sábado, 30 de enero de 2010

Homidicio de Celia Palacios y su hija Gladys

La fecha del cartel es errónea: fue en 1975




Jorge Fernández Zicavo

Bastan pocas palabras para relatar este doble homicidio, ocurrido en un edificio de la Avenida Las Heras Nº 2429, de la Capital Federal, en cuya planta baja había una peluquería frecuentada por la Presidenta María Estela Martínez de Perón.

No atreviéndose a atentar contra la Presidenta de un gobierno peronista, que ya para entonces había ordenado a las Fuerzas Armadas aniquilar la guerrilla rural del ERP en Tucumán y decretado la Ley de Seguridad Nacional 20.840 y el Estado de Sitio, la Conducción Nacional de Montoneros decidió dinamitar la peluquería con la intención de enviarle un "mensaje político".

Para ello, en la madrugada del 2 de septiembre de 1975, detonaron una poderosa carga explosiva que destruyó e incendió varios viviendas del edificio, provocando la muerte de Celia Palacios de Medina y de su hija Gladys, de 13 años, que vivían en el primer piso. Atrapadas por el fuego, ambas murieron carbonizadas. El Sr. Antonio Medina, que era el portero del edificio, se encontraba ausente, por estar internado en el Hospital Ferroviario.

Cuatro días después, el gobierno ilegalizó a Montoneros mediante el decreto 2452/75. Muy tarde, por cierto, pues desde el primer gobierno peronista (Cámpora, 1973) no habían dejado de asesinar policías, militares y civiles.

Si hay algo que hace particularmente repugnante este doble homicidio, es el carácter aleatorio de las víctimas civiles del terrorismo, ajenas a los avatares políticos. En su delirio paranoico, los montoneros demostraron una especial preferencia por los atentados con explosivos, aunque estos pudieran provocar víctimas inocentes. Lo hicieron varias veces; por ejemplo, en la Masacre de Rosario (09-1976), en la que mataron al fotógrafo Oscar Ledesma y a su esposa Irene Ángela Dib, cuando su automóvil fue alcanzado por la explosión de un coche-bomba contra un vehículo policial.



Osvaldo Ledesma, fotógrafo. Junto con su esposa, murió por coche-bomba de Montoneros. Para la policía de Santa Fe, Fernando Vaca Narvaja activó la carga explosiva

No ignoraban las posibilidades de que hubiera víctimas ajenas al "objetivo", pero en su fanatismo castro-guevarista, que les situaba más allá del bien y del mal porque "la Patria Socialista" lo justificaba todo, que murieran inocentes les importaba, digámoslo en crudo y académico castellano, un carajo. Su indiferencia ante la muerte de otros seres humanos, característica primaria de los psicópatas, era terrorífica; y ninguno de aquellos homicidas que nunca fueron encarcelados y dan lecciones de Derechos Humanos, han mostrado señal alguna de arrepentimiento. Ni lo harán jamás; podemos darlo por seguro.



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viernes, 29 de enero de 2010

Guillermina Cabrera: ¡Ni Olvido ni Perdón!




Jorge Fernández Zicavo

En la madrugada del 12 de marzo de 1960, un comando terrorista del ELN-Movimiento Peronista de Liberación Nacional UTURUNCOS, fundado en La Habana en 1959 por el marxista-peronista John William Cooke y dirigido en Argentina por Félix Francisco Serravalle, alias 'comandante Puma', Enrique Manuel Mena, 'comandante Uturunco' y Genaro Carabajal, 'comandante Alhaja', colocó una carga explosiva de seis kilos de trilita en la casa del Mayor del Ejército (Servicio de Información) David René Cabrera, calle Díaz Velez Nº 1850 de La Lucila, Provincia de Buenos Aires. La casa, ocupada por el Mayor, su esposa Celmira Rojo Jurado y cuatro hijos con edades entre 6 meses y cinco años, se derrumbó totalmente causando la muerte de Guillermina (tres años), y graves heridas a su hermano Gerónimo Luís (cinco).

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Casa de la familia Cabrera-Rojo

La casa tras el atentado. Fotografías publicadas por Paulo Cabrera Rojo

La poca información disponible menciona algunos nombres de terroristas implicados: Héctor Rodolfo Gringoli y otros dos de apellidos Beloregui y Leonelli. La orden la habría dado un tal Alberto Campos, y los explosivos fueron suministrados por Juan Carlos Brid. Parece ser que algunos ocuparon más tarde cargos oficiales. Tal como ocurre ahora con los antiguos terroristas montoneros bajo el régimen Kirchner.

