viernes, 9 de diciembre de 2016

GUERRA REVOLUCIONARIA ARGENTINA




Ofrecemos a nuestros lectores la Introducción, Prólogo y los tres primeros capítulos del libro

GUERRA REVOLUCIONARIA ARGENTINA (1969-1979)

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Jorge Fernández Zicavo

Registro Propiedad Intelectual 16/2015/5928
Comunidad de Madrid – España
Autoedición "papel", 2015
Edición E.book KINDLE-AMAZON, 2016


A las víctimas del terrorismo, eliminadas de la historia argentina ante la indiferencia cómplice de una sociedad amnésica y corrompida.

También a los que, por desconocimiento o para ocultar su pasado criminal, dicen que no hubo una guerra...


En su primera etapa la lucha armada será una guerra civil y se irá transformando paulatinamente en una guerra nacional antiimperialista.
Partido Revolucionario de los Trabajadores. IV Congreso 02.1968

De acuerdo a las características de la revolución en nuestro país, definimos nuestra guerra como guerra civil revolucionaria.
Partido Revolucionario de los Trabajadores. V Congreso 30.07. 1970

Nuestra estrategia para tomar el poder e instaurar el Socialismo Nacional es la guerra revolucionaria total, nacional y prolongada mediante guerra de guerrillas urbana y rural.
Carta de Montoneros a Perón. 09.02.1971

Nuestra concepción estratégica frente al imperialismo ha decidido la vía armada como única posible para la conquista socialista del poder. La guerra revolucionaria se caracterizará como guerra de guerrillas.
Fuerzas Argentinas de Liberación, 1972

Todos los miembros del Partido Montonero son, a la vez, mientras permanezca esta situación de guerra, integrantes del Ejército Montonero y oficiales de las Milicias Montoneras.
Conducción Nacional. Resolución 001/1978

El fenómeno terrorista en la República Argentina debe clasificarse como una guerra revolucionaria contra la sociedad y el Estado.
Tribunal de la Causa 13/1984


INTRODUCCIÓN

Entre abril de 1969 y noviembre de 1979, la izquierda argentina, entrenada y coordinada por la Cuba castrista, inició una guerra civil revolucionaria para tomar el poder e implantar una República socialista con dictadura de partido único.

Sin embargo, a partir del restablecimiento de la democracia en 1984, consiguió imponer, gracias a la indiferencia cómplice de gobernantes paralizados por aritméticas electorales y progresismo políticamente correcto, un relato histórico que omite la existencia de dicha guerra para ocultar su pasado mercenario al servicio del Estado comunista cubano, sus delitos de lesa humanidad contra la población civil, sus crímenes de guerra en un conflicto armado interior y su sedición contra la República constituida en 1853.

Este breve libro, estructurado como una panorámica histórica muy resumida, pero sólidamente documentada, contrasta la falsedad del relato izquierdista con la irrefutable convalidación empírica proporcionada por la narración cronológica de las más relevantes acciones terroristas y militares durante la “guerra popular”. Y también, por la probada subordinación de las organizaciones subversivas a la Cuba castrista mediante entrenamiento militar, refugio de criminales, depósito de las fortunas obtenidas con los secuestros, relaciones de la embajada cubana con las organizaciones subversivas, etc.

Como consecuencia de esta contundencia documental, que posibilita la máxima objetividad posible porque se nutre de hechos acreditados, durante el recorrido del texto el lector irá sacando sus propias conclusiones.


PRÓLOGO

He concebido este libro teniendo en cuenta, muy especialmente, a las dos últimas generaciones de argentinos que sólo conocen una única versión histórica de la década ’70 del siglo XX: el Relato CONADEP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas), que legitima tomar el poder mediante el terrorismo si éste persigue fines políticos, a su juicio, justos e ‘idealistas’.

Un relato elaborado por ex terroristas y fiscales de reconocida filiación izquierdista, alentados todos ellos por el presidente de la Nación, ex abogado de terroristas y padre de una terrorista, Raúl Alfonsín. (1)

El accionar terrorista y militar de la izquierda durante diez años y ocho meses, fue eliminado del Relato CONADEP, pero basta cotejarlo con una recopilación de hechos, datos y documentos, para reconstruir la verdad histórica y evidenciar el origen de su guerra revolucionaria resumido en la tesis de este ensayo. Nada original, por cierto, pues es algo sobradamente acreditado a partir de la Conferencia OLAS del Estado cubano en 1967.

“Entre 1969 y 1979 la izquierda argentina operó como mercenaria de la Cuba castrista en el Frente Cono Sur de su guerra revolucionaria continental proclamada en 1967; pero, a su vez, Cuba era mercenaria de una Unión Soviética, en ‘guerra fría’ con Estados Unidos, que sufragaba la economía y la defensa de su portaviones del Caribe. En el campo de batalla latinoamericano de esa guerra, Argentina fue escogida por el imperialismo soviético para sus operaciones políticas y militares”.

Los vínculos entre las organizaciones terroristas-militares y el Estado cubano, la consigna del ‘Che’ Guevara “Crear dos, tres, muchos Vietnam” y la de Fidel Castro “Convertir la cordillera de los Andes en la Sierra Maestra de América”, los 42 misiles nucleares instalados en Cuba por la URSS en 1962, y los dieciséis años que el Ejército cubano combatió en su nombre en Argelia, Congo, Siria, Etiopía y Angola, demuestran rotundamente la dimensión geopolítica de la guerra revolucionaria latinoamericana y la subordinación de la pequeña y subdesarrollada Cuba a la Rusia imperial.

Ya abordaremos la estatal Conferencia de la OLAS que en 1967 proclamó oficialmente la guerra revolucionaria castrista en toda América Latina; pero ahora procede rechazar de entrada la insostenible versión del Relato CONADEP, basado en “ideas fuerza” tales como…

No existió ninguna guerra, sino violencia popular contra dictaduras y oligarquías explotadoras. Los desaparecidos eran militantes populares, civiles opositores, jóvenes idealistas que luchaban por una Argentina socialmente justa y liberada del imperialismo yanki… etc..

Esta justificación de la violencia ‘popular’ por una causa ‘social y patriótica’, es funcional al mito básico del marxismo latinoamericano esbozado por el intelectual y fundador del Partido Comunista de Perú, José Carlos Mariátegui: Liberación Social y Nacional, que sólo sería posible en naciones comunistas y/o “patrias socialistas”.

La declaración de una guerra continental proclamada por la OLAS cubana y la simultaneidad con la que se fundaron las organizaciones armadas que la harían posible, desmienten la hipótesis de una especificidad argentina ajena a un mundo bipolar inmerso en una ‘guerra fría’ en la que se enfrentaban dos modelos ideológicos irreconciliables: libertad democrática y esclavitud totalitaria.

Asimismo, los románticos ‘militantes populares’ no asesinaban para conseguir “un nuevo mundo socialista de felicidad colectiva” (Santucho) sino para implantar una siniestra dictadura comunista de partido único como en Cuba y, finalmente, operaron contra la sociedad y el Estado tanto bajo gobiernos constitucionales como dictatoriales. Más aún: comenzaron a hacerlo durante los primeros.

Notas
1. Alfonsín en Causa 305/1973 Cámara Penal Federal ‘Secuestro y asesinato de Oberdán Sallustro’:
“Los subversivos no son delincuentes, sino combatientes, integrantes de un Ejército Revolucionario del Pueblo alzado en armas, en rebelión abierta, en operaciones. En síntesis, fue una guerra”.
La Prensa, 04.09.1985.

Respecto a su hija erpiana: J.B. Yofre, Nadie Fue, Pág. 255



1. DE LA SIERRA MAESTRA A TUCUMÁN Y SALTA

Conscientes de que Estados Unidos no permitiría a 370 km. de su costa atlántica el régimen y Estado comunista que ya tenían decidido en 1956 al desembarcar con el Granma, el flamante Gobierno castrista inició inmediatamente una subversión armada en el Caribe y Centroamérica para que las izquierdas tomaran el poder y formaran junto con Cuba un bloque de países política, económica y militarmente solidarios. Una hipótesis (reacción de EEUU) que sería confirmada en abril de 1961 con la invasión anticastrista en Bahía Cochinos organizada por la CIA durante la presidencia de Kennedy.

Tantas prisas tenían que, tan sólo 15 días después de su entrada triunfal en La Habana (08.01.1959), Fidel Castro viajó a Caracas. Allí, tras reunirse con el Partido Comunista venezolano, éste publicó un documento de adhesión al programa estratégico propuesto por los cubanos:

1. La mayoría de los países de América Latina tendrán que recorrer un camino no pacífico para alcanzar su liberación.

2. La perspectiva socialista de la revolución latinoamericana.

3. La necesidad de coordinar la solidaridad a escala continental y mundial.

4. La importancia internacional de la victoria de la Revolución Socialista de Cuba y la ineludible tarea de defenderla.

5. El deber de un revolucionario es hacer la revolución.

Ocho años después, esos cinco puntos programáticos serían reproducidos por la Conferencia de la OLAS que ensangrentaría toda América Latina durante dos décadas; pero la jefatura castrista comenzó de inmediato a exportar su ‘camino no pacífico’.

El 16 de abril, 82 cubanos del Ejército Rebelde (futuro FAR) zarparon hacia Panamá para abrir un ‘foco’ guerrillero. Las barcazas naufragaron en las marismas y todos fueron capturados.

El 1 de junio, 75 nicaragüenses procedentes de Cuba desembarcaron en su país para iniciar una insurrección contra Anastasio Somoza. Fueron aniquilados sin piedad por la Guardia Nacional del dictador.

El 14 de junio, una fuerza de 217 cubanos del Ejército Rebelde y algunos civiles dominicanos, transportados en un guardacostas y tres fragatas de la Armada, desembarcó en Santa Constanza y en Puerto Plata, Santo Domingo. Fueron capturados por el Ejército, y por orden del dictador Rafael Trujillo les cortaron las manos a machetazos para que murieran desangrándose lentamente.

El 14 de agosto, 18 cubanos del Ejército Rebelde, 10 haitianos y 2 venezolanos desembarcaron en Haití para iniciar una insurrección contra François Duvalier. La guardia personal de ‘Papá Doc’, los sanguinarios Tonton Macoutes, los aniquiló en una matanza más dantesca que la de Santo Domingo, mediante torturas y sacrificios rituales del vudú.

En noviembre, las agresiones del dictador Fidel Castro llegaban a la remota y entonces democrática Argentina, con un nombre quechua…


2. UTURUNCOS

‘Hombres pumas’ dirigidos por John W. Cooke, ex diputado peronista y ex delegado de Perón en Argentina, residente en La Habana, amigo del ‘Che’ y comandante honorífico de las Fuerzas Armadas por su actuación durante la invasión anticastrista en Bahía Cochinos. Los jefes en Argentina eran trotsko-peronistas curtidos en la Resistencia contra el Gobierno de la Revolución Libertadora; 'cuadros' como Enrique Mena, Juan Díaz, Genaro Carabajal y Félix Serravalle.

