sábado, 15 de septiembre de 2012

Iglesia Católica argentina. De la palabra valiente al silencio oportunista

Monseñor Caggiano junto al general Onganía. No hemos podido conseguir foto del cardenal con el presidente Perón o con la presidenta María Estela Martínez de Perón



Ofrecemos a nuestros lectores los párrafos más sustanciales de un documento de indudable relevancia histórica: las palabras pronunciadas el 26 de octubre de 1974 por el Arzobispo de la Ciudad de Buenos Aires y Cardenal Primado de la República Argentina, monseñor Antonio Caggiano, durante una misa de "acción de gracias y por los caídos en cumplimiento del deber", celebrada en la Catedral Metropolitana ante la plana mayor de la Policía Federal presidida por su jefe, el comisario general Alberto Villar. Nombrado por el gobierno constitucional presidido por María Estela Martínez de Perón.

La importancia de este texto, leído por la máxima autoridad de la Iglesia Católica argentina, radica en la rotunda lógica de su autor, Doctor en Filosofía y Teología, y en la valentía con que la Iglesia de aquellos trágicos años de una Guerra Civil Revolucionaria desencadenada por las izquierdas, repudió abiertamente el accionar criminal y apátrida del terrorismo marxista y se posicionó, inequívocamente, sin complejos, junto a las fuerzas del Estado que las estaban combatiendo desde 1969 al precio de soportar bajas mortales en atentados y en combates, que para entonces ya sumaban más de cuatrocientas. Un compromiso con la defensa de la Nación y de los tradicionales valores morales, religiosos, jurídicos, culturales y políticos de la sociedad argentina, que hoy debería abochornar a la actual jerarquía eclesiástica sometida obscenamente al régimen de los antiguos montoneros Kirchner, cuya propaganda ha transformado a aquellos homicidas alentados y adiestrados militarmente por la Cuba castrista, en angelicales "militantes populares".

Asimismo, resulta sorprendente la pasmosa actualidad de algunas de sus observaciones sobre la guerra psicológica desatada en la década del sesenta por la subversión marxista.
Por ejemplo, la referida al vaciamiento demagógico y destructivo, al estilo gramsciano, del contenido o significado de las viejas palabras que nombran valores esenciales de la sociedad argentina de todos los tiempos. En particular, alerta sobre el uso perverso que se hacía de la palabra "represión", despojada de su cometido racional, es decir, cuando es ejercida por el Estado para impedir que los enemigos de la Nación y de su ciudadanía consigan implantar mediante el terror una dictadura marxista.
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Como todos los años, en la Semana de la Policía Federal, habéis dedicado un día a la Acción de Gracias a Dios y al recuerdo de vuestros compañeros difuntos.

Siempre ha estado bien que así lo hicierais, cumpliendo con Dios nuestro Señor, dador de todo bien; pero es evidente que hoy, este acto tan noble y ejemplar tiene características singulares.

En medio de las tensiones que conmueven a todos los pechos argentinos que, angustiados, contemplan los excesos de la violencia y el terror que siguen empapando nuestra tierra con la sangre de hermanos derramada vil, injusta y cruelmente; vosotros que vivís y sentís casi diariamente en carne propia la tensión y el impacto de los asesinatos de vuestros camaradas de armas caídos en el servicio y defensa del orden público y de las vidas de vuestros conciudadanos, os hacéis presentes hoy en torno al altar de Dios, para pedirle inspiración y coraje necesarios para perseverar dignamente en el servicio del país, tutelando los derechos fundamentales de la dignidad humana y de su bienestar; de la convivencia civilizada en todo el ámbito nacional y del bienestar de sus habitantes.

Vuestra actitud es reconfortante y aleccionadora para quienes por diversos motivos, y aún por el cumplimiento de sus propios deberes, se ven amenazados por la prepotencia del terror y la violencia que sumen a sus familiares en la angustia y, más que en el temor, en el espanto.

Vosotros, por la misma misión y las funciones de vuestro cargo en las filas de la Policía Federal Argentina, debéis defender el orden y el bienestar, la justicia, la libertad y la paz en la República.

Debéis hacerlo sin odios, pero con firmeza, de acuerdo a la disciplina que os imponen vuestros deberes. Puede llegar, pues, un momento en que tengáis que hacerlo con el riesgo de perder la vida en el cumplimiento de vuestras obligaciones; y estáis, además, siempre expuestos a caer por un ataque traidor que no da tiempo a la defensa.

Y bien. A pesar de todo, la Nación necesita de instituciones organizadas, como la Policía Federal que cumple funciones de policía de seguridad y judicial en el territorio de las provincias y en la capital de la Nación dentro de la jurisdicción del Gobierno de la Nación.

A esta institución tenéis el honor de pertenecer y vuestro servicio a la Nación en ella, exige que tengáis una conciencia clara, no solamente del honor que comporta, sino también de la responsabilidad que implica.