En Internet no hay más datos, ni fotografías, de estas alimañas. Al tratarse de grupos terroristas anteriores a la década del setenta, este crimen apenas ha dejado huellas en la historia argentina. Sólo nos queda un retrato de Guillermina. Estremecedor por la ternura e inocencia de quien nada sabe del mundo más allá de mamá, papá, hermanitos y juguetes. Tres añitos asesinados en nombre de la Liberación Nacional, el Antiimperialismo y toda esa peste marxista que introdujeron en el peronismo tipos como Cooke, Baxter, El Kadri, Hernández Arregui, Rodolfo Walsh, y los montoneros alucinados que sedujeron a una generación con el romanticismo exterminador y al mismo tiempo suicida de la "guerra revolucionaria".

Viendo la carita de esta niña, no puedo sino escribir con todas las letras: ojalá, deseo fervientemente, que en la década del setenta sus cobardes asesinos e inductores (era más fácil poner una bomba mientras dormían y salir corriendo, que enfrentarse de frente a un militar armado en la calle) hayan sido capturados, "interrogados enérgicamente" durante un par de semanas y luego exterminados como cucarachas. Sólo unos psicópatas sin conciencia moral pudieron dinamitar la casa sabiendo que también podría morir la familia del "enemigo".

Ninguna organización de Derechos Humanos, ni las filoterroristas Madres y Abuelas de Plaza de Mayo se atreverían a considerar a Guillermina una víctima del terrorismo, una desaparecida de este mundo por el terrorismo contra el Estado. Ninguna impostora con pañales en la cabeza portará jamás su foto al frente de una manifestación al grito de ¡Castigo a los Culpables! y ¡Ni Olvido ni Perdón! Lo único que exigen esas ancianas piqueteras que ya llevan 30 años ejerciendo profesionalmente de Madres subvencionadas por todos los gobiernos democráticos, es que el Estado les regale 224.000 dólares por sus hijos terroristas ejecutados legalmente durante la guerra revolucionaria por ellos iniciada. Con la complicidad criminal de ellas y sus maridos que estaban al tanto; y hasta puede que les hayan alentado a matar por la Patria Socialista.
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Entre 1958 y 1961, etapa del gobierno constitucional presidido por Arturo Frondizi, los Uturuncos y diversos grupos terroristas de la llamada Resistencia Peronista, de la que luego saldrían las FAP, Tacuara y Montoneros, cometieron 1.566 atentados con explosivos, robos a bancos y asesinatos de civiles, policías y militares. Esta oleada criminal dejó un saldo de 17 muertos y 89 heridos. El atentado más espectacular y enloquecido de aquel terrorismo de izquierda peronista del que ya nadie se acuerda, fue la voladura de un depósito de la Shell Mex Argentina el 16 de febrero de 1960, en el barrio Villa Bustos de la ciudad de Córdoba. Explotaron y ardieron 3.000.000 de litros de nafta y 400.000 de gasoil. Murieron 13 personas y hubo numerosos heridos.


Al día siguiente del atentado contra el Mayor Cabrera, y como respuesta a toda esa oleada terrorista destinada a impedir las elecciones del 27 de marzo de 1960, el gobierno de Arturo Frondizi puso en vigencia (decreto 2628) el Plan CONINTES: Conmoción Interna del Estado, sancionado el 14.11.1958 por decreto 9880; y al siguiente entró en vigor la ley 13.234: Organización de la Nación para tiempos de guerra.





martes, 26 de enero de 2010

Parque de la Memoria: santuario terrorista





Jorge Fernández Zicavo

Días atrás, un amigo español me mostraba su asombro ante el hecho de que gobiernos constitucionales de un país sometido a una brutal ofensiva del terrorismo marxista en los años setenta, permitieran e incluso promovieran homenajes a los terroristas. ¿Te imaginas algo semejante en España respecto a ETA? me preguntó. ¿O que el Estado italiano homenajeara a las Brigadas Rojas, el alemán a la banda Baader Meinhof y el británico al IRA?
Naturalmente, después de tantos años de homenajes, este fenómeno no provoca asombro a los argentinos; es algo que, precisamente por estar avalados y financiados por el gobierno nacional, los provinciales y los municipales, ya han asimilado como irreversibles. Tal aberración forma parte de su vida cotidiana, del paisaje urbano.

Sabiendo que la prensa española no divulgó estos hechos sorprendentes, mencionaré algunos datos.

El gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires ha cedido a la ultraizquierdista Asociación Madres de Plaza de Mayo (Bonafini) 14 hectáreas para erigir el Parque de la Memoria (ya casi terminado); donde, en un Muro de la Verguenza (o desverguenza) no se recuerda a los 762 civiles, policías y militares asesinados por el terrorismo marxista que desató una guerra revolucionaria contra la sociedad y el Estado argentino, sino a los terroristas aniquilados por las fuerzas militares y policiales de la nación en el curso de esa guerra. A estos, sus muertos, las izquierdas les llaman "víctimas del terrorismo de Estado" proponiendo así una perversa tesis política relativista de terrorismos buenos y terrorismos malos. Legitiman la violencia revolucionaria civil y condenan la violencia contrarrevolucionaria estatal.

Este insulto a la memoria de las víctimas del terrorismo marxista alcanzó su apoteosis al saberse que en el parque se erigirá también un monumento en recuerdo de las 85 personas asesinadas (300 heridas) en el brutal atentado de la AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina) cometido por Hezbollá en Buenos Aires en 1994. Es decir, que en un espacio público inaugurado por el presidente Nestor Kirchner en noviembre de 2007, se rendirá homenaje a terroristas...y a víctimas del terrorismo. ¿Se imagina un madrileño, que en el Bosque de los Ausentes dedicado a las víctimas del 11-M se colocara una placa honrando a los terroristas "suicidados" en Leganés?


Asimismo, con la excusa de haber sido un centro ilegal de detención, el Poder Ejecutivo ha expropiado a la Armada su edificio de la Escuela de Mecánica para convertirlo en un Museo de la Memoria dedicado a condenar la guerra contrarrevolucionaria y honrar a los allí desaparecidos terroristas. Y lo digo por este orden, para recordar que también están desaparecidos los 762 argentinos que ellos asesinaron. Al igual que el Parque de la Memoria, la gestión económica del museo se ha concedido a la popular madre de dos desaparecidos terroristas y defensora de Al Qaeda, ETA, FARC, Hamás y Hezbollá, Hebe Pastor de Bonafini. Está previsto que el museo se inaugure en mayo de este año, coincidiendo con la celebración del Bicentenario de la República.

También se han dedicado plazas, calles, estatuas y museos al gran comandante del terrorismo latinoamericano Enesto Che Guevara, y a Rodolfo Walsh, jefe de la Inteligencia de Montoneros, y por tanto responsable de cientos de asesinatos.


Plaza Che Guevara - Ensenada-Prov. de Buenos Aires

Museo Che Guevara -Alta Gracia - Córdoba

Plaza Rodolfo Walsh - Ciudad de Buenos Aires

Para terminar, merece destacarse por su gran valor simbólico el hecho de que Hebe Pastor de Bonafini, llamada "embajadora del terrorismo internacional" por sus públicas adhesiones y apologías ya comentadas, tiene un despacho en la Casa de Gobierno por decisión del anterior presidente y antiguo militante de la izquierda peronista Nestor Kirchner, que mantiene vigente su esposa y actual presidenta Cristina Fernández.

Bonafini con despacho a pocos metros del presidencial

Con Cristina Fdez. de Kirchner. Como suele decirse: sin comentarios

Resumiendo: estamos ante el hecho insólito de que Argentina sea el ÚNICO ESTADO DEMOCRÁTICO DEL MUNDO cuyos gobernantes rinden homenajes a terrorismos que consideren "políticamente correctos". O lo que es lo mismo: gobernantes que justifican y legitiman la utilización de la lucha armada y/o terrorista si está al servicio de objetivos políticos... justos. Conviene recordar cual era el objetivo estratégico de la izquierda armada de los setenta: asaltar el poder después de una guerra revolucionaria victoriosa y proclamar una Argentina Socialista. Es decir, implantar un régimen totalitario con dictadura de partido-único como en la URSS y Cuba.

Para consultar nombres escritos en el Muro:

http://www.parquedelamemoria.org.ar/

viernes, 22 de enero de 2010

Reinaldo Dal Bosco: ¡Ni Olvido ni Perdón!


Ingeniero italiano, 40 años, casado y con dos hijos de 6 y 9 años.

La empresa Pirelli le había destinado como gerente general a la fábrica Facetyt en Remedios de Escalada. En esa fábrica no había entonces ningún conflicto gremial pero la Pirelli-Cables de la que era filial estaba siendo afectada por una huelga, y como éstas se ganaban expeditivamente con "ejecuciones de la justicia popular", el Sr. Dal Bosco fue sentenciado por los burguesitos universitarios que en la década del setenta se ungieron con los óleos sagrados de la lucha armada por la Patria Socialista.