En noviembre de 1959 (Gobierno constitucional de Arturo Frondizi) diez guerrilleros montaron un campamento en el cerro Cochuna, Tucumán, y asaltaron los destacamentos policiales de Alto Verde, Las Banderitas y San Miguel. Muy pronto fueron detenidos. En diciembre, Carabajal, Serravalle y otros tres, coparon la Comisaría de Frías, Santiago del Estero. En febrero de 1960 la Gendarmería Nacional localizó nuevos campamentos en Tucumán y Santiago del Estero, acabando con el Uturuncos rural; pero el 12 de marzo su célula terrorista de Buenos Aires dinamitó la casa del mayor del Ejército David Cabrera muriendo su hija Guillermina, de tres años, y quedando gravemente herido su hermano Jerónimo, de cinco.

Ernesto Salas, en su libro Uturuncos. Orígenes de la Guerrilla Peronista, aportó esta información:

“Manuel Mena, condenado a siete años de prisión, se fugó del hospital penitenciario del Chaco y viajó a La Habana, donde se entrevistó con el ‘Che’. A principios de 1963 regresó, y en mayo montó un campamento con militantes entrenados en Cuba. Al parecer, el plan de Mena era complementario del grupo guerrillero de Masetti”.

El 26.07.1960 Fidel Castro amenazó:

“Continuaremos haciendo de nuestra patria un ejemplo que convierta la cordillera de los Andes en la Sierra Maestra de toda América”.

[El 4 de enero de 1960, el ‘Che’ sugirió a unos argentinos en La Habana, un fantástico plan para “tomar la Casa Rosada a partir de un 'foco' de 50 jóvenes guerrilleros en las sierras cordobesas]. (2)

[Durante aquel año 1960, los comunistas nicaragüenses fundaron el Frente Sandinista de Liberación con 55 compatriotas y cuatro oficiales cubanos]

En 1961, la Unión Soviética decidió incluir las operaciones cubanas en su estrategia de ‘guerra fría’ con los Estados Unidos:

El 29 de julio de 1961 el jefe del KGB, Alexander Shelepin elevó al primer ministro Jruschov un plan global contra Estados Unidos y sus aliados tendiente a “crear circunstancias en diferentes áreas del mundo que podrían ayudar a desvirtuar la atención y las fuerzas de los Estados Unidos y sus aliados, y podrían restringirlos durante el arreglo de un tratado de paz para Alemania y Berlín Occidental”. Al tope de la lista de lugares para operar estaban los “regímenes reaccionarios” en el patio trasero del adversario: Centroamérica; y la cabeza de playa sería Nicaragua. El 1º de agosto esa estrategia sería aprobada por el Politburó del Comité Central. (3)

Tres días después, la URSS firmó un Acuerdo secreto con Cuba: 130 piezas de artillería, 80 tanques y 41 cazas MIG por valor de 48.000.000 de USD, de los cuales sólo deberían pagar dieciocho.

En 1962, se fundaron en Guatemala las Fuerzas Armadas Rebeldes entrenadas en Cuba; y Alicia Eguren, esposa de Cooke, envió cincuenta argentinos a la isla con el mismo fin. Curiosamente, la misma cifra fantaseada por el 'Che'.

Notas
2. Osvaldo Bayer. Citado por Yofre, Fue Cuba, p.69
3. Juan Bautista Yofre, Fue Cuba, p.64



3. EJÉRCITO GUERRILLERO DEL PUEBLO

En 1963, el EGP supuso una agresión a la soberanía nacional mucho más grave que la de Uturuncos, pues no se trató de un grupo de probada aunque difusa vinculación con el régimen castrista, sino de una organización fundada por el Estado cubano para operar contra el Estado argentino, con mercenarios argentinos al mando de oficiales cubanos. O sea: un casus belli en toda regla.

Y por si eso fuera poco, en esa Operación Penélope estuvieron implicados otros cuatro países: Argelia, Checoslovaquia, República Democrática Alemana y la Unión Soviética que dio el visto bueno, pues los Servicios de Inteligencia de todos los países del bloque soviético, al que informalmente pertenecía Cuba desde 1962, estaban supervisados por el Comité para la Seguridad del Estado (KGB). Desde 1970, la subordinación cubana sería oficial.

El EGP fue ideado por el ‘Che’ y organizado por quienes durante veinte años dirigirían la subversión continental mediante la Operación Fantasma (“Convertir la cordillera de los Andes en…”) iniciada en 1962; el entonces viceministro del Interior, Manuel Piñeiro Losada ‘Barbarroja’, y el jefe de Contrainteligencia Militar y ministro del Interior, general Colomé Ibarra ‘Furry’.
Ambos compartían informaciones con sus colegas checoslovacos desde 1959, pero en diciembre de 1962 pusieron en marcha la Operación Manuel destinada a evitar que los viajes a Cuba de los izquierdistas latinoamericanos quedaran registrados en sus pasaportes. Para ello, en el aeropuerto de Praga les daban unos pasaportes cubanos ‘especiales’ que les eran retirados a la vuelta.

Estaba previsto que Guevara se incorporase al EGP cuando estuviera consolidado. Mientras tanto el mando lo tendría Jorge Ricardo Masetti, periodista argentino radicado en Cuba y cofundador de la agencia estatal de noticias Prensa Latina. Sus asesores militares eran los oficiales cubanos y miembros de la custodia del ‘Che’, capitán Horacio Peña Torres y teniente Juan Alberto Castellanos. ‘Furry’, Masetti, los cubanos, el mendocino Ciro Bustos y dos chaqueños, estuvieron cuatro meses en Argel. La Inteligencia argelina les dio pasaportes y los camufló en una misión comercial para entrar en Brasil, escala previa a La Paz. La agente argentina de la STASI alemana, Haydé Tamara Bunke Bider, ‘Tania,’ ya llevaba unos meses allí creando una red junto con el capitán cubano José ‘Papi’ Tamayo. Colomé Ibarra ‘Furry’, compró una finca en Emborozú, Cochabamba, y se alojó durante unas semanas en Buenos Aires y Córdoba (4). El 21 de junio de 1963 el EGP cruzó la frontera de Salta y permaneció dos meses explorando la zona.

[Durante ese mes de junio, 60 nicaragüenses del Frente Sandinista de Liberación Nacional entrenados en Cuba y acampados en Honduras, intentaron entrar en Nicaragua pero, tras un enfrentamiento armado con la Guardia Nacional debieron replegarse. En julio se fundó TUPAMAROS en Uruguay, bajo un Gobierno constitucional]

En agosto, los egepistas regresaron a Bolivia y el 24 de septiembre entraron definitivamente en Argentina.

1964

El 4 de marzo de 1964 (Gobierno constitucional de Arturo Illia), la Gendarmería Nacional capturó a siete de ellos, incluido el teniente cubano Castellanos y dos policías federales infiltrados. El general Julio Rodolfo Alsogaray, Comandante de la Gendarmería Nacional, declaró:

Este es el primer paso de la guerra revolucionaria. No es un hecho aislado. Se trata de una organización importante y seria dentro de su tipo de acción revolucionaria, que cuenta con conexiones dentro y fuera del país. Ciertas autoridades y el público se muestran remisos a creer la realidad. Sin embargo, en la Argentina, la guerra revolucionaria ya empezó.

Aquello no era todavía una guerra revolucionaria, sino un experimento foquista más, pero Alsogaray sabía lo que decía de las conexiones extranjeras: Guido Peredo, fundador del Partido Comunista boliviano, su hermano Roberto y Jorge Vázquez (los tres entrenados en Cuba) dieron apoyo logístico al EGP en La Paz. En 1967 integrarían la guerrilla del ‘Che’.

El 13 de abril, la Gendarmería localizó en La Quiaca (Jujuy), un arsenal con lanzagranadas RPG, y el 15, capturó a cinco egepistas.

El 18, se produjo en Orán, Salta, un enfrentamiento armado entre el capitán Horacio Peña Torres y la Gendarmería Nacional, muriendo el cubano y el gendarme Juan Adolfo Romero, primera víctima de las fuerzas del Estado muerto por las agresiones castro-guevaristas.

Días después, los restantes guerrilleros fueron capturados. Ante el desastre, Masetti se internó en la selva y nunca más se supo de él.

El 21 de julio, tres meses después del enfrentamiento armado de Salta, explotó en un edificio de Posadas 1168, Capital Federal, un arsenal que se atribuyó a las Fuerzas Armadas de la Revolución Nacional (FARN). Subordinadas a Cooke, pero que era compartido con la célula porteña del EGP integrada por Mario Roberto Santucho, Liliana Delfino, Roberto Ciro Bustos y los ex militantes del Partido Comunista, Juan Carlos Portantiero y José Luis Mangieri. En la explosión murieron el uturunco Ángel Bengoechea, otros cuatro terroristas y seis vecinos.

Años después, se supo que ‘Furry’ consiguió llegar a la Patagonia y desde allí inició una complicada ruta clandestina hacia Cuba.

[En cuanto a la subversión castrista en el continente durante diciembre de 1964, cuando el EGP llevaba tres meses en Argentina, se descubrió en Venezuela un cargamento cubano enterrado en Macama, Paraguaná: cañones, morteros, bazookas, sub-ametralladoras UZI, fusiles FAL y explosivos. El presidente constitucional Betancourt pidió a la OEA que denunciara a Cuba. Pero daba igual, pues estaba expulsada desde 1962; precisamente por suministrar armas a las guerrillas de Venezuela y Colombia].

[En 2005 Fidel Castro reconocería la participación de ‘revolucionarios’ cubanos en Salta y tuvo la desfachatez de pedir que se repatriaran los restos del invasor Horacio Peña Torres; cosa a la que accedió el ‘compañero’ Néstor Kirchner]

Notas
4. Testimonio de Roberto Ciro Bustos

jueves, 8 de diciembre de 2016

LA REPÚBLICA SUICIDA (II República Española)




Ofrecemos a nuestros lectores la Introducción y los dos primeros capítulos del libro
LA REPÚBLICA SUICIDA
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Jorge Fernández Zicavo

Registro Propiedad Intelectual de Madrid
16/2006/5627
Autoedición papel, 2006
Edición E.book Kindle-Amazon, 2016


Dedico este libro a los grandes olvidados de la "memoria histórica" políticamente correcta: a los 354 Guardias Civiles, de Asalto, Seguridad, Carabineros y miembros del Ejército que murieron defendiendo al Estado republicano en las insurrecciones armadas de las izquierdas; y a sus 921 compañeros heridos de bala. También a los 19 pasajeros muertos en el tren dinamitado en Valencia en diciembre de 1933 y a los 30 religiosos asesinados en Asturias en octubre de 1934

Lo más notable de las historias de la República y la Guerra Civil española escritas desde la izquierda, son los vacíos de sus borrados y los ruidos de sus silencios. Su patético combate contra el palimpsesto


INTRODUCCIÓN

La operación mediática denominada "recuperación de la memoria histórica", iniciada por el Partido Socialista Obrero Español, y por el Partido Comunista de España mediante su tapadera electoral Izquierda Unida, durante la campaña para las elecciones generales del año 2000 y aún plenamente vigente y potenciada, se articuló sobre una falsa narrativa de la Segunda República, cuya premisa básica afirma que las izquierdas la adoptaron como suya desde el primer momento y que la defendieron de los ataques de las derechas. Esta versión, diseñada por la propaganda de la Komintern para justificar la intervención de sus Brigadas Internacionales y del Ejército Rojo soviético durante la guerra civil, en nombre de una "lucha contra el fascismo", todavía está omnipresente en la bibliografía izquierdista.

