sábado, 21 de septiembre de 2013

Guerra Revolucionaria Argentina: la gran "desaparecida" de la Historia

Hércules C-130 derribado por el Ejército Montonero en 1975 (clic ampliar)



Texto leído por Jorge Fernández Zicavo durante la clausura del II Seminario Guerra Revolucionaria Argentina 1969-1979, llevada a cabo en Madrid el 10 de junio de 2013.
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Antes que nada, quiero agradecer a las personas que en su día me propusieron impartir este Seminario y que esta tarde nos alientan con su presencia.

A modo de resumen diré que hemos identificado las tres ideas-fuerza sobre las que la izquierda argentina inició una Guerra Revolucionaria para apoderarse del poder e implantar un régimen socialista totalitario con dictadura de partido único. Una guerra civil, en definitiva, cuya existencia en la Argentina actual sólo es conocida por ciudadanos sexagenarios y septuagenarios porque la izquierda ha logrado borrarla de la Historia.

- El marxismo-leninismo como plataforma ideológica.

- La revolución cubana -con su guerra de guerrillas a partir de un pequeño foco inicial de combatientes- como opción militar estratégica.

Estas dos ideas-fuerza fueron comunes a todas las bandas terroristas de América Latina que operaron durante las décadas '60 y '70 del siglo XX: una verdadera pandemia de pequeños grupos subversivos alentados y apoyados por la Cuba castrista.

Pero las izquierdas argentinas añadieron una tercera, que les convertiría en un caso singular entre las “organizaciones hermanas” que en agosto de 1967 acordaron en la Conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS), celebrada en La Habana bajo los auspicios del presidente Osvaldo Dorticós que inauguró la Conferencia, y del jefe del Estado Fidel Castro que la clausuró, desencadenar la lucha armada en toda América Latina.

- Esa tercera idea-fuerza fue la teoría y praxis china y vietnamita de la Guerra Revolucionaria que consiste en crear, después de una primera etapa guerrillera, un Ejercito Guerrillero regular que permita pasar del hostigamiento táctico a la aniquilación del Ejército enemigo (nacional o imperialista) atacándoles con brigadas y divisiones.

La famosa batalla de Dien Bien Phu, en la que el Ejército Popular de Vietnam comandado por el general Nguyen Vo Giap arrasó la guarnición fortificada del Ejército expedicionario francés, había confirmado que la doctrina de guerra revolucionaria o guerra popular, aplicada a la peculiaridades históricas y sociales de esos países, era acertada.
Además, esa doctrina político-militar que derrotó al Kuomintang en China y al colonialismo francés en Vietnam, Laos y Camboya, ya había conseguido grandes éxitos antes de Dien Bien Phu con las guerrillas del Viet-Minh que años después, con el nombre de Viet-Cong y nuevamente bajo el mando de Giap, derrotarían al Ejército de los Estados Unidos.

En realidad, la guerra revolucionaria, que no debe confundirse con la “guerra de guerrillas” porque apunta a un desarrollo militar y objetivos superiores, no sólo fue asumida por la izquierda argentina, sino también, y mucho antes, por las FARC del Partido Comunista de Colombia que fundó un Ejército Guerrillero regular en una amplia “zona liberada” que todavía sigue bajo su control.
Pero el caso de las FARC no encaja en la estrategia castrista que estamos comentando (OLAS, 1967), porque venían operando desde varios años antes de la Revolución Cubana y, además, por divergencias con Fidel Castro no acudieron a la mencionada Conferencia.

Esta idea-fuerza de Guerra Revolucionaria fue asumida al pie de la letra por la “más militar” de las organizaciones terroristas argentinas: el Ejército Revolucionario del Pueblo, brazo armado del trotskista Partido Revolucionario de los Trabajadores integrado en la IV Internacional.

En cuanto a la otra gran organización terrorista, Montoneros (marxistas que por oportunismo se camuflaron como peronistas), dedicada exclusivamente a secuestros extorsivos y al asesinato de adversarios políticos, también acabaría fundando su Ejército -y Milicias-, aunque demasiado tarde y con una concepción estratégica distinta a la del ERP.