El 16 de octubre de 1975, cuando salía de su domicilio en Adrogué para dirigirse a su trabajo, fue rodeado por un comando terrorista que ametralló su coche matando en el acto al ingeniero y a su custodio; el cabo de la Policía Federal Raúl Arturo Sanguineti, miembro de un grupo especial creado ante la oleada de secuestros y asesinatos de empresarios y ejecutivos.
Las columnas SUR y LA PLATA de Montoneros se adjudicaron el asesinato, pero la Embajada de Italia no presentó ninguna reclamación ante la justicia argentina.

Reinaldo Dal Bosco fue uno de los 58 ejecutivos y empresarios que los terroristas asesinaron para 'aumentar su presencia política en la clase obrera y enseñarles a los negros que con los fierros las huelgas pueden ganarse en pocos días'. Un hermano de Reinaldo, también amenazado, se había marchado a Venezuela

Monstruosas y estúpidas muertes de personas que también eran trabajadores asalariados y que, como en el caso del Sr. Dal Bosco y otros ejecutivos de empresas extranjeras asesinados, se mantenían al margen de la política argentina.









Cabo PFA - Raúl Sanguineti

Como jefe del Servicio de Información Montonero, Rodolfo Walsh fue uno de los máximos responsables del asesinato del ingeniero Dal Bosco, porque todas las operaciones requerían un trabajo previo de información sobre el 'objetivo', que era supervisado por su Servicio.

Pero ahora, bajo los gobiernos Kirchner, a este asesino en serie formado en Inteligencia por la Stasi en Cuba, le dedican calles y plazas en su condición de "escritor y periodista" desaparecido durante el terrorismo de Estado. Asimismo, las 'Madres' de Bonafini cada tanto le rinden homenaje en su local; y la Facultad de Periodismo de la ultraizquierdista Universidad de La Plata, ha creado un Premio Rodolfo Walsh que ya concedió a la antigua terrorista erpiana María Seoane, artífice de esa farsa llamada La noche de los lápices, y al antiguo terrorista tupamaro Eduardo Galeano.

Obviamente, los nombres de los asesinos del Sr. Dal Bosco figuran en el siniestro muro del Parque de la Memoria dedicado a terroristas aniquilados legalmente durante la guerra civil revolucionaria por ellos iniciada.

Jorge Fernández Zicavo




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sábado, 2 de enero de 2010

Lo que América Latina puede aprender de Israel / 1

Carlos Alberto Montaner

Conferencia pronunciada por el autor el 12 de diciembre de 2008 en la Universidad de Tel Aviv.

Hace unos meses, con motivo del sesenta aniversario de la creación del Estado de Israel, escribí y divulgué en varios diarios un artículo titulado El tigre semita. La afirmación básica, sustentada por varios datos elocuentes, era muy clara: la experiencia social y política más exitosa del siglo XX ha sido el nacimiento y posterior desarrollo del Estado de Israel, acontecimiento ocurrido en medio de las mayores vicisitudes concebibles. Se hablaba de los tigres de Asia (Hong-Kong, Corea del Sur, Taiwán y Singapur), y hasta del tigre celta, Irlanda, pero nadie mencionaba el sorprendente caso de Israel.
Un amigo latinoamericano que había leído la columna en El País de Montevideo, admirador, como yo, de la experiencia israelí, me llamó para felicitarme, pero también para hacerme una pregunta no exenta de cierta melancólica humildad: "¿Hay alguna lección que podamos aprender de Israel?". A mi amigo, como me sucede a mí, le resulta desconsolador que América Latina sea la porción más tenazmente pobre e inestable de eso a lo que llamamos "el mundo occidental". Le dije que pensaría sobre ello.

Pobreza y estabilidad: la lección posible
¿Qué puede aprender del pequeño Israel una porción del Nuevo Mundo, América Latina, de 17.700.000 kilómetros cuadrados, fragmentada en una veintena de países muy diferentes entre sí y con casi quinientos millones de habitantes, de los que al menos un ochenta y cinco por ciento se declara cristianos?
A primera vista, son dos realidades absolutamente diferentes: Israel, un Estado fuertemente influido por el judaísmo, es un diminuto país de apenas 20.770 kilómetros cuadrados, algo más reducido que El Salvador –la nación más pequeña de América Latina–, dotado con una población que excede ligeramente los siete millones de habitantes –también semejante, por cierto, a la del citado país centroamericano.