Los hechos y documentos históricos refutan el mito de una izquierda "socialdemócrata" favorable a la República y demuestran justamente lo contrario: era una izquierda "revolucionaria"; integrada por anarquistas, comunistas y socialistas entonces "bolchevizados", que atacó al nuevo régimen desde el mismo día de su proclamación porque seguía siendo capitalista y burgués. A diferencia de las derechas, que lo acataron pues les daba igual un régimen monárquico o republicano siempre que garantizara la continuidad del sistema: democracia parlamentaria, derecho a la propiedad privada, libertad de prensa, orden público, etc.

Por supuesto, este enfoque general, basado en hechos abrumadoramente acreditados, ya ha sido expuesto por algunos (pocos) historiadores, pero el presente ensayo, soportado documentalmente por la prensa de la época y por archivos del PSOE, del PCE y de la Komintern, pretende llenar una sorprendente ausencia en la -muy escasa-, bibliografía sobre la Segunda República: la reconstrucción de las ofensivas insurreccionales de las izquierdas contra los gobiernos del nuevo régimen, la Iglesia Católica y los partidos de derechas liberales y conservadoras que han sido mencionadas fugaz y tangencialmente.

Un ejemplo notable de esta omisión, lo encontramos nada menos que en el prestigioso Hugh Thomas, que en La Guerra Civil Española dedica tres líneas a la insurrección socialista de Madrid en octubre de 1934 que duró… nueve días; lo cual demuestra que ni siquiera consultó hemerotecas y archivos de un país que sólo conoció como turista mientras leía "para iniciarme en la historia de la España moderna", El Laberinto Español, de Gerald Brenan: un libro paradigmático (por la descarada manipulación de sus lectores), en la historiografía marxista sobre la Guerra Civil española.

Aquellas insurrecciones anarquistas, comunistas y socialistas fueron toleradas durante cinco años por el oportunismo de los gobiernos republicanos de centroizquierda, y por la cobardía de los de centroderecha que no se atrevieron a aplicar todo el peso de la ley a los enemigos de la República. La indiferencia y ceguera histórica de esos políticos, ante la subversión comunista que desde la revolución rusa de 1917 se extendía por toda Europa y ya había destruido la socialdemócrata República de Weimar a beneficio de los nazis, sumiría a la Segunda República en un proceso de autodestrucción suicida que arrastraría a los españoles hacia una larga y sangrienta guerra civil.

1
LA REPÚBLICA GOLPISTA


Los datos mínimos de España en 1931, indican que por su desarrollo industrial, agrario, comercial y financiero ocupaba una posición media en la escala europea y que, en líneas generales, las rentas eran aceptablemente buenas para la clase media urbana y obrera cualificada, regular para los pequeños propietarios agrícolas, y pésima para los peones rurales: salarios miserables, analfabetismo y un latifundismo que en algunas provincias concentraba en diez familias el 60% de las tierras.

La Peseta no era una de las principales divisas internacionales, pero estaba avalada por la cuarta reserva mundial de oro. La industria metalúrgica se abastecía con la minería nacional, y la textil estaba muy desarrollada en Cataluña. El número de estudiantes universitarios se había duplicado en los últimos veinte años y la incorporación de la mujer al trabajo era lenta pero progresiva. El sector industrial empleaba a 2.325.000 personas, el de servicios a 2.500.000 y el rural a 1.900.000. En cuanto a su mundo cultural, la lista de talentos era apabullante: Benito Pérez Galdós, Pío Baroja, los hermanos Antonio y Manuel Machado, Federico García Lorca, Manuel de Falla, Jorge Guillén, Picasso, Gris, Miró, Dalí, Buñuel, Menéndez Pidal, Unamuno, Ortega y Gasset, Ramón y Cajal, Gregorio Marañón, Salvador de Madariaga, Jacinto Benavente, Gómez de la Serna, Ramón Jiménez….

El historiador Stanley Payne resumió así el primer tercio del Siglo XX en España:

El resultado, fue el comienzo de una transformación sociocultural que dio lugar a la más fundamental de las revoluciones: la revolución psicológica de las aspiraciones crecientes. En 1930 y por vez primera, millones de españoles esperaban la rápida continuación, e incluso el aumento, de mejoras cruciales en asuntos sociales y políticos. Salvo que se tome en consideración la magnitud de esa reciente expansión y sus correlativos cambios sociales y psicológicos, no puede comprenderse la sociedad española de los años treinta. Las radicales exigencias que siguieron, no derivaban del hecho de que, con anterioridad, España hubiera sido incapaz de progresar, sino precisamente de que, en muchos campos, se había llevado a cabo un veloz progreso. Conforme millones de personas experimentaban una rápida mejoría en sus vidas, ellos y también otros, estaban decididos a exigir todavía más.
(El Colapso de la República)

De las etapas precedentes, cabe destacar la Primera República (1873) que sólo duró once meses por no garantizar el orden público y la unidad nacional. La Restauración monárquica y parlamentaria de los Borbones con Alfonso XII (1875) y continuada por su hijo Alfonso XIII (1902), bajo cuyos reinados España disfrutó de desarrollo económico y estabilidad institucional gracias a una alternancia pactada de gobiernos conservadores y liberales. Y, por último, la dictadura del general Miguel Primo de Rivera (1923-1930) motivada por los fracasos militares en Marruecos y el terrorismo anarquista. Una singular "dictablanda" (Azaña: "Apenas una molestia") que, además de ser aceptada por Alfonso XIII, fue apoyada por el marxista PSOE, cuyo líder, Francisco Largo Caballero, fue nombrado Consejero de Estado para asuntos de Trabajo.

Los anarquistas, temiendo que el desarrollo económico y la democracia liberal bajo los reinados de Alfonso XII y XIII debilitaran la "conciencia revolucionaria del proletariado", durante ambos reinados asesinaron nada menos que a tres presidentes de Gobierno: Cánovas, Canalejas y Dato, y en 1906 atentaron contra Alfonso XIII el día de su boda provocando treinta muertos y cien heridos entre el público que presenciaba en la calle Mayor, de Madrid, el paso del carruaje tras la ceremonia religiosa en la iglesia San Jerónimo, el Real.

En 1909, provocaron la "Semana Trágica de Barcelona": 118 muertos y 350 heridos, más 19 iglesias, 20 conventos y 17 colegios religiosos incendiados. En 1917, junto con la Unión General de Trabajadores (PSOE), declararon una huelga revolucionaria que causó 93 muertos y 150 heridos.

El balance del terrorismo anarquista de esos años arroja cifras impresionantes: sólo entre 1917 y 1923 se computaron 1.400 atentados, que causaron más de 1.000 víctimas entre muertos y heridos. La dictadura de Primo de Rivera puso fin a esos veintisiete años de pesadilla terrorista, pero en 1931, la anarquista Confederación Nacional de Trabajadores (CNT) tenía unos 600.000 afiliados. El anarquismo español fue el más poderoso del mundo y el único que consiguió implantar un régimen de comunismo libertario: en Aragón y Cataluña, durante el primer año de la guerra civil.

La violencia anarquista en España durante el Siglo XIX y primeras décadas del XX ya preanunciaba lo que ocurriría durante la Segunda República.

Respecto a la llegada de ésta, que la demagogia izquierdista asignó "al pueblo", lo cierto es que el cambio de régimen fue pactado en San Sebastián (17.8.1930) por políticos y militares de derecha, centro e izquierda, liderados por el partido Derecha Liberal Republicana de Niceto Alcalá-Zamora. El “pueblo”, no tuvo ningún protagonismo.

En diciembre de 1930, los conspiradores habían intentado precipitar la caída de la monarquía mediante un alzamiento militar en Jaca (Huesca), pero fracasaron y fueron fusilados los capitanes del Ejército, Galán y García Hernández.

Finalmente, el 14 de abril de 1931 lograron proclamar la Segunda República al convertir las elecciones municipales del día 12 en un golpe de Estado.

En la noche del lunes 13, el Ministerio de Gobernación comunicó que los monárquicos habían ganado en treinta y nueve de las cuarenta y siete provincias por 22.150 concejales contra 5.875 de republicanos y socialistas. Pero éstos últimos, más votados en las grandes ciudades, al día siguiente emitieron un Manifiesto Revolucionario afirmando que esos votos, "la voz de la España viva", eran más relevantes que "el voto rural de los feudos" y que, en consecuencia, "han tenido el valor de un plebiscito desfavorable a la Monarquía y favorable a la República".

Añadían que, "en nombre de esa España mayoritaria (sic) que circunstancialmente representamos", implantarían la República aunque se opusieran "las instituciones más altas del Estado, los órganos de Gobierno y los Institutos armados".
En otras palabras: si el Rey, el Gobierno y el Ejército no entregaban el poder a quienes ganaron las elecciones municipales en las capitales de algunas provincias, lo tomarían violentamente.

Esta fue la primera plana del diario republicano-conservador Ahora:

Horas de terrible incertidumbre. Un momento angustioso en el que se está forjando el porvenir de la Patria.

Y, habiendo ganado los monárquicos por una proporción de cuatro a uno:

El triunfo electoral del bloque antimonárquico en casi toda España ha puesto al país en el duro trance de la revolución.

Incertidumbre, angustia, triunfo y revolución. El orden de estas palabras no era casual: técnicas subversivas de escalada de la tensión. Estaban tan decididos a tomar el poder como fuera, que introducían el término revolución, y no reparaban en la incongruencia de incluir el comunicado oficial con el triunfo de… los monárquicos.

El Debate (Acción Católica) refutaba la hipótesis golpista del plebiscito:

Quienes creen obligada la abdicación del Rey por consecuencia de las elecciones del domingo, dan a estas el alcance y el carácter de un plebiscito republicano, de un fallo definitivo e inapelable. No hay tal (…) No ha habido en el supuesto plebiscito mayoría republicana. Se quiere prescindir de las elecciones en miles de pueblos. ¿Qué es esto? ¿Hay españoles de inferior condición ciudadana? ¿Qué espíritu democrático sostiene esa monstruosidad? (…) Los republicanos, en suma, pueden estar satisfechos de su triunfo; pero no pueden decir que anteayer decidió España cambiar su forma de Gobierno. Ni dijo España eso, ni nadie se lo preguntó.

El monárquico ABC proponía una solución legal y democrática:

La jornada electoral del domingo acentúa la crisis en que nos hallamos desde la caída de la Dictadura. Sólo el Parlamento puede darle solución legítima. Lo demás, todo lo que se intente y se haga sin la decisión del Parlamento, cualquier empeño de resolver la crisis ilegalmente y de imponer hechos consumados a la soberanía nacional, sería la discordia y el desorden.

Pero el rey Alfonso XIII, apoyado sólo por una parte del Ejército y abandonado por íntimos colaboradores, como el ministro de Exteriores, Álvaro de Figueroa, y el presidente del Gobierno, almirante Juan Bautista Aznar, decidió marcharse del país para evitar una guerra civil.

