales, condena y prisión. Pero en la madrugada del 26 de mayo de 1973 el flamante gobierno peronista-montonero presidido por Héctor Cámpora indultó a 363 terroristas entonces encarcelados, anuló las pocas y moderadas leyes antiterroristas vigentes y disolvió la Cámara Federal en lo Penal creada durante el gobierno militar ‘de facto’ presidido por el general Lanusse para juzgar los delitos de índole terrorista.
Los sucesos del 25 de mayo de 1973

7-
Como consecuencia de estas medidas acordadas por un gobierno claramente cómplice de las OPM, estas iniciaron una segunda fase de accionar terrorista-militar que alcanzó niveles inauditos de violencia e involucró a toda la sociedad argentina en una sangrienta guerra civil. Decretos de Estado de Sitio y de ilegalización del ERP y Montoneros por el delito de Sedición emitidos por el gobierno de "Isabel" Perón no dieron fruto alguno. Ante el despliegue de una fuerza guerrillera rural del ERP en la provincia de Tucumán con el objetivo de consolidar una "zona liberada" y pedir que fuera reconocida internacionalmente, en febrero de 1975 el gobierno de "Isabel" Perón decretó que fuera aniquilada por el Ejército. Posteriormente, tras el sangriento ataque del Ejército Montonero al Regimiento de Infantería de Monte 29, en Formosa, decretó que las Fuerzas Armadas aniquilaran la subversión en todo el territorio nacional.
Decreto 261/75 Aniquilar subversión en Tucumán
Decreto 2772/75 Aniquilar subversión en todo el país

8-
Debido a la anarquía política e institucional propiciada por el catastrófico gobierno de "Isabel" Perón, el 24 de marzo de 1976 las FFAA lo depusieron mediante un Golpe de Estado. El periodo que siguió a continuación, bautizado por las FFAA como Proceso de Reorganización Nacional, tuvo como objetivo prioritario el definitivo aniquilamiento de las OPM ordenados por los citados Decretos.

9-
En el curso de la guerra contraterrorista o contrarrevolucionaria del Estado (febrero de 1975 - noviembre de 1979) las FFAA ejecutaron sumariamente a 7.000 prisioneros de guerra: miembros de las OPM, ya fueran combatientes o activistas de sus aparatos políticos-sindicales clandestinos.

El balance total en bajas mortales de la Guerra Revolucionaria 1969-1979 fue de 7.000 terroristas ejecutados sumariamente (más unos 250 muertos en combate), y 1.094 civiles y miembros de las fuerzas del Estado muertos en atentados y/o en combate.


Peroratio (recapitulación)

La metodología operativa utilizada por las FFAA para penetrar y destruir la blindada estructura clandestina de los grupos terroristas, también tuvo que ser clandestina por obvias razones de eficacia; pero ese accionar táctico formalmente irregular (incluidas las ejecuciones de prisioneros) no dejó de ser legal, pues estuvo supeditado al objetivo estratégico (aniquilación) decretado por un gobierno constitucional. De ahí que sea una disparatada contradicción en los términos considerar "Terrorismo de Estado" el accionar del Estado contra el "Terrorismo contra el Estado". Los gobiernos de El Proceso fueron -obviamente- ilegales, pero su aniquilación de las organizaciones terroristas fue, además de justa y subordinada a la cruel lógica de toda guerra, legal; si bien algunos consideramos que haber hecho desaparecer sus cadáveres fue un error: se debió juzgar a los terroristas por tribunales de guerra y fusilar a los condenados a la pena de muerte.

De lo anterior se deduce que denominar "víctimas del terrorismo de Estado" a quienes se alzaron en armas contra el Estado, es una mera consigna de propaganda utilizada por la izquierda derrotada; y mucho más cuando se califica a esas "víctimas" como "opositores, militantes políticos, militantes populares...", con la sinuosa pretensión de considerar partidos políticos a las organizaciones terroristas. Recordemos que, como ya había demostrado antes en efímeros intentos (Uturuncos, 1960. Ejército Guerrillero del Pueblo, 1964) y volvería a hacerlo entre 1973-1975, la "izquierda armada" operó indistintamente contra gobiernos civiles constitucionales: Frondizi, Illía, Cámpora, Perón, "Isabel" Perón; y gobiernos militares dictatoriales: Onganía, Levingston, Lanusse y las Juntas del Proceso.

