sábado, 30 de enero de 2010

Homidicio de Celia Palacios y su hija Gladys

La fecha del cartel es errónea: fue en 1975




Jorge Fernández Zicavo

Bastan pocas palabras para relatar este doble homicidio, ocurrido en un edificio de la Avenida Las Heras Nº 2429, de la Capital Federal, en cuya planta baja había una peluquería frecuentada por la Presidenta María Estela Martínez de Perón.

No atreviéndose a atentar contra la Presidenta de un gobierno peronista, que ya para entonces había ordenado a las Fuerzas Armadas aniquilar la guerrilla rural del ERP en Tucumán y decretado la Ley de Seguridad Nacional 20.840 y el Estado de Sitio, la Conducción Nacional de Montoneros decidió dinamitar la peluquería con la intención de enviarle un "mensaje político".

Para ello, en la madrugada del 2 de septiembre de 1975, detonaron una poderosa carga explosiva que destruyó e incendió varios viviendas del edificio, provocando la muerte de Celia Palacios de Medina y de su hija Gladys, de 13 años, que vivían en el primer piso. Atrapadas por el fuego, ambas murieron carbonizadas. El Sr. Antonio Medina, que era el portero del edificio, se encontraba ausente, por estar internado en el Hospital Ferroviario.

Cuatro días después, el gobierno ilegalizó a Montoneros mediante el decreto 2452/75. Muy tarde, por cierto, pues desde el primer gobierno peronista (Cámpora, 1973) no habían dejado de asesinar policías, militares y civiles.

Si hay algo que hace particularmente repugnante este doble homicidio, es el carácter aleatorio de las víctimas civiles del terrorismo, ajenas a los avatares políticos. En su delirio paranoico, los montoneros demostraron una especial preferencia por los atentados con explosivos, aunque estos pudieran provocar víctimas inocentes. Lo hicieron varias veces; por ejemplo, en la Masacre de Rosario (09-1976), en la que mataron al fotógrafo Oscar Ledesma y a su esposa Irene Ángela Dib, cuando su automóvil fue alcanzado por la explosión de un coche-bomba contra un vehículo policial.



Osvaldo Ledesma, fotógrafo. Junto con su esposa, murió por coche-bomba de Montoneros. Para la policía de Santa Fe, Fernando Vaca Narvaja activó la carga explosiva

No ignoraban las posibilidades de que hubiera víctimas ajenas al "objetivo", pero en su fanatismo castro-guevarista, que les situaba más allá del bien y del mal porque "la Patria Socialista" lo justificaba todo, que murieran inocentes les importaba, digámoslo en crudo y académico castellano, un carajo. Su indiferencia ante la muerte de otros seres humanos, característica primaria de los psicópatas, era terrorífica; y ninguno de aquellos homicidas que nunca fueron encarcelados y dan lecciones de Derechos Humanos, han mostrado señal alguna de arrepentimiento. Ni lo harán jamás; podemos darlo por seguro.



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1 comentario:

  1. En que quedamos, los guerrilleros (mal llamados militantes) resulta que decían que era una guerra y Cuando perdieron y para cobrar plata, dijeron que no era una guerra?? en que quedamos??

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