Lo hizo a las nueve de la noche del 14 de abril, dejando un Mensaje marcado por la desinformación interesada (ganaban las elecciones) y fuertes presiones psicológicas, de un entorno derrotista:

Las elecciones celebradas el domingo me revelan claramente que no tengo hoy el amor de mi pueblo. Mi conciencia me dice que ese desvío no será definitivo, porque procuré siempre servir a España, puesto el único afán en el interés público hasta en las más críticas coyunturas. Un Rey puede equivocarse, y sin duda erré yo alguna vez; pero sé bien que nuestra Patria se mostró en todo momento generosa ante las culpas sin malicia. Soy el Rey de todos los españoles, y también un español. Hallaría medios sobrados de mantener mis regias prerrogativas, en eficaz forcejeo con quienes las combaten. Pero, resueltamente, quiero apartarme de cuanto sea lanzar a un compatriota contra otro en fratricida guerra civil. No renuncio a ninguno de mis derechos, porque más que míos son depósito acumulado por la Historia, de cuya custodia ha de pedirme un día cuenta rigurosa. Espero a conocer la auténtica y adecuada expresión de la conciencia colectiva, y mientras habla la nación suspendo deliberadamente el ejercicio del Poder Real y me aparto de España, reconociéndola así como única señora de sus destinos. También ahora creo cumplir el deber que me dicta mi amor a la Patria. Pido a Dios que tan hondo como yo, lo sientan y lo cumplan los demás españoles.

(ABC, 17.04.1931)

La alteración del escrutinio por el Gobierno de facto fue tan delictiva, que nunca se publicaron los resultados, ni existe Acta oficial de las elecciones más escandalosas de la historia de España, en las que votaron 2.914.080 ciudadanos.

Después de dos años y ocho meses, se dieron a conocer datos "estimados" en el Anuario Estadístico Madrid 1932-1933 editado por el Instituto Geográfico; el organismo oficial de censos, estadísticas y catastro.

En él "se estima" que los republicanos obtuvieron 40.168 concejales y 19.035 los monárquicos, pero añadiendo que en el grupo Otros ("presumibles monárquicos") se computan 15.198 concejales; y que un cuarto grupo, calificado como Sin Datos, obtuvo 6.991. Esperpéntico informe oficial: "estimados, presumibles, otros y sin datos".

Además, el Anuario no cita la fuente de esas cifras, ni menciona los votos recibidos por cada partido. De todas maneras, la inexistencia del Acta constituye la prueba más rotunda de la anulación de la voluntad popular llevada a cabo por el PSOE y los partidos republicanos. Que en diciembre de 1931 la Segunda República fuera legitimada por una Constitución, no elimina el hecho irrefutable de que se implantó mediante un golpe de Estado electoral.
Los datos del Anuario fueron recogidos en Elecciones y Partidos Políticos de España 1868-1931, de Manuel Cuadrado, quien advirtió:

Estos datos, aparte de confusos en su especificación, son los únicos estimados por el Instituto Geográfico.

Pero a pesar de la advertencia, García Venero, en su libro Madrid, Julio 1936, transforma la estimación en certeza:

Ante la única realidad estadística de que disponemos, parece derrumbarse el supuesto de que el número de concejales monárquicos superó a los republicanos y socialistas.

Por su parte, Emiliano Aguado, en su hagiografía Don Manuel Azaña Díaz, lleva la confusión al paroxismo:

La verdad era que la República había triunfado en las urnas teniendo menos votos que la Monarquía.

Pero, tras reconocer el fraude, lo legitima desde una retórica antidemocrática propia del poeta Pablo Neruda:

La República no necesitaba los votos; pues estaba en las calles, en las fábricas, en el aire y en los labios de los españoles.

Para justificar al golpista Azaña, su hagiógrafo propone que los gobiernos no se elijan por votos, sino por encuestas.

En síntesis, el 14 de abril de 1931 muchos españoles festejaron la proclamación de la Segunda República en las calles. Recambio de un régimen decimonónico agotado, pero no elegida en las urnas por una nación convocada a un Plebiscito o Referéndum sino a unas elecciones municipales; cuyos resultados, por añadidura, fueron manipulados.

El análisis de estos hechos, basado en cifras y datos documentados, evidencia que la Segunda República, tal como reconocieron sus protagonistas, se implantó mediante un golpe de Estado:

El gobierno provisional de la República ha tomado el Poder sin tramitación y sin resistencia ni oposición protocolaria alguna; es el pueblo quien le ha elevado a la posición en que se halla y es él quien en toda España le rinde acatamiento e inviste de autoridad. En su virtud, el presidente del Gobierno provisional de la República asume desde este momento la jefatura del Estado con el asentimiento expreso de las fuerzas políticas triunfantes, y de la voluntad popular, conocedora, antes de emitir su voto en las mismas, de la composición del Gobierno provisional. Interpretando el deseo inequívoco de la nación, el comité de fuerzas políticas coaligadas para la instauración del nuevo Régimen designa a D. Niceto Alcalá Zamora y Torres para el cargo de presidente del Gobierno provisional de la República.

Madrid, 14 de abril de 1931

El Gobierno golpista ni siquiera intentó disimularlo: "ha tomado el Poder"; y con una sintaxis antológica homologó ¡Vivas! y Votos… porque "la voluntad popular asintió… antes de emitir su voto".

El historiador Pío Moa refuta el origen izquierdista y popular de la Segunda República:

Contra una opinión extendida, la República llegó de manos derechistas y, en lo que tuvo de pacífica, por la monarquía. Fueron los conservadores Alcalá-Zamora y Maura los que recogieron las dispersas fuerzas republicanas, les dieron impulso y orientación, y las arrastraron audazmente a ocupar el poder el 14 de abril. Cabe especular que de todas maneras la tendencia dominante en aquellos tiempos era la de izquierda, y que ésta acabaría imponiéndose y trayendo el nuevo régimen, incluso si los conservadores se hubieran tenido aparte. Posiblemente. Pero aun dando por segura esa suposición la República hubiera llegado de otro modo y en otro momento, lo que puede marcar diferencias decisivas. Y tampoco es fácil que la corona hubiera cedido el paso tan dócilmente a una conjunción puramente izquierdista y anarquista.

(Los personajes de la República vistos por ellos mismos)

Y cita a Miguel Maura, Ministro de Gobernación del Gobierno provisional:

La Monarquía se había suicidado, y por tanto, o nos incorporábamos a la revolución naciente para defender dentro de ella los principios conservadores legítimos, o dejábamos el campo libre, en peligrosísima exclusiva, a las izquierdas y agrupaciones obreras

Y a Alcalá-Zamora. Discurso pronunciado en Valencia un año antes; el 13 de abril de 1930:

La mejor solución es la República, para la que existe en España ambiente favorable. Una República, viable, gubernamental, conservadora… la sirvo, la gobierno, la propongo y la defiendo. Una República convulsiva, epiléptica, llena de entusiasmo, de idealidad, mas falta de razón, no asumo la responsabilidad de un Kerenski para implantarla en mi patria.

El Gobierno provisional se constituyó a las siete de la tarde en el Ministerio de Gobernación con republicanos de izquierda y derecha, socialistas y conservadores; aunque su composición parecía más una célula masónica (nueve de los doce ministros, incluido Martínez Barrio: Soberano Gran Inspector General, Grado 33, del Grande Oriente Español), que un gabinete ministerial.

La combinación de marxistas y masones era un mal presagio para la Iglesia. Y también lo era, para esta Segunda República, el espectro de la efímera Primera (febrero 1873 a diciembre 1874), destruida por los "cantonalistas" que querían fundar una Federación de Naciones, como Suiza.

No obstante, los peores augurios sobre la Segunda República surgían al constatar que unos pequeños burgueses, más o menos jacobinos pero defensores de una sociedad económicamente capitalista y políticamente democrática, habían formado coalición con el PSOE, un partido marxista para el que la República "burguesa" solo era una mera etapa hacia la dictadura del proletariado.

Esta arriesgada alianza estaba determinada por la debilidad de los minúsculos partidos republicanos. El PSOE les proporcionaba una gran masa electoral y su poderosa Central Sindical: la Unión General de Trabajadores (UGT).

Pero, con todo, lo más grave no eran las servidumbres de los partidos a la aritmética electoral, sino las psicologías de políticos sectarios y arrogantes como el presidente Alcalá-Zamora y su ministro de guerra Manuel Azaña, que aseguraban su intención de "no permitir" una República gobernada por la derecha, alegando que sólo la izquierda podía reformar las estructuras económicas y sociales. Argumentación profundamente antidemocrática. E insólita, si tenemos en cuenta que la derecha republicana radical tenía dos ministros en el Gobierno provisional, y que uno de ellos era el Gran Maestre, Martínez Barrio, que podría haber moderado las disputas entre los "hermanos".

Apuntemos que la masonería no sólo tendría presencia relevante en todos los gobiernos de esta Segunda República, sino también en las Cortes, inauguradas el 14 de julio de 1931, donde constituían un tercio de los diputados. Con todo, esta presencia no debería resultar sorprendente, pues desde la Ilustración y la Revolución francesa, masonería y república pasaron a ser conceptos inseparables y progresistas que hicieron posible las independencias americanas, la caída de las monarquías absolutistas y la expansión de la democracia. Sin embargo, en su liberalismo tiene cabida el federalismo, palabra siempre inquietante en España. Pero, a pesar de la debilidad de los pequeños partidos republicanos, aquel Gobierno, provisional e ideológicamente dividido, decidió enfrentarse a la Iglesia, a la oligarquía terrateniente y al Ejército.

En la tarde del 14, el presidente de la Generalitat catalana, Francesc Maciá, proclamó la República Catalana Libre. Aterrorizado, Alcalá-Zamora le prometió la Autonomía para Cataluña y nombró al ultranacionalista Lluís Companys, gobernador civil de Barcelona. En esa ciudad, los anarquistas asaltaron una comisaría, con un saldo de doce heridos de bala. Al anochecer, Alfonso XIII viajó a Cartagena y embarcó rumbo a Marsella. Al conocer esta noticia, los comunistas madrileños provocaron desórdenes frente al Palacio Real, siguiendo las indicaciones de una organización desconocida entonces por muchos españoles:

Solamente si el Partido Comunista es capaz de desenmascarar la política de traición del republicanismo burgués en España, y sus agentes en el seno de la clase obrera representados por la socialdemocracia y el anarquismo; si en la lucha por las reivindicaciones de las masas es capaz de destruir las ilusiones republicanas en el seno de éstas, será capaz de transformar el movimiento de las masas en lucha por la destrucción del sistema capitalista.

(Antonio Elorza y Marta Vizcarrondo, Queridos camaradas)

Una auténtica declaración de guerra a la Segunda República lanzada por la Komintern: III Internacional – Comunista, fundada por Lenin en 1919. Un organismo del Partido Comunista de la URSS y, por lo tanto, del Gobierno soviético. Esta simbiosis con un Partido-Estado hacía que fuera, al mismo tiempo, la jefatura del movimiento comunista internacional y un organismo paraestatal de la URSS. Logísticamente era apoyada por la sección Operaciones Exteriores de la NKVD: el aparato de Seguridad del Estado, más tarde denominado KGB.

Pero lo trascendente de la citada declaración de guerra a la República, es que fue leída por el presidente ejecutivo de la Komintern, Dimitri Manuilski, durante la clausura del XI Pleno celebrado en Moscú el 13 de abril de 1931; es decir, que esta línea estratégica fue ordenada al PCE el día anterior a la proclamación de la Segunda República.