El sostén de vuestra voluntad para perseverar en un servicio tan difícil como peligroso y agobiador en tiempos de tormenta como los que pasamos, es la convicción profunda de que este servicio que prestáis a la Patria es necesario para su misma vida y desarrollo, para su bienestar y libertad, en justicia y en amor.

(…)

He calificado estos tiempos duros que atravesamos de "desorientación y confusión". Lo son, y en alto grado.
Una campaña tenaz y demoledora, la llamada Guerra Psicológica, aparentemente ineficaz, utilizando los medios de comunicaciones sociales -principalmente audiovisuales-, rápidamente ha invadido todos los ambientes, vaciando de su verdadero contenido a las palabras que hemos utilizado hasta hace poco, para expresar con el mismo significado nuestros deberes y obligaciones, nuestras leyes, nuestras tradiciones y las relaciones humanas, familiares, nacionales e internacionales.

Esas palabras siguen existiendo, pero ya no significan lo que antes significaban: tienen sentido peyorativo, por lo cual ellas mismas destruyen, condenan y rechazan las realidades que antes significaban, y hoy son utilizadas para reprobar instituciones y actividades humanas, como perversidades que deben ser combatidas.

Así, la palabra "represión" se repite de continuo como una condenación oprobiosa y detestable que alcanza también a las instituciones destinadas a reprimir el mal.

(…)

La energía y las fuerzas físicas no son buenas ni malas: el bueno o malo, en sentido humano es el hombre que las maneja recta o racionalmente y de acuerdo a la luz de su razón y a la Ley de Dios. Así se han realizado todos los progresos admirables de la Humanidad.

(…)

Todo esto -
dice Caggiano, tras mencionar varios avances científicos- ha podido hacerlo el hombre utilizando racionalmente las energías y fuerzas de la naturaleza, en el conocimiento y utilización del mundo físico y biológico.

Eso mismo ha realizado utilizando fuerzas y energías en el progreso de la Humanidad. ¿Qué sería de la familia y qué sería de la sociedad civil, si el hombre no contara con la "fuerza subordinada" sí, a su razón; pero como respaldo del orden y del bienestar, de la justicia y de los derechos de la persona humana y de toda la ciudadanía?

Así pues, no sólo el hombre, sino también la sociedad civil pueden y deben contar con el respaldo de la fuerza, sin la cual no podrían alcanzar su propia finalidad, en servicio y promoción del hombre. La fuerza y energía que respalda los derechos humanos, que promueve su bienestar y progreso, defiende su libertad y administra la justicia, debe utilizarse racionalmente, es decir, rectamente, de acuerdo a la Ley moral impresa en la naturaleza humana y codificada en el derecho natural, a las leyes civiles, y sobre todo, a la Ley Revelada por Dios.

¿Por qué se rechaza hoy como inadmisible la represión? Comprendo que haya represiones inadmisibles, cuando se abusa de la fuerza y no se tiene en cuenta el carácter de la agresión. Pero el asesinato, el asalto a mano armada y los secuestros preparados con metralleta en mano ¿no deben reprimirse? ¿Querría decir entonces, que una persona no tiene derecho a defenderse o a defender a su familia? ¿Querría decir que la Nación no puede defender a la ciudadanía y no puede defender la misma vida de la Nación, cuyas estructuras se intenta suplantar por un régimen socialista de Estado, que de hecho es materialista, y en consecuencia ateo y esencialmente totalitario?

La represión, pues, cuando es racional no sólo es conveniente, sino a veces necesaria. ¿No reprimió acaso el Señor a latigazos a los mercaderes que profanaban el Templo?

Defendeos contra la tergiversación de los conceptos. Hay una represión racional, en que se usa rectamente la fuerza para la defensa de la vida humana y de sus derechos sagrados; para defensa del bienestar y progreso del hombre; para defensa de la vida misma de la Nación y sus instituciones. Ved pues, cuán necesaria y cuán noble es vuestra profesión.

Lo primero, pues, que corresponde es dar gracias a Dios por la dignidad y nobleza de vuestra misión. Lo primero, pues, que corresponde, es dar prevalencia en vuestra mente a este pensamiento que debe regir vuestra vida, puesta al servicio del bienestar del país.

Se corren riesgos, es verdad; pero servir a la Patria, defender sus derechos, la justicia, el bienestar y la paz de sus hijos merece bien de Dios y de los hombres. Por eso vuestra vocación requiere que seáis dignos del Supremo Hacedor y de la Patria.

Este concepto debe ser el ideal de vuestra vida y actividad como hombres de la Policía Federal Argentina: las ideas y los ideales son, por su naturaleza, representaciones y conocimientos dinámicos que impulsan a la acción; son motores que llevan la voluntad a la realización o actuación de lo que se conoce o de lo que representan las ideas. He aquí vuestro ideal: él os dará el carácter de vuestra dignidad y honor de pertenecer a una institución necesaria para la vida misma de la nacionalidad, a cuyo servicio estáis consagrados.

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Agradecemos a la Sra. Rosalía Taborda de Molina, la gentileza de facilitarnos este documento.

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