Pero antes de entrar en el tema hay que precisar qué es exactamente lo que América Latina pudiera aprender de Israel o de cualquier país exitoso que consiga explicárselo. Primero, cómo Israel, en apenas sesenta años, pese a los inmensos inconvenientes que ha debido afrontar, ha conseguido forjar una nación democrática y estable; y, segundo, cómo, en medio de frecuentes guerras y constantes sobresaltos, ha logrado un alto nivel de desarrollo científico y técnico y que predominen las clases medias, hasta alcanzar un ingreso per cápita de 26.600 dólares, medido en capacidad de compra o purchasing power parity.
Como nota de comparación, anotemos que en América Latina el país con el per cápita más alto es Chile, con 14.300 dólares, y el que exhibe el más bajo es Nicaragua, con apenas 2.800. Entre estas dos cifras, la gama de ingresos varía notablemente, pero el promedio general debe situarse en torno a los 7.500.
Otro dato que conviene retener es el de la distribución de esos ingresos: si el índice o coeficiente Gini, efectivamente, determina el nivel de equidad en la distribución de la riqueza, Israel es un país mucho más justo que toda América Latina. El Índice Gini de Israel es 0,38, mientras que en América Latina casi todos los países se acercan a o exceden del 0,50. Como es sabido, en este tipo de medición, mientras las sociedades más se acercan a cero, más igualitariamente repartida está la riqueza, y mientras más se aproximen a uno, mayor será la desigualdad.

Naturalmente, eso no quiere decir que en Israel no exista pobreza. De acuerdo con la información del World Fact Book que publica anualmente la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos –de donde he obtenido la mayor parte de estos datos–, el 21,6 % de los israelíes se sitúa bajo los niveles de pobreza. Solo que en Israel clasifican como pobre a todo aquel que recibe menos de 7,30 dólares al día, algo muy diferente a lo que ocurre en América Latina.
En América Latina, de acuerdo con la Cepal, el 44,2% de la población es pobre. Eso significa que aproximadamente 224 millones de latinoamericanos lo es. Pero allí el umbral de pobreza es sólo de dos dólares al día. Sin embargo, de esa inmensa población de personas sin recursos, gentes que sobreviven milagrosamente, el 19,4%, más de 90 millones, son indigentes que reciben menos de un dólar al día. Lo que nos lleva de la mano a afirmar algo bastante obvio: ser un pobre latinoamericano es infinitamente más grave que ser un pobre en Israel, donde prácticamente la totalidad de la población tiene acceso a educación, cuidados de salud, agua potable y electricidad, y donde es difícil encontrar familias que, literalmente, pasen hambre.




Los expertos suelen utilizar la expresión ventajas comparativas para designar aquellos aspectos de la realidad material que suelen favorecer a las sociedades y a las personas, y que sirven para indicar cuál debe ser el mejor camino que se debe emprender para lograr el éxito económico. Israel, no obstante, casi todo lo que puede exhibir son desventajas comparativas. Aun a riesgo de repetir en Israel algunas observaciones harto conocidas, anotemos varias de las más estridentes, dado que esta conferencia, pese a ser dictada en Tel Aviv, tendrá bastante divulgación en América Latina, objetivo final de estas palabras:

Israel es un país muy pequeño con una escasa dotación de tierra cultivable.
Como está situado en una zona desértica, carece de agua en cantidades significativas, tanto para el consumo como para la irrigación.
Tampoco posee petróleo, aunque consume y debe importar unos 250.000 barriles diarios.
Dado que está rodeado de países enemigos, potenciales o activos, y frecuentemente ha tenido que participar en guerras u operaciones militares, aun en tiempos de paz se ve obligado a emplear el 7,3% de su PIB en gastos de defensa, al tiempo que una parte sustancial de su fuerza de trabajo invierte largos periodos en actividades militares que le impiden participar en tareas productivas. Brasil, por ejemplo, sólo dedica el 2,6 de su PIB a gastos militares; México, apenas el 0,5%.
Por su posición geográfica –un rincón del Medio Oriente–, y por la tensa relación que mantiene con las naciones del entorno, a Israel ni siquiera le es dable integrarse en grandes bloques comerciales que le permitan crear una economía de escala, debiendo conformarse con establecer acuerdos comerciales internacionales y dedicarse a servir un mercado interno cuyo número es más o menos el de la ciudad de Buenos Aires o el de Bogotá.
La población, por otra parte, es muy heterogénea. La etnia judía, que es la mayoritaria, y la que le da sentido y forma al país, aunque el 67% ya ha nacido en Israel, está formada por una compleja suma de personas cuyos orígenes culturales proceden de al menos una docena de países y culturas diferentes, lo que desmiente cualquier visión simplista o cualquier estereotipo que intente definir al judío racial o culturalmente. Si hay algo que caracteriza a los judíos israelíes es su inabarcable diversidad, enriquecida en los últimos años por el arribo en aluvión de un millón de rusos que escaparon de la debacle soviética.
En el terreno religioso sucede exactamente lo mismo. Prevalece la pluralidad: entre los judíos existe un abanico que va desde la minoría de los ultraortodoxos, que siguen al pie de la letra las Escrituras, a un alto porcentaje de personas que no suscriben ningún tipo de creencia religiosa, a lo que se añade un 16% de la población, compuesto por árabes israelíes, que profesan la religión islámica, casi un 2% de árabes cristianos y una similar cantidad de drusos y otros feligreses de religiones escasamente representativas.
A esta breve reseña de enormes desencuentros se pueden sumar otras calamidades muy notables que hacen más admirable aún el milagro israelí: aunque los judíos constituían una viejísima nación, carecían de Estado desde hacía milenios, a mediados del siglo XX no tenían experiencia en autogobierno y ni siquiera se comunicaban en un idioma común, dado que el hebreo era una lengua litúrgica que hubo que revitalizar, porque sólo la dominaba una minoría muy educada y versada en cuestiones religiosas. En español existe un extrañísimo verbo, desamortizar –literalmente, "sacar del mundo de los muertos"–, que se puede utilizar con relación al hebreo: es una lengua desamortizada, un idioma traído de nuevo a la vida por la indómita voluntad de la sociedad.