Las consecuencias fueron inmediatas: como se ha mencionado, al día siguiente (14), los comunistas madrileños intentaron asaltar el Palacio Real al grito de...

¡VIVA RUSIA Y VIVAN LOS SOVIETS!

Ese mismo día, Mundo Obrero, diario del Comité Central del Partido Comunista s.e.i.c. editó un número especial con la portada…

¡ABAJO LA REPÚBLICA Y VIVAN LOS SOVIETS!

Así recibieron a la Segunda República los comunistas: un pequeño grupo escindido en 1920 de la Federación de Juventudes Socialistas del PSOE, bajo la influencia de los delegados de la Komintern, Mijail Gruzenberg (ruso), Charles Phillips (estadounidense) y Manabendra Nath Roy (hindú). Al año siguiente, fundaron el Partido Comunista de España s.e.i.c. (Sección Española de la Internacional Comunista), supervisada desde Moscú por el Secretariado de Países Latinos de la Komintern: un organismo integrado por el suizo Jules Humbert Droz, el búlgaro Stoyen Minev, el húngaro Herno Gero, y los italianos Palmiro Togliatti y Vittorio Codovilla. Este último, nacionalizado argentino y cofundador del PCA. Más adelante, estos revolucionarios profesionales tendrían un destacado protagonismo en la guerra civil española.

El 15 de abril no hubo incidentes en Madrid, pero en Bilbao los comunistas asaltaron la cárcel de Larrinaga liberando a ciento veintinueve presos comunes. En Sevilla asaltaron dos armerías, se tirotearon con la Guardia Civil con un balance de dos muertos y diecisiete heridos y, finalmente, al grito de ¡Vivan los Soviets y la República Comunista! atacaron el cuartel del Regimiento de Infantería Soria. En Barcelona se produjo un tiroteo entre miembros del Sindicato Único (anarquista) con el resultado de dos muertos y cinco heridos.

Ese mismo día entraba clandestinamente en España el líder anarquista Buenaventura Durruti, acusado de haber asesinado al cardenal Juan Soldevila, de intentar secuestrar en 1926 a Alfonso XIII en París, y de atracar bancos en La Habana, México, Santiago de Chile y Buenos Aires. La llegada de Durruti pocas horas después de proclamarse la República, es un dato significativo.

El 17, una nueva amenaza separatista: el Ejército ocupó Guernica para impedir la proclamación de la República Vasca. Pensaban leer el siguiente documento:

Nosotros, apoderados de los Municipios vizcaínos reunidos en Junta general en el árbol de Guernica, en nombre de Dios Todopoderoso y del pueblo vizcaíno, pedimos que se proclame y reconozca solemnemente la República vasca. Invitamos a los representantes de Álava, Guipúzcoa y Navarra a una similar expresión y adhesión, para llegar al establecimiento de la República vasca o del organismo que libremente represente a nuestra Nación (…) Se establecerá sobre la base de gobierno propio y de federación con los otros Estados de la Península Ibérica.

(El Debate, 18.04.1931)

El día 21, ABC publicó una carta del general de brigada Francisco Franco Bahamonde, entonces director de la Academia Militar, en la que pedía rectificar una noticia errónea: que había sido nombrado Alto Comisario en Marruecos.
Respecto a República expresaba…

Su firme propósito de respetar y acatar la soberanía nacional, anhelando que ésta se exprese por los adecuados cauces jurídicos.

Al día siguiente, ABC se arriesgó a romper la autocensura del resto de la prensa:

Un Gobierno que se ha nombrado a sí mismo, que se ha formado espontáneamente sobre una suposición de voluntad nacional, que se arroga la "plenitud de poderes" sin ninguna limitación legal y que se ha erigido sobre la anulación del Código constitucional y sus garantías, es una dictadura típica, inconfundible.

Así llegó la Segunda República, y así la recibieron sus enemigos: comunistas, anarquistas y nacionalistas catalanes y vascos. En 1934, se les sumarían los socialistas.

En tan sólo 15 días, los ataques contra el nuevo régimen ocasionaron cinco muertos y treinta y cuatro heridos de bala.

2
MAYO DE FUEGO


No tardaron mucho las izquierdas en reiniciar su violencia proletaria contra la República "democrática burguesa". El 30 de abril, como anticipo del 1º de Mayo, Día Internacional de los Trabajadores, los anarquistas barceloneses saquearon un mercado, y en las Ramblas exigieron al cuartel de la Guardia Civil que les entregaran sus armas. Al día siguiente correría la sangre.

En Barcelona, los comunistas antiestalinistas del Bloque Obrero Campesino (BOC) se reunieron en el Palacio de Proyecciones (en lo que fue el recinto de la Exposición Internacional de 1929). Su líder, Joaquín Maurín, propuso:
Asaltar el Banco de España, repartir las tierras, formar tribunales revolucionarios, desarmar la Guardia Civil, disolver la Policía, reemplazar al Ejército por milicias populares y armar al pueblo para defender la revolución.

Al terminar, coincidieron con los del PCE, que salían del Palacio del Vestido marchando tras la pancarta Sección Española de la Internacional Comunista, y juntos se dirigieron a la sede de la Generalitat (Gobierno de Cataluña), donde exigieron ser recibidos por el presidente Maciá. Minutos después llegaron los anarquistas, que venían de celebrar su mitin en el Palacio de Bellas Artes y, tras ser rechazados por la policía, los tres grupos comenzaron a disparar contra el edificio matando a un guardia e hiriendo a dos. Los atacantes sufrieron diez heridos de bala. El gobernador civil, Companys, movilizó al Ejército.

En Bilbao, los comunistas se reunieron en el teatro de los Campos Elíseos, donde la vizcaína Dolores Ibárruri, "Pasionaria", pronunció un duro discurso contra el Gobierno provisional. A continuación, salieron a la calle portando carteles de ¡Gora Euzkadi Askatuta! (Viva Euzkadi Libre) y gritando ¡Viva el comunismo! y ¡Muera la República! Un escuadrón de la Guardia de Seguridad cargó contra ellos, y se desató un tiroteo que causó veintiséis heridos.

A pesar de la gravedad de estos sucesos, con intervención del Ejército incluida, en sus Memorias, marcadas por una amnesia selectiva que supera todo lo previsible en este tipo de libros, Alcalá-Zamora sólo mencionaría el 1º de Mayo en Madrid:

Los espléndidos comienzos de la República parecían afirmarse y el magnífico 1º de mayo tuvo su confirmación de entusiasmo ordenado y tranquilizador con motivo del homenaje a la memoria del fundador del Partido Socialista, Pablo Iglesias.

Días después, el insólito Gobierno de masones de izquierda y derecha, católicos y marxistas, liberales y conservadores, inició su ofensiva contra la Iglesia, que el 15 de abril había hecho público su acatamiento a la República. El 16, el obispo de Barcelona, monseñor Irurita, pidió a sus fieles "el espíritu de cristiano acatamiento al nuevo régimen".

El 17, el Cabildo Catedral de Madrid visitó al Ministro de Justicia para expresarle igual posición, y en días siguientes se emitieron pastorales de similar contenido en todas las provincias. El día 24, el nuncio del Vaticano en Madrid, Federico Tedeschini, escribía a todos los obispos españoles:

De parte del Eminentísimo Señor Cardenal Secretario de Estado de Su Santidad (Eugenio Pacelli, futuro Pío XII), me honro en comunicar a V.E. Rvma. ser deseo de la Santa Sede que V.E. recomiende a los sacerdotes, a los religiosos y a los fieles de su diócesis que respeten los poderes constituidos y obedezcan a ellos para el mantenimiento del orden y para el bien común.

(Víctor M. Arbeloa, La semana trágica de la Iglesia en España)

Los ciudadanos católicos, por su parte, el 26 habían fundado el partido Acción Popular, liderado por el periodista y catedrático de derecho, José María Gil Robles…

para defender los tradicionales valores de religión, familia, orden y propiedad.

Pero el 6 de mayo, el Gobierno provisional eliminó la enseñanza obligatoria de religión en las escuelas públicas mediante un decreto que rompía el Concordato con la Santa Sede. Al día siguiente El Debate publicó una carta pastoral del arzobispo de Toledo, Pedro Segura, que reproducía las instrucciones del Vaticano fechadas el 29 de abril. La consigna era:

Conseguir que sean elegidos para las Cortes Constituyentes candidatos que ofrezcan plena garantía de que defenderán los derechos de la Iglesia y el Orden Social.

La Iglesia y los ciudadanos católicos, en definitiva, querían defender sus intereses y derechos en las elecciones del 28 de junio, pero a este proceder legalista y democrático el Gobierno de "los hijos de la luz" respondió con una brutal agresión.

Datos recopilados en los diarios Ahora, El Sol, El Debate y El Socialista.

Domingo 10: Unas 500 personas se reunieron en el Círculo Monárquico de Madrid (Alcalá, 67) para fundar la Agrupación Monárquica Independiente con vistas a las próximas elecciones. Una vez elegido el Comité Ejecutivo pusieron en un gramófono el disco de la Marcha Real y la cantaron dando vivas al Rey. Como respuesta, un grupo de agitadores republicanos situados en la acera desde las primeras horas, incendió tres automóviles y un kiosco del diario católico El Debate. Acudió una dotación policial, y más tarde, el Jefe Superior de policía de Madrid, que ordenó detener… a los monárquicos. Una vez dentro del camión celular, éstos fueron bajados y apaleados por los agitadores. También acudió el ministro de Gobernación, Miguel Maura. Después de cinco horas de incidentes, un escuadrón de caballería de la Guardia Civil despejó la zona y los monárquicos detenidos fueron trasladados a la Dirección General de Seguridad.

Luego, alguien dijo que el director de ABC, Juan Ignacio Luca de Tena, había disparado a un taxista por dar vivas a la República. Las turbas se dirigieron a la sede del diario y se tirotearon con la Guardia Civil, resultando heridos un niño de trece años y el portero de una finca cercana, que fallecieron horas después. El bulo del taxista fue desmentido por el Ministerio de Gobernación.

A las seis de la tarde llegó a la Puerta del Sol un grupo con banderas rojas que detuvo la circulación de los tranvías y prendió fuego a un kiosco de El Debate.

Desde un balcón de Gobernación, Maura les pidió calma y prometió a los pistoleros e incendiarios... ¡Hacer justicia!

Horas después, llegaron milicianos socialistas que protegieron los tranvías y fueron asaltadas las armerías de las calles Hortaleza, 11 y Cava Baja, 21. A la medianoche, manifestantes del barrio obrero de Cuatro Caminos llegaron a Sol y se situaron frente a Gobernación, donde estaba reunido el Gobierno; hubo disparos, cinco heridos de bala y dos pistoleros detenidos. Luego, un socio del Ateneo (Centro masónico de las Ciencias, Letras y Artes, presidido por Azaña) leyó desde un balcón del Ministerio las medidas que debería tomar el Gobierno:

"Desarmar a la Guardia Civil, cesar al ministro Maura, suspender la prensa enemiga y expulsar a las órdenes religiosas".

Hubo fuertes discusiones respecto a esa manifestación.

Maura:
Con que den ustedes la orden a la Guardia Civil de que salga a la calle, yo les garantizo que en diez minutos no queda en ella ni uno.