En consecuencia, los "desaparecidos", en tanto que combatientes y/o activistas periféricos de una OPM, no fueron "opositores políticos" sino prisioneros de guerra ejecutados en el transcurso de la misma.
Y también las OPM ejecutaron a sus prisioneros: Aramburu, Oberdan Sallustro, Ibarzabal o Larrabure, entre otros.

Jorge Fernández Zicavo



jueves, 19 de marzo de 2015

El infierno de Hölderlin



Hermann Tertsch


"Lo que siempre ha hecho del Estado un infierno en la tierra es que el hombre intentara convertir la tierra en su cielo".

Estas palabras del poeta alemán Friedrich Hölderlin fueron pronunciadas mucho antes de que Hitler planeara el mundo germánico perfecto, de que Lenin se lanzara a fundar el «paraíso de los trabajadores» y de que Pablo Iglesias llamara a «tomar al asalto el cielo» en una España maltrecha por la crisis, harta y agotada de una clase dirigente inane, descreída e impotente. Pero a ellos tres se refería, como a tantos otros que han tratado, tratan y tratarán de organizar el bienestar y la felicidad colectiva y siempre, invariablemente, han generado infiernos muchos de ellos casi inconcebibles en su monstruosidad y crueldad. Siempre ha habido voces que advirtieron sobre el peligro de los proyectos totalitarios antes de que estos se consumaran. Desde las opciones meramente confiscatorias y autoritarias hasta las más brutalmente criminales, todas las diversas formas del socialismo y nacionalsocialismo anunciaron de una forma u otra su auténtica naturaleza. Siempre hubo quienes dieron la voz de alarma. Pero no se les hizo caso. Y llegó el infierno. Millones de trágicas muertes y miserias vividas después, hoy ya nadie sabe de aquello. Y vuelven las «ofertas celestiales» de asalto al bienestar y fáciles soluciones para las angustias cotidianas.

La libertad es un tesoro individual, una experiencia personal que se hace colectiva en la democracia. La democracia es una institución básicamente individualista. Se basa en el carácter único e insustituible, en el carácter único y sagrado del individuo humano. Y parafraseando a Friedrich Hayek, la democracia está por ello en conflicto con todas las formas de socialismo, incluidos sus peores perversiones del comunismo, fascismo y nazismo. El gran vienés cita en este sentido en su imprescindible «Camino de servidumbre» a Tocqueville en un discurso de 1848: «Democracia y socialismo no tienen nada en común salvo una palabra: igualdad. Pero sean conscientes de la diferencia: mientras la democracia busca la igualdad en libertad, el socialismo la busca en la restricción y la servidumbre». El descrédito del liberalismo en Europa viene de lejos. Ya cuando llegan al poder las ideología totalitarias en los años Treinta, apenas quedaban liberales. Tras la guerra, con el enemigo de la democracia y rival comunista como sistema social allende el Telón de Acero, la socialdemocracia se impuso como doctrina del sistema en Europa Occidental. A todos los partidos. Pero aun existían fuerzas liberales y músculo moral para denunciar y cuestionar el rodillo igualitario. Y sobre todo para defender el imperio de la ley. Hoy, con la introducción del componente ideológico de la corrección política, grotesco invento totalitario surgido de las universidades norteamericanas, las fuerzas antiliberales se han hecho con el control ideológico de todo el sistema en Europa. Desde una izquierda siempre totalitaria hasta la derecha acomodaticia, sin principios, cobarde o reaccionaria, todos se han unido bajo el paraguas ideológico de esa corrección con la que aplastan las expresiones independientes de denuncia. Así la sociedad se ha privado a sí misma de los mecanismos correctores imprescindibles en la democracia. Asistimos, con el socialismo del pensamiento, al final de la verdad. Que es perseguida con saña. Y con la verdad, se destruyen todos los fundamentos morales. Por eso esta sociedad no tiene ni músculo ni sus líderes criterio. Y es hoy incapaz de reaccionar, más allá del lamento y la cataplasma, ante las grandes amenazas que se ciernen sobre ella. Todas decididas a imponernos en la tierra ese cielo del que hablan los nuevos comunistas y los islamistas de siempre. Lo que ya Hölderlin sabe que era el infierno.