Excusas y coartadas
¿Para qué nos sirve este memorial de dificultades? Fundamentalmente, para desmentir prácticamente todas las excusas y coartadas convencionales con que pretendemos explicar nuestro relativo fracaso latinoamericano o los mediocres resultados de nuestras sociedades:
No es verdad que el tamaño y las riquezas naturales expliquen el desarrollo y la prosperidad de los pueblos. Es difícil encontrar en el planeta un país menos naturalmente dotado que Israel.
Tampoco es cierto que la variedad étnica y cultural constituya un valladar infranqueable, como escuchamos a menudo de quienes piensan que la presencia masiva de indígenas en países como Guatemala y Bolivia o, en menor grado, Ecuador y Perú hace imposible el gran salto a la riqueza.
Se equivocan quienes opinan que la falta de integración regional está detrás de la inmensa pobreza latinoamericana. Israel es una especie de pequeña isla, sin ninguna posibilidad a corto o medio plazo de integrarse económicamente en el mundo que lo rodea.

Pensar que el problema latinoamericano radica en el diseño institucional contradice totalmente la experiencia israelí. El perenne debate latinoamericano sobre presidencialismo y parlamentarismo, y sobre federalismo o unitarismo, es entretenido, pero fundamentalmente inútil. Israel es gobernado por un sistema parlamentario endemoniadamente frágil, deficiente y complejo, y vive en medio de un perpetuo sobresalto político que casi siempre lo tiene al borde de la crisis de gobierno, lo que no significa que sea una nación inestable. Una cosa es la crisis de gobierno, que es lo que sufren con frecuencia los israelíes, y otra mucho más grave y diferente es la crisis de Estado, que es lo que padecemos los latinoamericanos con los golpes militares, las revoluciones y las refundaciones periódicas de la patria, cada vez que un caudillo iluminado decide corregir los males que nos afligen.
La idea, tan latinoamericana, de que los problemas se solucionan redactando una nueva y perfecta constitución es una tonta manera de perder el tiempo y crear falsas esperanzas. Israel, pese a que era un requisito solicitado por Naciones Unidas en 1948, cuando se constituyó el país, no ha conseguido redactar una Constitución, y por ahora ha debido conformarse con lo que llaman "leyes básicas", probablemente por la complejidad del Kneset y las apasionadas tendencias que ahí se dan cita, y también, seguramente, por haberse decantado poco a poco por la escuela jurídica británica, basada en la costumbre y la jurisprudencia, alejándose del modelo constitucional de Estados Unidos.