Azaña:
Me opongo decididamente; no continuaré un minuto en el Gobierno si hay un solo herido en Madrid por esa estupidez.

(Maura, Así cayó Alfonso XIII)

La "estupidez" de Azaña ya era un motín en toda regla, y no había hecho más que empezar.

Lunes 11: En Madrid fueron incendiados totalmente diez conventos, tres colegios, dos iglesias, cuatro escuelas (dos de artes y oficios, gratuitas para hijos de obreros) y el Instituto de Artes e Industrias (actual ICADE, de la calle Alberto Aguilera). Resultaron parcialmente incendiados otros seis conventos, un colegio y una iglesia. En total ardieron veintiséis edificios religiosos. Más un museo de mineralogía, una biblioteca con 20.000 volúmenes, los archivos del paleógrafo García Villada en el colegio de Las Maravillas, y otra biblioteca con 80.000 volúmenes (segunda gran biblioteca de España después de la Nacional), en la calle Flor Baja. Todo ello, a pesar de que a las tres de la tarde se había declarado el Estado de Guerra.

El primer incendio fue en la calle Flor Baja y Gran Vía, donde ardieron un convento de jesuitas, otro de San Bernardas, una iglesia y un colegio. Los otros conventos estaban ubicados en Bravo Murillo 107 y 122, en Villamil 16 y 18, en Martín de los Heros, Ferraz, Alberto Aguilera (residencia de jesuitas) y en el distrito de Chamartín de la Rosa. En el convento de las Mercedarias de San Fernando (calle Villamil), las turbas desenterraron restos de monjas y los quemaron en la calle.

En Málaga capital, incendiaron el Palacio Episcopal, dos conventos y el diario Unión Mercantil. En el resto de la provincia ardieron o fueron saqueados treinta y ocho templos y edificios eclesiásticos.

En Cádiz, dos conventos, el diario monárquico Informaciones, el Centro de Estudiantes Católicos y la Residencia de Jesuitas.

En Valencia, ardieron veintiuno templos y edificios eclesiásticos.

En Alicante, incendiaron cinco conventos: Salesianas, Carmelitas, Compañía de María, Maristas, y Jesús y María. Cuatro conventos: San Francisco, Oblatas, Agustinos y Capuchinos. La parroquia de Benatúa y el diario La Voz de Levante.

En Sevilla, un convento de jesuitas, la iglesia del Buen Suceso y dos edificios eclesiásticos.

En Murcia, ardieron la iglesia gótica de La Purísima, los conventos de las monjas Isabelas y Verónicas, y el diario católico La Verdad.

En Madrid, la policía detuvo a ochenta comunistas que provocaban a tropas del Ejército apostadas en la Plaza Mayor.

Martes 12: En Cádiz, fueron incendiados dos conventos: Ntra. Sra. Del Carmen, y Santo Domingo.

En Córdoba, incendiaron el convento de San Cayetano, donde se tirotearon con la policía (tres muertos y cinco heridos) y asaltaron una armería, donde hubo otro tiroteo.

En Granada, incendiaron un colegio de los Maristas, el convento de los Agustinos, el diario católico La Gaceta del Sur y dinamitaron el convento de las Carmelitas.

En Algeciras, incendiaron dos edificios eclesiásticos.

En Sagunto, incendiaron los conventos de San José y de Carmelitas descalzos.

En el Ateneo de Madrid se celebró una Junta para someter a votación la propuesta de que el Gobierno provisional se constituyera como "dictadura revolucionaria". Azaña, que les había autorizado a leer su proclama en el Ministerio de Gobernación, les dijo que… "no debían intervenir en política".

Miércoles 13: Expulsado del país el cardenal Pedro Segura.

Jueves 14: Clausurados los centros del PCE en Sevilla.

Viernes 15: Los comunistas incendiaron un convento en Granada, y en Madrid fueron detenidos dieciséis de sus militantes.

Sábado 16: Expulsado el obispo de Vitoria, Mateo Múgica.

Domingo 17: El Socialista: "Los monjes incendiaron los conventos obedeciendo al ex Rey".

Domingo 24: Detenidos 24 comunistas en Madrid.

Miércoles 27: Enfrentamientos entre comunistas y soldados en Pasajes (San Sebastián): seis muertos y dieciocho heridos. En Barcelona fueron detenidos veintitrés comunistas en la calle Amalia.

Estos datos, tomados de la prensa y cotejados con los computados por la Iglesia, arrojan un total de 113 edificios religiosos incendiados o saqueados, entre el 11 y 30 de mayo.

Toda la prensa madrileña coincidió en que guardias civiles y soldados se limitaron a impedir que los curiosos se acercaran demasiado a los edificios en llamas. Sin detener a los incendiarios, ni a los saqueadores, ni a los pistoleros.

En cuanto a los bomberos, solo apagaban las llamas que amenazaban edificios colindantes. Al llegar al Instituto de Alberto Aguilera dijeron a las turbas amenazantes que "no iban a apagar el incendio".

Estos incendios, vistos antes en la Rusia soviética contra templos cristianos ortodoxos y luego en la Alemania nazi contra sinagogas, fueron trivializados por la izquierda. A los terroristas protegidos por el Gobierno, el dirigente del PSOE y ministro de Hacienda, Indalecio Prieto, les llamó "bandas de golfos". El Socialista, "grupos de muchachos"y el historiador izquierdista Gabriel Jackson, "pequeñas bandas de jovenzuelos".

Culpar a gamberros domingueros tenía su lógica: despolitizando los hechos se borraban responsabilidades. Estos comentarios parecen una confesión.

Efectivamente, como argumentaba la jerarquía eclesiástica, el Gobierno no podía llevar a cabo las medidas proyectadas: matrimonio y divorcio civil, o supresión de las órdenes religiosas, entre otras, porque suponían la ruptura unilateral del Concordato vigente entre el Estado vaticano y el español; un Estado, por añadidura, en manos de un Gobierno de facto y provisional.

La pragmática Iglesia Católica acataba la República y el Gobierno provisional, pero no podía aceptar que éste legislara contra ella por medio de decretos inconstitucionales. Pedía, en definitiva, esperar la normalización jurídica del nuevo régimen. Pero ante un Gobierno como aquel, esos razonamientos resultaban inútiles.

Ya vimos lo que hicieron quienes pretendían hacer reformas con procedimientos revolucionarios; típica confusión de los burgueses "de izquierda". Con el agravante de tratarse de un Gobierno integrado por conservadores católicos, liberales masones, y marxistas, que no sustituyeron a la monarquía por una revolución popular sino por un golpe de Estado electoral. Esta confusión sobre su origen, que impidió formar un equipo de ministros ideológicamente homogéneo, provocaría los graves errores de los fundadores de la República y su derrota electoral en 1933.

De ahí la importancia del Mayo de fuego: primera manifestación de la naturaleza violenta y antidemocrática de la República jacobina y socialista. Y segunda aparición, en sólo treinta días, del terrorismo que destruiría la Segunda República por lo mismo que la Primera: por su incapacidad para garantizar el orden público. Más exactamente, por su alianza suicida con el PSOE, que tenía como meta la destrucción de la República burguesa y capitalista.

En aquellas jornadas se escribió el primer capítulo de la larga y escalonada guerra civil, sus llamas enviaron señales de humo anunciadoras de malos tiempos y peores fuegos.

Indignado, el republicano y masón José Ortega y Gasset, escribiría semanas después, apuntando a los jacobinos:

Gentes con almas no mayores que las usadas por los coleópteros han conseguido en menos de dos meses encanijarnos esta República (…) toda esa botaratería que pretende hacer de la República su propiedad privada y se atribuye, tan arbitraria como audazmente, la representación auténtica del pueblo (..) Mentes arcaicas (…) sólo saben recaer en los tópicos del pasado y se empeñan en que nuestra naciente democracia sea como la de hace cien años y cometen, sin renunciar a ninguna, todas las insensateces y todas las torpezas en que aquellas se desnucaron.

(Ricardo de la Cierva, La historia se confiesa)

Como era previsible, en sus Memorias, Alcalá-Zamora eludió su responsabilidad como presidente del Gobierno provisional y apuntó claramente a Azaña:

Las consecuencias para la República fueron desastrosas: le crearon enemigos que no tenía; quebrantaron la solidez compacta de su asiento; mancharon un crédito hasta entonces diáfano e ilimitado; motivaron reclamaciones de países tan laicos como Francia o violentas censuras de otros como Holanda. Se envenenó la relación entre los partidos. (...) La actitud de los ministros conocidamente masones fue correctísima. Es verdad que acabó perteneciendo a la masonería quien permitió o favoreció con su actitud la propagación de los incendios (Azaña) pero no se afilió hasta un año después.

A pesar de ser masón, el ministro de Estado (Exteriores), Alejandro Lerroux, escribió años más tarde:

La Iglesia no había recibido con hostilidad a la República. Provocarla a luchar apenas nacido el nuevo régimen era impolítico e injusto. La guerra civil que espiritualmente quedó encendida con las hogueras de los conventos del 10 (sic) de mayo de 1931 hubiera podido ponerse sobre las armas inmediatamente.

(La pequeña historia de España)

Después de otras experiencias posteriores, como el incendio de sinagogas por las SS en La noche de los cristales rotos, en 1938, o las iglesias incendiadas por los peronistas argentinos en 1955, en estos incendios españoles pueden apreciarse las huellas inconfundibles de una operación de terrorismo de Estado. Deducción basada en el sentido político de los hechos, en su desarrollo cronológico y en la permisividad cómplice del Gobierno:

─La policía no detuvo a los reventadores de un acto realizado en un Centro legal, sino a los agredidos; ni a los incendiarios de coches. En un suceso que duró 5 horas.

─Su actuación tuvo tal dimensión política, fue policialmente tan excepcional, que la operación fue dirigida personalmente por el Jefe Superior de policía de Madrid; algo insólito. Y por si fuera poco, también intervino el ministro Maura, quién, como haría a las seis de la tarde en Sol, "pidió calma" a los incendiarios y les prometió "que se haría justicia".

─Tampoco detuvo la policía a quienes dispararon contra el edificio del ABC. Ni siquiera habiendo dos heridos, que horas después murieron.

─Ante una situación de motín en la ciudad, no se ordenó algo tan obvio como custodiar las armerías.

─Una institución civil (Ateneo) leyó una Proclama revolucionaria desde el balcón de un Ministerio donde estaba reunido el Gobierno, diciéndole lo que debería hacer.

─El Gobierno suspendió esa noche la prensa de las víctimas del terrorismo: El Debate hasta el 19 de mayo y el ABC hasta el 5 de junio. Pero no clausuró El Socialista, que incitaba a las turbas diciendo que los monjes… "Disparaban al pueblo y escondían ametralladoras, granadas y dinamita".

─A las tres de la madrugada, el general Queipo de Llano dijo a las turbas en Sol: "Se hará justicia con las provocaciones infames de los monárquicos". Lo cual las excitó aún más y las estimuló a ajusticiar a los que osaron cantar la Marcha Real. No mencionó el asalto al ABC ni a las armerías.