Durante el Seminario hemos visto que el 80% de los pistoleros terroristas argentinos, orgánica y operativamente similares a ETA, Brigadas Rojas, IRA o Baader Meinhoff, se reciclaron en guerrilleros urbanos entrenados militarmente en Cuba y encuadraron Compañías de infantería ligera; atacaron siete unidades del Ejército Argentino (batallones, regimientos y guarniciones) consiguiendo en algunos casos coparlos y saquear sus arsenales; dinamitaron una fragata de la Armada, derribaron un gigantesco Hércules C-130 de la Fuerza Aérea cuando despegaba lleno de tropas antiguerrilleras, y a punto estuvieron de dinamitar seis cazabombarderos Mirage en una base aérea. Asimismo, tanto el ERP como Montoneros, emboscaron convoyes militares que transportaban armamento y asesinaron en atentados o dieron muerte en combate, a 157 militares (varios generales, almirantes y coroneles entre ellos), 451 policías y 208 civiles.
Obviamente, esas Compañías se concentraban poco antes antes de lanzar un ataque y, una vez finalizado, los combatientes se reincorporaban a su "doble vida" social.
Tanto por su entrenamiento como por su armamento, la estructura de esas unidades insurgentes de combate eran propias de una infantería ligera especializada en operaciones de asalto o comando.

En resumidas cuentas, la originalidad del caso argentino en el contexto de la subversión latinoamericana dirigida ostensiblemente por el Estado cubano, consistió en pasar del nivel de bandas terroristas (que no persiguen tomar el poder sino desestabilizar gobiernos), a uno de fuerzas paramilitares lo suficientemente bien entrenadas y conducidas como para operar contra las Fuerzas Armadas, policiales, y de seguridad.

Asimismo, la mercenaria izquierda argentina subordinada a la Cuba castrista, que a su vez era mercenaria de la Unión Soviética en las guerras anticoloniales africanas, aportó una segunda originalidad; ésta sí, única en el mundo: que su guerra revolucionaria fuera la única urbana de la Historia. Las de China y Vietnam se libraron en selvas y montañas, porque eran países con poblaciones abrumadoramente campesinas a las que fue fácil movilizar a cambio de una parcela de tierra.

Aunque para cualquier estudioso de la guerra revolucionaria, una “urbana” y sin tropas extranjeras de ocupación como en China y Vietnam era una decisión disparatada y condenada al fracaso, los dogmáticos y fanáticos líderes del ERP la justificaron alegando que en Argentina el 75% de la población residía en ciudades, y que allí, argumentaban, las masas obreras serían la retaguardia política y militar del Partido Revolucionario de los Trabajadores y de su Ejército. En cuanto a tropas extranjeras, en su delirio especulaban que si lograban asestar golpes demoledores al Ejército nacional, podría producirse una intervención militar estadounidense. Demás está decir que ni el ERP ni las demás organizaciones terroristas obtuvieron el apoyo de la clase obrera, debido a que la doctrina peronista -muy arraigada en ella-, es radicalmente anticomunista.

Este proceso evolutivo del terrorismo a lo militar, ha sido el eje a partir del cual hemos analizado en el Seminario las principales acciones llevadas a cabo por las izquierdas argentinas en aquellos años, sus estructuras orgánicas, su logística y finanzas, sus aparatos de Inteligencia y seguridad, sus organizaciones políticas, sindicales y estudiantiles más o menos legales o de “superficie” como las tapaderas etarras controladas por Batasuna, etc.

También hemos estudiado la respuesta política y militar de un gobierno constitucional, apoyado por todos los partidos políticos, a una situación propia de una guerra civil: que las Fuerzas Armadas aniquilaran la subversión en todo el territorio nacional.

Curiosamente, la guerra contrarrevolucionaria librada por las Fuerzas Armadas y policiales también sería muy singular en la historia latinoamericana y mundial, no por su doctrina, que años antes se la habían impartido en Buenos Aires oficiales del Ejército colonial francés que operaron contra el terrorismo en Indochina y Argelia, sino porque, a diferencia de sus maestros, que fueron derrotados, ellas aniquilaron a las fuerzas insurgentes o sediciosas, tanto en su variante terrorista como paramilitar. Dada la experiencia adquirida por las Fuerzas Armadas argentinas en la materia, especialmente en el terreno de la Inteligencia, que resultó ser decisiva, es de suponer que la izquierda nacional jamás volverá a desencadenar otra guerra civil revolucionaria ni cualquier otra variante de subversión armada. A no ser, claro está, que quieran suicidarse. Este sería, en términos históricos, el saldo positivo de aquella tragedia.

Para terminar, quiero agradecer a los asistentes al Seminario su participación interactiva que tanto me ha aportado. Muchas gracias a todos. Ha sido un placer conoceros.