Atribuir los éxitos de Israel a la ayuda norteamericana es una injusta exageración. A lo largo de los 60 años de la existencia del Estado de Israel, la generosa ayuda norteamericana, esencialmente militar, excede ligeramente los cien mil millones de dólares. Es verdad que se trata de una cifra impresionante (especialmente cuando recordamos que el Plan Marshall sólo alcanzó los once mil millones de dólares), pero lo es menos cuando recordamos que una ayuda de esa misma magnitud es la que recibió Cuba de manos de la URSS durante los treinta años que duró el subsidio soviético, entre 1961 y 1991, sin lograr otra cosa que el empobrecimiento crónico del pueblo cubano. México, sólo durante el sexenio en que gobernó Vicente Fox, recibió ciento ocho mil millones de dólares por medio de remesas enviadas por los mexicanos radicados en Estados Unidos, suma que, sin duda, alivió las penurias de una parte de los mexicanos, pero que no redujo sustancialmente los índices de pobreza del país. Por otra parte, no puede olvidarse que el gasto militar es, fundamentalmente, improductivo, entre otras razones por el costo de oportunidades perdidas: el soldado alojado en una barraca es un trabajador que falta en el taller, y el costoso tanque que patrulla la frontera sustituye a la máquina que fabrica zapatos o al robot que realiza cirugías de corazón abierto. La ayuda norteamericana quizás contribuye a explicar la supervivencia de Israel, pero no su éxito económico ni la calidad de vida alcanzada por sus pobladores.

La Ilustración Liberal
Nº 40 Verano 2009


viernes, 1 de enero de 2010

Lo que América Latina puede aprender de Israel / 2

Israel: a la vanguardia en ingeniería aeroespacial, energía solar y nuclear, informática, inteligencia artificial, aceleradores de partículas, biología marítima, microcirugía, telecomunicaciones, nanoelectrónica, medicina...

Carlos Alberto Montaner

Las razones del éxito

¿Dónde radica el secreto del éxito relativo de Israel, país situado en el lugar número 23, entre Alemania y Grecia, del total de 177 que clasifica Naciones Unidas en el Índice de Desarrollo Humano?

Tal vez no sea muy difícil de entender, dado que prácticamente todos los países que ocupan las treinta primeras posiciones en el citado Índice tienen comportamientos similares, aunque sean tan diferentes como Japón, Canadá e Islandia. Si Tolstoi afirmaba que todas las familias felices lo eran de la misma manera y todas las infelices de forma distinta, es posible apropiarnos de la idea del novelista ruso y aplicarla al desempeño de las naciones:

Las sociedades exitosas son aquellas en las que la ciudadanía y los gobernantes se someten al imperio de la ley, se respetan los derechos humanos, se garantiza el ejercicio de las libertades individuales y se fiscaliza permanentemente –sobre todo a través de la prensa– a los funcionarios electos o designados.
Las sociedades exitosas son gobernadas democráticamente dentro de límites claramente establecidos por la ley, y los líderes se comportan con arreglo a ciertos estándares mínimos de cordialidad cívica que norman las relaciones interpersonales.
Las sociedades exitosas rinden culto a la meritocracia, lo que las precipita a considerar cualquier forma de favoritismo como un deleznable agravio comparativo que descalifica a quien lo lleva a cabo.
Las sociedades exitosas son sociedades abiertas, en las que el aparato productivo descansa en el sector privado y las transacciones se realizan dentro de las reglas del mercado. Son sociedades donde funciona la competencia económica, se cumplen los contratos y se pueden hacer planes a medio y largo plazo porque los derechos de propiedad están realmente garantizados y el Estado no va a atropellarlos arbitrariamente.
En estas treinta sociedades de acceso abierto, para utilizar la expresión del Premio Nobel, Douglass North, los individuos perciben una cierta sensación de fair play que les induce a creer que sus esfuerzos legítimos producirán recompensas, que las violaciones de las normas serán castigadas y que existe un sistema de justicia que les permitirá defender sus derechos cuando crean que son conculcados o cuando entren en conflicto con otros individuos o con el Estado. De ahí, de esa sensación de fair play, se deriva la vinculación emocional del ciudadano con el Estado: vale la pena defenderlo porque está a nuestro servicio y no, como frecuentemente percibimos en América Latina, en nuestra contra.

Por otra parte, hoy sabemos que el éxito de las sociedades deriva de la suma de dos capitales intangibles, más el medio social en que ambos se conjugan, a lo que se agrega la calidad de los gobiernos que administran el espacio público. Los dos capitales son el humano, compuesto por la educación de las personas, y el cívico, que incluye los valores y actitudes que perfilan el comportamiento. Es un elemento clave, además, la calidad del sistema de reglas en el que las personas interactúan, es decir, la idoneidad de las leyes y las instituciones de que disponen, y las medidas de gobierno o políticas públicas que se ejecutan con el producto de los impuestos recaudados.

También puede hablarse de capital material, acaso el menos decisivo, que se refiere a la disponibilidad de inversiones, bienes de equipo e infraestructuras con que se cuenta. No obstante, el capital material sólo puede fomentarse y sostenerse si los otros dos (el humano y el cívico) tienen suficiente entidad, si el sistema de reglas en el que estas fuerzas operan conduce al desarrollo, y si las medidas de gobierno son razonablemente acertadas. Cuando estos factores no se engarzan adecuadamente, el capital material se estanca o se destruye.