─Antes, a la 01:30, Maura resumió así los sucesos del domingo:

En el resto de la tarde grupos de ciudadanos recorrieron las calles de Madrid en manifestaciones pacíficas, salvo algunos pequeños incidentes que carecen de importancia, como, por ejemplo, el asalto a una armería (fueron dos) reprimido por la fuerza pública, que ha causado dos heridos a los asaltantes

Y añadió, quien alentó los motines arrestando a los monárquicos en Alcalá:

El Gobierno está decidido a no consentir manifestaciones colectivas en la calle; cortará de raíz todo intento venga de donde viniere; y el Gobierno sabe de dónde viene: de la reacción monárquica o extremistas de la izquierda.


Es decir, no lo sabía.

Así cortó de raíz el Gobierno los "pequeños incidentes": los bomberos recibieron órdenes de no actuar en los incendios ya iniciados; y la policía y la Guardia Civil, de no desarmar a los pistoleros.

En un notable ejercicio de cinismo, el católico Alcalá-Zamora le dijo a un país envuelto en llamas y humo:

El Gobierno, que no ha perdido un momento la serenidad ni el dominio de los resortes que están a su alcance, queda tranquilo de haber evitado días de luto, jornadas de sangre, aun cuando conserva el sentimiento de que en su batalla para defender el orden público no pudiera llegar con toda la eficacia de sus órdenes y de sus deseos a reprimir los excesos en propiedades, que todas son sagradas, y que las atacadas lo son bajo otro aspecto que afecta a las creencias de muchas personas.

(Ahora, 12.05.1931)

Estas actuaciones, inequívocamente políticas, ocurrieron en el contexto de una ofensiva del Gobierno provisional contra dos sectores de la sociedad que le hacían sentir muy inseguro en aquella situación de interinidad: los partidarios de un Rey que no había abdicado, y la poderosa Iglesia con sus millones de ciudadanos católicos detrás. Una ofensiva que prepararon asustando al país con rumores de conspiraciones y finalizaron expulsando al cardenal Segura y al obispo Múgica, deteniendo civiles y militares monárquicos y silenciando su prensa.

En cuanto a las turbas, que Alcalá y Azaña llamaban "pueblo" y el PSOE "muchachos golfos", la presencia de grupos organizados y provistos de miles de litros de gasolina (¿quién la pagaba?) que, en un Madrid convertido en "zona libre" a efectos policiales incendian veintiséis grandes edificios religiosos durante siete horas sin ser molestados, disparan a la Guardia Civil en ABC y a plena luz del día y a pocas calles de la Dirección General de Seguridad asaltan dos armerías, inevitablemente hace pensar en un grupo de agitadores políticos, pistoleros sindicales y delincuentes comunes controlados por "secciones especiales" de la policía que, si creemos sincera la indignación de Maura, bien pudieron haber actuado al servicio de otros miembros de aquel singular Gobierno.

En definitiva, todo apunta a un grupo organizado en equipos o células (agitadores, disparos, incendios, armerías) y dirigido por personas habituadas a movilizar masas en las calles. El PSOE, entonces "la buena izquierda" integrada en el Gobierno, acusó a comunistas y anarquistas. De los primeros existen algunas evidencias y testimonios: el 24 de octubre de 1931, cuando se debatía en las Cortes la suerte de las órdenes religiosas, su revista Mundo Proletario incitaría abiertamente a repetir los incendios de mayo:

Otra vez en la calle, los proletarios frente a los Conventos y al Parlamento reaccionario. Otra vez en la calle, clamor unánime contra los frailes. ¡Alerta Camaradas! Otra vez la metralla capitalista quiere ahogar tu fe comunista. Que no sea estéril ahora tu gesto incendiario.

En cuanto a los anarquistas, a tenor de su larga y entusiasta biografía incendiaria de iglesias y conventos cuesta imaginar que no hayan sucumbido a la tentación de participar en aquella gigantesca fogata anticlerical; y con una impunidad que jamás hubieran soñado.

Utilizando un símil militar, podría resumirse el Mayo de fuego como una operación conjunta llevada a cabo por distintas fuerzas (Gobierno, Ateneo, PCE, CNT) unidas tácticamente por un mismo objetivo estratégico: eliminar de la vida política a sus adversarios mediante el terror.

Confirmando que la violencia izquierdista de abril sería crónica o estructural, en mayo la República sumaba otros 12 muertos y 66 heridos de bala.

En Moscú se frotaron las manos. Con aquellos republicanos "progresistas" dispuestos a no reprimir la violencia de anarquistas y comunistas, e incluso a manipularla en su provecho, la República no podía comenzar mejor. España les interesaba cada vez más. El 17 de mayo, la troika dirigente del PCE: José Bullejos, Manuel Adame y Etelvino Vega se reunió en Moscú con el delegado de la Komintern, Humbert-Droz.
Bullejos comenzó por explicar la posición del partido durante el 14 de abril:

El primer papel de nuestro partido consistía en demostrar a la clase obrera y campesina el verdadero carácter de esta República, y de este modo movilizar a las masas contra la República.

Humbert-Droz redactó una carta para el PCE, con la línea actualizada:

El Partido debe también hacer comprender a las masas trabajadoras que los jefes socialistas y anarquistas de España están precisamente contra los soviets, porque los soviets son los verdaderos órganos de la revolución, la verdadera expresión de la democracia revolucionaria de obreros y campesinos (…) Inspirándose en el ejemplo de los bolcheviques en la lucha contra Kornilov, el Partido Comunista debe, sin sostener jamás al gobierno, luchar con toda la energía posible como una fuerza independiente; pero también como la vanguardia revolucionaria y el guía de las masas, contra toda tentativa de restablecimiento de la monarquía y complot contrarrevolucionario, aprovechando tales ocasiones para armar a las masas trabajadoras.

(Queridos Camaradas)

La troika española trasladó la línea a las bases en un documento interno:

Entonces, no creáis en ninguna promesa de vuestros enemigos. Convocad vosotros mismos reuniones generales de los obreros de vuestras fábricas. Elegid vuestros diputados entre vuestros compañeros del taller, a los que vosotros conocéis y no os traicionarán. Que vuestros diputados formen en cada ciudad el soviet de diputados obreros, amplia organización representativa que os una y defienda contra los capitalistas. Expulsad de entre vosotros a los republicanos burgueses y a los jefes socialistas y anarquistas, agentes de la burguesía que impiden la formación de los soviets. Cread comités de fábrica en las empresas, como apoyo para vuestros soviets. Armaos. Constituid la guardia obrera revolucionaria.

(Queridos Camaradas)

sábado, 14 de mayo de 2016

El genocidio de La Vendée a manos de la República jacobina


Algo frecuente durante la guerra de La Vendée. Misas clandestinas celebradas en los bosques





Jorge Fernández Zicavo

En esta nota propongo reflexionar sobre una terrible paradoja de la historia universal: que una Revolución radical, estructural, que pretenda ofrecer a la humanidad un sistema político-económico progresivo, de mayores libertades, fraternidad, disminución de las desigualdades sociales y materiales entre los individuos... igualdad jurídica, derechos humanos y justicia social... un gran salto en la hegeliana marcha hacia "el reino de la libertad" en definitiva, debe pasar, fatal e inevitablemente, por un largo y sangriento proceso represor y genocida aplastando a la clase social que se resista a perder su poder y privilegios.

El ejemplo paradigmático es, por supuesto, la más radical y trascendental revolución de todos los tiempos: la francesa, de 1789. La Gran Revolución, como ha sido calificada en los ámbitos académicos, o "la madre de todas las revoluciones" como diríamos hoy, pues resultó decisiva, como ejemplo, para la posterior revolución rusa-bolchevique de 1917 que sus líderes habían estudiado exhaustivamente. Desde el punto de vista táctico y estratégico, claro está, pues su objetivo no era implantar una democracia capitalista-burguesa tras la monarquía feudal y terrateniente de los zares y su nobleza, sino una dictadura del proletariado que exterminara a la burguesía para acceder a una sociedad comunista sin clases. Recordemos que, siguiendo las enseñanzas de sus "camaradas" jacobinos, los bolcheviques también asesinaron al zar Nicolás II, a su esposa la zarina y a sus hijos.

Naturalmente, no es posible reconstruir aquí el largo proceso de la Revolución Francesa desde la gran crisis económica durante el reinado de Luis XVI, detonante de la sublevación del tercero de los "estados" (estamentos) que estructuraban el régimen monárquico absolutista a modo de un Parlamento meramente consultivo: burguesía, comerciantes, artesanos, obreros, funcionarios, campesinos... siendo el primer estado la nobleza y el segundo, el clero.
Tampoco, resumir los pormenores de las dos corrientes revolucionarias (moderados girondinos: Dantón, y radicales jacobinos: Robespierre), más la plebe analfabeta y lumpen de los sans-coulottes que unos y otros movilizaron demagógicamente. Ni siquiera, de la etapa del Terror, y la siguiente del Gran Terror termidoriano desatadas ambas por los jacobinos contra Luis XVI, su familia y la nobleza, así como contra Dantón y varios girondinos, mediante guillotinas que finalmente también cortarían las cabezas de Robespierre o Saint Just, entre otros.

Aquí mencionaré, muy someramente, la mayor tragedia de aquella revolución de la que ahora todas las democracias son deudoras: la guerra y genocidio, en toda la costa atlántica francesa, con epicentro en la Vendée.

Básicamente, sucedió que los ciudadanos de aquella región, y en particular de la Vendée, partidarios de la monarquía y fervientes católicos, se enfrentaron al nuevo régimen revolucionario y masónico surgido desde la célebre jornada del 14 de julio de 1789 en la que las turbas asaltaron la parisina prisión de la Bastilla para aprovisionarse de la pólvora allí depositada. No para liberar prisioneros, como se dijo, pues solo había siete delincuentes comunes.

En aquella guerra de la Vendée (abril, 1793 – noviembre 1794) se enfrentaron la Guardia Nacional (ejército republicano y revolucionario paralelo al ejército regular) contra un improvisado ejército católico y monárquico complementado con grupos de guerrilleros, para decidir si la revolución democrática-burguesa acabaría o no, con el tradicional régimen de monarquía absolutista que entonces imperaba en Francia y en toda Europa. El detonante fue que los sacerdotes "refractarios" al nuevo régimen no pudieran oficiar misa en sus iglesias, juraran la Constitución Civil del Clero que anulaba su subordinación al Papa, y una leva obligatoria de 300.000 hombres para engrosar las filas de la Guardia Nacional ante la anunciada invasión de Francia por ejércitos de las monarquías europeas: Inglaterra, Bélgica, España, Suiza, Austria, Hungría, Italia, etc., tras conocerse la ejecución de Luis XVI. Invasiones que serían derrotadas y provocarían una contraofensiva que, más tarde, con Napoleón, llevaría a las tropas francesas republicanas tan lejos como Egipto, Siria y Rusia.

Las operaciones de la Guardia Nacional, mediante unidades exterminadoras denominadas "columnas infernales", llevaron a cabo una masacre de los combatientes realistas y de la población civil que alcanzaría cifras y procedimientos de genocidio, hasta el punto de haber sido el primero de la "historia contemporánea"; una Era que se iniciaría precisamente (según criterio aceptado por los historiadores), con la Revolución Francesa.