ABC
Sevilla
13.01.2015
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Sobre el autor: Inició su carrera profesional en la Agencia EFE como corresponsal para países de Europa Central y Oriental. En 1985 se incorporó al diario EL PAÍS como corresponsal en Bonn y Varsovia. A principios de los años 90 cubrió las guerras de los Balcanes como enviado especial. Entre 1993 y 1996 fue subdirector de este diario y responsable de la sección Opinión. En 1996 dejó la subdirección, manteniendo una columna de opinión hasta 2007.
Desde mayo de ese año y hasta la fecha, es analista político, crítico y entrevistador del diario ABC. Asimismo, tiene en este diario su columna "Montecassino".

Radio y Televisión
Desde 2004 colaboró en la emisora de radio Onda Cero, interviniendo como contertulio en el programa "Herrera en la onda".
Desde 2006 acudió también como analista político al programa de Telemadrid "Madrid opina". Entre junio de 2008 y marzo de 2010 presentó y dirigió el espacio nocturno de Telemadrid "Diario de la noche" con el que sigue colaborando desde entonces como analista.







sábado, 14 de marzo de 2015

El sentido de la Contrarrevolución

Foro de Sao Paulo


Agustín Laje
La Prensa Popular

Si la década del ’90 fue, según la terminología impuesta y comúnmente utilizada, la “revolución neoliberal” que embistió contra el Estado de bienestar, sería dable caracterizar el período que va desde el cierre de aquella década hasta nuestros días como la era de la “revolución neomarxista” que se manifestó a través de los experimentos populistas latinoamericanos.

Habrá quienes arguyan que es demasiado exagerado tachar de “revolución” estos momentos históricos. En efecto, la idea de “revolución” ha sido acompañada, en el marco del imaginario colectivo, por la idea de un quiebre institucional con arreglo al uso de la violencia. Son los restos que quedan en el subconsciente colectivo de las teorías revolucionarias del marxismo-leninismo.

Pero la revolución no tiene por qué ser violenta ni súbita. La revolución puede también ser lenta e inadvertida. Ello lo mostró Antonio Gramsci, desde la izquierda en sus Cuadernos de la cárcel, y Plinio Correa de Oliveira, desde la derecha en Revolución y contrarrevolución y en Diálogo: trasbordo ideológico inadvertido.

Por revolución no deberíamos entender mucho más que un cambio significativo en la configuración estructural y supraestructural del orden social, para utilizar terminología propia del marxismo; es decir, profundos cambios económicos, pero también políticos, jurídicos, ideológicos y, en resumen, culturales.

Nadie podría negar, en efecto, que el neomarxismo ha introducido cambios de fondo en todas las dimensiones destacadas. Despojado de las teorías clasistas tradicionales a las que sustituyó por nuevas “posiciones de sujeto” que no están definidas por la variable económica (y por tanto no se las puede interpretar en términos de clase); resignado respecto de encontrar un “sentido” a la marcha de la historia; abandonado el materialismo propio de lo que se denominó “marxismo vulgar” y habiendo otorgado, al contrario, gran importancia a las variables superestructurales, el “neomarxismo” llevó a cabo su revolución sin necesidad de “combatir al capital” a través de la lucha armada como otrora.

Definir el contenido de esta revolución de forma exhaustiva llevaría probablemente un libro entero. No obstante, aquí marcaré los principales puntos para luego describir cuál debería ser el sentido de la contrarrevolución.

En términos estructurales, la revolución neomarxista decidió alterar el postulado básico del marxismo clásico referido a la colectivización de los medios de producción. En su lugar, el neomarxismo ha exacerbado la colectivización de la producción misma. Ha aprendido, con la experiencia soviética, que la abolición total de la propiedad privada conduce indefectiblemente a la destrucción económica (la escuela austríaca de economía ya demostró acabadamente que el cálculo económico es imposible allí donde no hay propiedad privada). Luego, de lo que se trata es de permitir el mínimo grado posible de propiedad privada y el resto, colectivizarlo desde el Estado. Los países latinoamericanos que han sido sumergidos en esta revolución, no por casualidad soportan las mayores cargas tributarias y consuman los más desfachatados procesos de estatización.

Salvando las distancias, tanto el marxismo como el neomarxismo han experimentado en sus primeros momentos un agigantamiento de la “torta” que se disponían repartir. En el caso del primero, la inmensa incorporación del factor de la producción “trabajo” al sistema productivo soviético le dio al mismo un ensanchamiento que con el tiempo iría decayendo estrepitosamente hasta implosionar. En el caso del neomarxismo, las condiciones económicas del comercio internacional (el precio de los comodities fundamentalmente) le brindaron un contexto favorable que aquél desperdició por completo y ahora la ineficiencia del sistema ha quedado a las claras (inflación, recesión y desempleo).

