lunes, 3 de octubre de 2011

Perón. Del terrorismo al contraterrorismo




Jorge Fernández Zicavo

Las complicidades de Perón con el terrorismo contra la población civil y el Estado a partir de la aparición de Montoneros el 29 de mayo de 1970, están suficientemente acreditadas por sus muchas declaraciones públicas de apoyo a las 'formaciones especiales del Movimiento', que entonces también incluían a las poco activas FAP: Fuerzas Armadas Peronistas.

De entre la amplia documentación disponible sobre sus criminales relaciones con Montoneros, destaca su famosa carta del 20.02.1971 en respuesta a la que ellos le dirigieron explicándole las razones por las que habían ejecutado al general Aramburu, y comunicándole que iniciaban una 'guerra revolucionaria total, nacional y prolongada, mediante guerrillas urbanas y rurales'. En la misma, Perón les alentó a desarrollar esa forma de guerra, pero destacando la conveniencia de coordinarla con todos los frentes de lucha del Movimiento. Los montoneros tendrían plena libertad para su conducción táctica.

Aquí rescatamos del olvido un suceso poco conocido. No sangriento, pero muy revelador.

Se trata de un Festival organizado por la Juventud Peronista de Montoneros el 28.12.1973 en el Luna Park de la ciudad de Buenos Aires. En dicho Festival, el grupo folclórico Huerque Mapu presentó en primicia las canciones de su álbum 'Montoneros', más conocido como 'Cantata Montonera', compuestas a petición de los jefes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (Roberto Quieto) y Montoneros (Mario Firmenich) fusionadas el 12 de octubre de ese año.

"Un día estábamos grabando la 'Cantata Montonera', a las cinco de la mañana, y apareció toda la cúpula de Montoneros. Toda. Con sus 'fierros'. A ver qué tal iba"
(DUIZEIDE, J. B. "Tacún Lazarte. Pintor de pueblos", La Pulseada N° 21, junio de 2004)

Que el entonces Presidente de la República Juan Domingo Perón, conocedor de sus dilatadas trayectorias homicidas, les permitiera realizar una apología del terrorismo a pocos metros de la Casa de Gobierno, es una de las innumerables pruebas que justifican (dado que durante su gobierno FAR y Montoneros continuaron secuestrando y asesinando a empresarios y sindicalistas peronistas 'ortodoxos' con total impunidad), que históricamente se le pueda definir como un terrorista de Estado, así como antes lo había sido contra el Estado.

El hecho de que el 1º de mayo de 1974 expulsara a FAR-Montoneros de la Plaza de Mayo y del Movimiento, no le exime de su complicidad criminal durante varios años de exilio dorado en su millonaria mansión madrileña; aquellos en los que justificó y alentó a los terroristas que llamaba 'juventud maravillosa'.

Máxime, porque la expulsión se debió a que Montoneros fue a provocarle e insultarle en un acto transmitido en directo por radio y televisión. De no haberse producido aquel espectacular enfrentamiento público hubiera seguido consintiendo su accionar criminal, por cuanto su llamamiento a "exterminar a los terroristas uno a uno", en respuesta al ataque del trotskista Ejército Revolucionario del Pueblo contra la Guarnición de Azul (enero de 1974), encomendado a la Alianza Anticomunista Argentina fundada por él, fue dirigido exclusivamente contra el ERP.






Fuente documental:
http://www.elortiba.org/huerque.html

1 comentario:

  1. Roberto Eduardo Guitián8 de octubre de 2011, 15:41

    Total­mente de acuerdo con el autor: Perón fue ani­ma­dor y cóm­plice de las accio­nes terro­ris­tas lle­va­das acabo por las orga­ni­za­cio­nes sub­ver­si­vas que actua­ban por su cuenta y orden. Sola­mente se irritó cuando desa­fia­ron su poder omní­modo y fue enton­ces cuando desató todo el poder en sus manos para ANI­QUI­LAR a sus dís­co­los ex-discípulos. Perón alentó huel­gas, chi­ri­na­das, cuar­te­la­zos, todos los actos que, pro­vi­nie­ran de donde ruera, sir­vie­ran para alte­rar el orden y la paz social a fin de con­du­cir al caos que cul­mi­nara con su regreso triun­fal. Su per­so­na­li­dad ego­cén­trica no le per­mi­tía acep­tar otras volun­ta­des que no fue­ran la pro­pia y, así como el obli­gado culto a su per­so­na­li­dad llegó a extre­mos trá­gi­cos lin­dan­tes con lo ridículo, fue la desobe­dien­cia de los mons­truos que él mismo creara la que llevó a la luz su ven­ganza correc­tiva: no por lo que hicie­ran a la socie­dad, sino por­que lo afec­ta­ron a él.

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