Las "columnas infernales" bajo el mando de los generales Westermann, Carrier o Turreau, entre otros, incendiaron iglesias, pueblos, ciudades y cosechas, mataron el ganado, envenenaron los pozos de agua con arsénico y exterminaron a un mínimo acreditado de 150.000 vendeanos, incluyendo ancianos, mujeres y niños, con una inaudita crueldad. Por ejemplo: miles de civiles y combatientes fueron ahogados en el río Loira. Mujeres embarazadas a las que abrían el vientre con bayonetas. Bebes lanzados al aire y ensartados al caer. Niñas asesinadas tras ser violadas por varios soldados. El célebre Fouché amontonaba junto al río Ródano grupos de 100 prisioneros maniatados y les disparaba... cañonazos... a pocos metros, siendo rematados los sobrevivientes con los sables de la caballería. Incluso, anticipando a los campos de exterminio nazis, se llegó a quemar cadáveres de mujeres para aprovechar terapéuticamente su grasa en los hospitales, y de hombres despellejados desde la cintura hasta el talón para hacer con las pieles de sus piernas, previamente curtidas, unos pantalones-mallas para los oficiales de caballería. "La piel de los hombres es más elástica y fuerte que la de las mujeres y la gamuza", explicaron por escrito. Al final de la campaña, Westerman informaría: "La Vendée ya no existe"

Este genocidio está sobradamente documentado en los archivos oficiales, es bien conocido por historiadores e investigadores académicos y ha generado una amplia bibliografía, pero la "corrección política" festeja todos los aniversarios de la gloriosa revolución de Liberté, Egalité, Fraternité sin mencionarlo, presentándola solo en su aspecto positivo; como el origen de la primera república democrática-liberal de la Historia que, tras un largo proceso con gobiernos de la Convención, del Directorio termidoriano y el Imperio napoleónico se "exportaría" a toda Europa y América del Sur junto con su Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.

Y esta es la gran y cruel paradoja que puede sacarse del avance social y político de la humanidad en su larga marcha desde las primeras civilizaciones de la Antigüedad (Egipto, Asiria, Persia, Babilonia… ) pasando por la Atenas de Pericles y la Roma de los césares con sus repúblicas aristocráticas, censitarias y esclavistas: que este progreso hacia las repúblicas democráticas que hoy disfrutamos, al igual que la fundación de todos los estados nacionales, está cimentado en sangrientas guerras civiles o de independencia. Una tragedia resumida en el conocido aforismo de Marx "la violencia es la partera de la historia". En definitiva, el balance de la Revolución Francesa es que, como sucediera siempre desde los albores de la civilización y Maquiavelo recordara al Príncipe de Florencia, los principios morales siempre quedan subordinados al "estado de necesidad".
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Bibliografía utilizada:

El sistema de despoblación, Francoise-Noel Babeuf (1)

La Revolución Francesa, Jean-Pierre Bois

La guerra de la Vendée, Alberto Bárcena Pérez

Los monstruos políticos de la Modernidad, Ma. Teresa Glez Cortés

(1) Llamado también, "Gracchus" Babeuf, era un revolucionario "comunista", en el sentido primitivo del término. Digamos, un socialista radical, pre-comunista. Contemporáneo y protagonista de la Revolución Francesa, publicó en su periódico "El tribuno del pueblo" todas las informaciones (a pesar de estar censuradas) sobre el genocidio de la Vendée. Fue ejecutado en 1797 por encabezar "La conspiración de los iguales" contra el gobierno de la Convención Termidoriana (la "derecha" o sector conservador, de la Revolución), que puso fin a la dictadura de la ultra izquierda jacobina y de sus dos oleadas de "Terror", ejecutando a Robespierre y Saint-Just el 10 de julio (Termidor, según el calendario de la Revolución), de 1794.

sábado, 23 de abril de 2016

El error psicopolítico de la derecha






Agustín Laje

Si izquierdas y derechas en política no pueden ser definidas sino por su inmediata referencia a su par opuesto, no tendría por qué causar revuelo deducir que, si el llamado “socialismo del Siglo XXI” representa hoy el proyecto continental de la izquierda, el macrismo por añadidura representa a nivel nacional su contracara más evidente.

Y ello así no porque no existan expresiones vernáculas de derecha más ajustadas a los ideales prototípicos de esta parte del espectro ideológico o, lo que es lo mismo, más disonantes respecto del ala izquierdista, sino porque en nuestro análisis debemos considerar la relación de fuerzas existente: el PRO se visualiza con mayor nitidez entre las opciones de derecha sencillamente por el peso específico de su poder político actual.

Dicho esto, es interesante advertir lo que ocurre en los sectores de derecha cuando una expresión cercana a sus posiciones ideológicas asume el poder, como ocurre hoy en Argentina. No simplemente interesante; también útil, en la medida en que tomar conciencia respecto de las propias debilidades puede contribuir a modificarlas en un marco regional signado por la creciente debilidad de una izquierda cada vez más ilegitimada, frente a una derecha en vuelo ascendente.

Empecemos configurando, al buen estilo del método weberiano, un “tipo ideal” del “hombre de derecha medio”. Y digamos en primer término que la psicología del hombre de derecha busca evadir, siempre que sea posible, la problemática política. Tal cosa no es más que una resultante, aunque suene desconcertante, de sus propias ideas políticas consistentes en la reducción de la política a su mínima expresión. El hombre de derecha, en efecto, reconoce y fomenta la separación entre la esfera pública y la esfera privada de la vida social; y ubica a la política en apenas algunos espacios de la primera. “Lo personal es político” decía la feminista radical Carol Hanisch. Lo personal es privado, al contrario, diría un derechista.

En segundo término, al hombre de derecha no le agradan las utopías. Él prefiere asumir la realidad tal cual es, con sus oportunidades y satisfacciones, pero también con sus dificultades, con sus pesares y contingencias. De ahí que siempre haya preferido el término “evolución” frente al de “revolución”. En consecuencia, aquél no se resguarda en ideales utópicos que, para concretarse, necesitan de un aparato político monstruoso capaz de crear un nunca alcanzado ni alcanzable “paraíso en la tierra”. Así, la utopía como constructo imaginario disparador del compromiso político activo y permanente, tan arquetípico en la izquierda, no toca al hombre de derecha, el cual prefiere aceptar las propias condiciones de la vida, ganándosela por sus propios medios, haciendo y dejando hacer, sin ampararse en constructos ideológicos que le socorran de su frustración personal.

El hombre de derecha de nuestro Siglo brega, pues, por un Estado limitado. Es la sociedad la que debe desenvolverse a su propio ritmo, frente a un árbitro estatal que defina reglas claras y estables de juego que permitan a los individuos desarrollarse por sí mismos. Tal es, en una palabra, la función de la política para el hombre de derecha.

¿Qué puede deducirse de estos rápidos apuntes? Pues que el lugar de la política para el hombre de derecha es accidental. Su interés por la política se activa, y lo impele a actuar políticamente, sólo cuando tiene en frente un gobierno de signo radicalmente contrario. Pero cuando un gobierno próximo a sus propias posiciones llega al poder, el hombre de derecha se repliega, vuelve a la comodidad de las esferas privadas de la vida, relaja sus instintos militantes, y delega toda sus esperanzas a la técnica, confiando en que los resultados materiales de la gestión gubernamental derechista serán lo suficientemente evidentes para todos como para prescindir de todo relato político capaz de reforzar la legitimidad.

El caso más palpable de esta actitud frente a la política está dado por la teoría del “fin de la historia” de Francis Fukuyama, la que planteó que tras la caída del comunismo a fines del Siglo XX el ser humano había llegado a un punto de no retorno en cuanto a la forma de su organización social, caracterizada por el triunfo definitivo e irrevocable del capitalismo y la democracia liberal. Pero el rápido surgimiento del llamado “socialismo del Siglo XXI”, los fenómenos populistas en América Latina y el auge del marxismo cultural, tiraron por la borda los sueños de quienes creían que en política todo puede estar dicho de una vez y para siempre.

En sentido contrario de la apatía política del hombre de derecha, el hombre de izquierda mantuvo con ferocidad su militancia política aún en un marco completamente desfavorable, caracterizado por una aplastante derrota de alcance universal. Los congresos, mítines, seminarios y reuniones en todo el mundo sobre qué hacer tras la implosión del llamado “socialismo real” fueron moneda corriente a fines de los ’90. Sus ideólogos jamás abdicaron. Sus militantes siguieron haciendo de la política un trabajo a tiempo completo. Y así, sobre los escombros soviéticos, se diseñaron nuevas estratégicas hegemónicas y se fogonearon nuevos conflictos étnicos, raciales, económicos y sexuales. Sobre los cadáveres de los 100 millones de muertos que dejó el experimento comunista, se clavaron las banderas de los Derechos Humanos, hegemonizadas por una izquierda que jamás reparó en cometer las atrocidades más inenarrables en nombre de su ideología.

Mutatis mutandis, las mismas condiciones parecen reproducirse hoy en nuestro país. Al triunfo del PRO le siguió un relajamiento de lo que, en rigor de verdad, jamás fue una militancia orgánica, sino apenas una reacción espontánea de quienes, aún sin saberlo e incluso negándolo, se ubican del centro hacia la derecha en el abanico ideológico. Y frente a ello, puede verse una ruidosa izquierda que no dejará de militar hasta recobrar las riendas del poder.

Para peor, en virtud de las propias ideas que son más afines a la derecha de nuestro Siglo, los gobiernos derechistas van anulando la intromisión del Estado en dimensiones como la ideología que, con buen sentido, se consideran propias de la privacidad del individuo. Así, el Estado se neutraliza y la derecha termina prescindiendo, pues, del arma que la izquierda, siguiendo enseñanzas de Gramsci y Althusser, utiliza con total desparpajo cuando llega al poder para diseminar su ideología en la sociedad civil: los aparatos educativos y comunicacionales del Estado. De ahí que allí donde el kirchnerismo montó un monumental conglomerado de medios destinados a bajar línea ideológica, el macrismo prefiere desarmarlo en lugar de utilizarlo en propio provecho; allí donde el kirchnerismo montó estructuras de historiadores rentados para manipular el pasado y el presente, el macrismo prefiere poner al Estado al margen de discusiones relativas al pasado.

La desventaja estratégica de la derecha es clara: no sólo sus hombres se ponen al margen de la política ni bien el poder político es conquistado, sino que limita lo que con el poder político puede hacer en beneficio de sus propias ideas.

¿Cuál es entonces la salida a este dilema cuyas raíces se hunden en la propia psicología política del hombre de derecha? Los más pragmáticos responderán que frente a una izquierda que hace e hizo uso del aparato estatal para derramar su ideología a la sociedad civil, prescindir de esta herramienta para contrarrestar años de adoctrinamiento equivale a usar arco y flecha frente a un ejército armado hasta los dientes. Los más idealistas, en cambio, mantendrán que la solución no puede ser provista por el uso de los aparatos estatales, sino por un cambio en la concepción política del hombre de derecha, que lo lleve a mantener una inamovible actitud militante que equilibre el ininterrumpido accionar izquierdista.

Comoquiera que sea, lo concreto es que, si la derecha pretende salir del ciclo que sus propias condiciones ideológicas y psicológicas generan, deberá asumir que el conflicto ideológico no tiene fin, y que no puede haber ni un segundo de tregua frente a una izquierda que no desmovilizará su militancia ni bajará sus banderas.


Tribuna de Periodistas
30.01.2016