La ocultación del pasado terrorista de la izquierda argentina comienza desde la infancia
Jorge Fernández Zicavo
Los aniversarios del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 que el régimen Kirchner celebra bajo el cínico lema Día Nacional de la Memoria, por la Verdad y la Justicia, son propicios para recordar las razones que desencadenaron aquella contraofensiva del Estado, apoyada por una abrumadora mayoría de ciudadanos y por todos los partidos políticos, incluido el Comunista, contra la subversión marxista que desde 1969 venía ensangrentando Argentina con una guerra revolucionaria escalonada en cuatro fases:
- Operaciones terroristas con pequeñas unidades guerrilleras.
- Operaciones militares con un Ejército guerrillero regular.
- Aniquilación del Ejército Argentino.
- Proclamación de una República Socialista con régimen de partido único.
Es decir, la estrategia revolucionaria que llevó al poder a Mao Tse Tung, Ho Chi Min y Fidel Castro.
Aunque suele decirse que la Historia la escriben los vencedores, en este caso ocurrió exactamente lo contrario.
Debido a causas políticas y culturales que comenzaron a generalizarse en todo Occidente durante la década de 1930 (la metástasis académica del marxismo en las 'ciencias sociales' y particularmente en Historia), el relato o narración de aquella guerra revolucionaria transcurrida entre abril de 1969 y noviembre de 1979, fue escrito por los vencidos; sobre la base argumental de que el régimen militar no tuvo como objetivo aniquilar a la izquierda terrorista, sino a la clase obrera y sus sindicatos, columna vertebral de un fantasmagórico “bloque nacional y popular”
Este demagógico slogan que alude a un sujeto mítico denominado "pueblo", supuestamente elegido por alguna olímpica deidad pampera como guardián de las reservas espirituales de la nación, y que estaría empeñado desde la independencia de las Provincias Unidas del Sur en una batalla contra la “oligarquía” cipaya asociada a los intereses económicos de las potencias imperialistas, fue concebido para camuflar semánticamente el clásico principio marxista de la lucha de clases entre proletariado y burguesía. A su vez, como síntesis de esta transustanciación mística entre pueblo y nación, nacería el segundo slogan “Patria sí. Colonia no”. Otra alucinada fantasmagoría sobre una supuesta República Argentina que para el pensamiento mágico de la izquierda sería una… ¡colonia!
Demás está decir que este constructo argumental o fantástica interpretación de aquel golpe de Estado, está destinado a negar una verdad histórica documentada hasta la saciedad: la responsabilidad de la izquierda en tres tragedias nacionales que jamás podrá borrar de su biografía:
1- El inicio de una Guerra Civil Revolucionaria (ERP) o Guerra Popular (Montoneros), para implantar una Patria Socialista gobernada por un Partido Único y representativo del Poder Popular. Una decisión no condicionada por la situación social y política argentina sino por la Conferencia de la OLAS celebrada en agosto de 1967 en La Habana y clausurada por Fidel Castro, en la que la izquierda latinoamericana decidió iniciar una guerra revolucionaria continental que hiciera de la Cordillera de los Andes una gran Sierra Maestra como la cubana. A la delegación argentina se le asignó crear los sectores 1, 2 y 8 de un Ejército de Liberación Nacional que sería mandado por el Che Guevara, quien entonces ya estaba operando en Bolivia al frente de 16 militares cubanos y 30 comunistas bolivianos y peruanos.
La gestación de la guerra revolucionaria en Argentina ha sido detallada más extensamente en otro Post de nuestro Blog.
2- El gravísimo delito de Sedición configurado por su alzamiento en armas contra las Fuerzas Armadas de la Nación. Por otra parte, el hecho de que las organizaciones armadas marxistas hayan operado indistintamente bajo gobiernos civiles-constitucionales y militares-dictatoriales, constituyó una declaración de guerra al principal Sujeto de la soberanía nacional: el pueblo votante de esos gobiernos constitucionales agredidos, bajo cuyos mandatos los “jóvenes idealistas” que “luchaban por la libertad, la democracia popular y la justicia social” desencadenaron sus mayores oleadas terroristas contra la población civil; y sus más espectaculares ataques a unidades de las tres Fuerzas: Guarnición de Azul, Fragata “Santísima Trinidad”, Hércules TC-64, Regimiento de Infantería de Monte 29º en Formosa y Batallón de Arsenales 601º en Buenos Aires.
3- Los 816 civiles y miembros de las fuerzas armadas y policiales que asesinaron durante su “guerra sucia”: víctimas del terrorismo contra el Estado cuya existencia las hipócritas organizaciones izquierdistas de Derechos Humanos se niegan a reconocer. (Cifra computada en nuestros archivos, pero calculamos que podría haber otras 200-250 víctimas mortales más).
Las citadas causas políticas y culturales que hicieron posible una pandemia de libros de Historia “militantes” sobre las grandes batallas entre izquierdas y derechas a lo largo del siglo XX (especialmente, respecto a la Guerra Civil Española), pueden resumirse en dos fenómenos con raíces psicológicas y culturales:
1- La infiltración del marxismo en las universidades de las naciones occidentales merced al paradigma del materialismo histórico: “la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases por la propiedad de los medios de producción”. Este proceso fue posible gracias al impacto que la utopía marxista produjo en los intelectuales liberales, en los años en que la Rusia soviética comenzaba a estabilizarse y ofrecerse como “la patria de los trabajadores” que crearía sobre la tierra un “hombre nuevo” no alienado por la explotación capitalista. El ejemplo más espectacular de estas “conversiones” fue el de los cinco catedráticos y alumnos de la aristocrática Universidad de Cambridge reclutados por el espionaje soviético. Demás esta decir, que el adoctrinamiento marxista de estudiantes que luego serían profesores, puso en marcha una interminable dinámica reproductiva.
2- La pasividad suicida con que las derechas permitieron esa infiltración y copamiento de las universidades y de todos los ámbitos culturales, hizo posible un desplazamiento de las clases medias hacia la izquierda que algunos creemos irreversible.
Este es el contexto en el que la izquierda argentina, desde 1984, pero especialmente desde 2003 gracias al dinero público aportado por los antiguos montoneros Kirchner, viene escribiendo su fantástico y amnésico relato histórico sobre la década de los setenta; fundando decenas de mafiosas ONGs defensoras de los derechos humanos en las que entran con magníficos salarios sus familiares y amigos; despreciando a las víctimas asesinadas por sus camaradas terroristas de ayer; y encarcelando de por vida a los militares y policías que cumpliendo lo ordenado por un gobierno constitucional aniquilaron al terrorismo contra el Estado y la sociedad. Que luego las Fuerzas Armadas derrocaran aquel gobierno inepto y corrupto para poder dirigir con eficacia y total autonomía la guerra contrarrevolucionaria, obviamente convirtió a los sucesivos gobiernos militares en ilegales desde el punto de vista político; pero su accionar contra la subversión marxista armada fue totalmente legal, pues se limitaron a continuar las operaciones de aniquilación iniciadas un año antes por dos Decretos del Poder Ejecutivo anterior (febrero y octubre de 1975), ratificados por las dos cámaras del Congreso de la Nación.
Pero el relato izquierdista repetido sistemáticamente desde la edad escolar ha alcanzado tal grado de difusión y arraigo social, está hasta tal punto consagrado por la corrección política como Pensamiento Único, que resulta impensable la posibilidad de poder debatir la década del setenta en los Medios; y no digamos en la televisión.
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