Los tres capitales

La riqueza de Israel, primordialmente, como sucede en todas las naciones técnicamente desarrolladas, está en las cabezas de sus gentes: en su gran capital humano. Por diversas razones históricas y culturales, los judíos constituyen una de las etnias que con mayor intensidad cultivan la formación intelectual. Sé que es un lugar común subrayar ese rasgo del pueblo hebreo (se ha dicho que al inventar un día, el sábado, para dedicarlo a las cosas del espíritu, comenzó a acumular capital intelectual), pero, sea cual fuere su origen, ahí está una de las claves del desarrollo económico del Estado de Israel, extremo que suele tratar de demostrarse con la impresionante lista de judíos de todas las nacionalidades que han ganado el Premio Nobel, a la que habría que agregar la de músicos y artistas notabilísimos.

La explicación es muy simple y se despliega ante nosotros casi como un silogismo: la riqueza sólo se crea en las empresas; para generar grandes sumas de riqueza es indispensable agregar valor a la producción de esas empresas mediante procesos sofisticados que requieren conocimientos y expertise; esto sólo es posible si la sociedad cuenta con un número significativo de personas bien educadas. En eso, esencialmente, consiste el capital humano. Sin él, no hay desarrollo.

Pero el capital humano apenas da frutos si no va acompañado de un gran capital cívico. Es en ese punto en el que intervienen los valores y actitudes. En sociedades en las que predominan las personas respetuosas de las reglas –las morales y las legales–, y en las que existe respeto por las jerarquías legítimas, y los ciudadanos tienen un compromiso real con la búsqueda de la excelencia, el capital humano florece.

Esto no quiere decir que en Israel, como en cualquier otra sociedad, no haya psicópatas o seres inescrupulosos que violan las leyes, o gentes que carecen de buenos hábitos laborales, pero las personas que muestran esos rasgos son percibidas con desdén por el conjunto de los ciudadanos y no son suficientes para descarrilar al país de la senda del desarrollo en que se encuentra, o para destruir los fundamentos de la convivencia.

No me gusta sonar como un predicador religioso, pero sin valores morales y cívicos sólidos las sociedades fracasan y las instituciones dejan de rendir su cometido. Lo que quiero decir es que en Israel, como en todas las naciones exitosas, hay sanción moral para los transgresores de las normas, actitud que no siempre está presente en grandes zonas de los pueblos latinoamericanos, donde el comportamiento corrupto o ilegal de los dirigentes no los invalida ante los ojos de muchísimas personas, dispuestas a tolerar esas violaciones de las normas si ellas también pueden beneficiarse.

Cuando el presidente de México declaraba, recientemente, que al menos la mitad de las fuerzas policiacas mexicanas eran cómplices de los delincuentes, estaba reconociendo algo gravísimo: admitía, seguramente muy a su pesar, que una parte sustancial de la sociedad carecía de valores cívicos y de juicio moral, porque esas docenas de miles de personas de todos los estratos y de todos los rincones del país coludidas con los delincuentes de alguna manera eran una representación transversal de la propia sociedad mexicana, en la medida en que los policías no son una casta especial de seres humanos.

La lección final

¿Qué han hecho, en suma, los israelíes? Insisto: lo mismo que la mayor parte de las naciones exitosas. Hace unos años invitaron a un parco filántropo norteamericano a dar el discurso de graduación en una universidad católica centroamericana, y le pidieron que reflexionara sobre los principios de la ética. Se limitó a repetir los Diez Mandamientos y a reducirlos a una recomendación final nada original, pero absolutamente válida: compórtate con el prójimo como quisieras que él se comportara contigo. Su discurso duró tres minutos.

Si hay una lección que podamos extraer del ejemplo israelí, es muy simple: si en medio del desierto, y luchando contra todas las adversidades, este pequeño país ha podido convertirse en el tigre semita, no hay ninguna excusa válida para que cualquier país de América Latina no pueda lograr una trayectoria similar. Pero, obviamente, para calcar esos resultados también hay que reproducir el modo de alcanzarlos. Ese comportamiento que, como a todas las familias felices a que aludía Tolstoi, caracteriza a todas las naciones exitosas. Ése es el camino. Es largo y complejo, y no hay ningún atajo que nos conduzca a la meta. Lamentablemente, ése es el secreto.

La Ilustración Liberal
Nº 40 Verano 2009