En términos superestructurales, debemos contemplar al menos tres dimensiones: jurídica, política y cultural.

Respecto de la primera, ha prevalecido una teoría de la justicia que anula la responsabilidad individual en dos terrenos cruciales: el económico y el criminológico. En efecto, se ha instalado en la opinión pública la idea según la cual los demás deben pagar por el fracaso económico de los otros, sencillamente porque éstos no tendrían que ver con su suerte sino que estarían determinados por “las condicionantes de una sociedad capitalista intrínsecamente injusta”. Lo propio se dirá en el terreno criminológico: el delincuente que asesina por un par de zapatillas no eligió apretar el gatillo, sino que fue obligado a hacerlo por “la sociedad que lo puso en esa posición”, incluido aquel desdichado al que la bala le atravesó la cabeza. No es de extrañar, bajo estas teorías de la justicia que invierten el sentido original de la justicia (dar a cada uno lo suyo), que las sociedades latinoamericanas que han caído bajo la revolución neomarxista sean aquellas que presenten en la región las mayores tasas de homicidio (Venezuela), robos (Argentina), y que sean al mismo tiempo aquellas donde la cultura del trabajo mayormente se ha perdido.

Respecto de la dimensión política, la revolución neomarxista ha instalado la lógica del populismo disfrazada de “democracia radical” como gusta llamarla Ernesto Laclau y Chantal Mouffe. En concreto, la idea de democracia como un medio para la libertad individual y la igualdad ante la ley (únicas concepciones de libertad e igualdad que permiten una concepción plural y abierta de la idea de “pueblo”), ha dado paso a una idea de democracia como camino hacia la igualdad material. El igualador, bajo la lógica populista, es el caudillo que logra interpretar, casi de manera mística, los deseos de un “pueblo” que, al no incluir a toda la ciudadanía sino a los designados como “pueblo” por el caudillo, se vuelve excluyente y totalitario (pues busca totalizar la parcialidad como admite el propio Laclau).

Finalmente, la dimensión cultural de la revolución neomarxista puede ser resumida en los siguientes puntos: cultura del facilismo; cultura del subsidio; igualitarismo moral; igualitarismo cultural; destrucción de la familia como núcleo básico de la sociedad; veneración a lo vulgar disfrazado de “popular”, etc.

Si tales son, en forma harto sintética, las componentes fundamentales de la revolución neomarxista, ¿cuál debe ser entonces el sentido de la contrarrevolución?

Antes de responder la pregunta, es importante destacar que hablar de contrarrevolución no es lo mismo que hablar de restauración. En efecto, la restauración busca volver a un tiempo histórico que precedió a la revolución. La contrarrevolución, al contrario, supone una revolución de signo contrario a la revolución en ciernes o triunfante, independientemente de que ese estado de cosas haya existido en tiempos pretéritos o constituya un momento histórico jamás alcanzado.

Nuestra pregunta de más arriba se contesta, entonces, con arreglo a la lógica más elemental: la contrarrevolución al neomarxismo debe tomar la dirección diametralmente opuesta a la revolución neomarxista. Esto es: en economía propender a la desregulación de los mercados, garantizar la seguridad jurídica, los derechos de propiedad y minimizar las funciones del Estado maximizando su efectividad en aquellas funciones que le son naturales (justicia, seguridad, defensa, salud); en política instalar una visión de la democracia como medio para la libertad del pueblo, entendido éste no como una entidad metafísica sino simplemente como el conjunto de todos los ciudadanos, donde los límites al poder son la consecuencia lógica de la heterogeneidad intrínseca a un pueblo concebido en dichos términos; en la dimensión jurídica lograr instalar una teoría de la justicia donde la responsabilidad individual esté en la base de la convivencia social pacífica; y finalmente, en el terreno cultural, divulgar la cultura del trabajo, la cultura del esfuerzo, mostrar la conveniencia de ciertos valores respecto de otros y renegar de la popularidad de lo vulgar.

La era del neomarxismo parece estar acabando de a poco. La pregunta que queda abierta es: ¿contrarrevolución o reformismo?