miércoles, 31 de julio de 2013

Los "brotes psicóticos" de Cristina Fernández de Kirchner




Jorge Fernández Zicavo

Sabido es que este Blog se dedica fundamentalmente a historiar la Guerra Civil Revolucionaria desencadenada por las izquierdas argentinas entre 1969-1979 y que, cuando comentamos alguna noticia de la actualidad política argentina, es por su vinculación con aquella trágica década que aún sigue "viva" (como las serpientes decapitadas), porque fue cerrada en falso por una sociedad amnésica. Hasta tal punto, que los antiguos terroristas llevan diez años gobernando el país.

Lo anterior viene a cuento para comentar una reciente anécdota que, aunque aparentemente parezca banal, ilustra a la perfección el grado de psicosis, cada vez más desarrollado, que desde hace ya varios años viene padeciendo la presidenta Cristina Fernández de Kirchner sin que el consumo de diferentes cócteles medicinales para sobrellevar sus depresiones y lipotimias surta efecto alguno. Como es sabido, hay tres modalidades de psicosis: esquizofrenia, paranoia y neurosis obsesiva, siendo la característica más acentuada y emblemática de esta psicopatología, la verborragia compulsiva e irrefrenable (el "brote"), que el psicótico, el loco en lenguaje vulgar, no puede controlar porque es un sujeto "hablado" por un fantasma que le vampiriza al modo de la inquietante relación del ventrílocuo y el titiritero con sus muñecos; o sea, desde el momento en que se convierte en una máquina parlante que utiliza las palabras sin ser consciente de su significación. Ergo: discursos absurdos, incongruentes, delirantes, carentes de toda lógica.

El último de sus "brotes" ha ocurrido el pasado 26 de julio (aniversario de la llamada Revolución Cubana), durante la inauguración de los olímpicos Juegos Nacionales Evita en su edición 2013:

“Hoy miraba la foto de un diario y veía al com­pa­ñero Mujica, pre­si­dente de Uru­guay, en Cuba. Hoy se cum­plen 60 años del asalto al cuar­tel Mon­cada. Tal vez muchos no sepan, pero fue uno de los pri­me­ros inten­tos de Fidel Cas­tro de aba­tir (sic) a la dic­ta­dura de Fulgencio Batista. Des­pués los detu­vie­ron, estu­vie­ron pre­sos y luego hizo el famoso alegato”.

Lo notable, lo que dinamita el sentido de estas palabras (más allá de que la ex terrorista montonera se reconoce como tal al llamar "compañero" al también ex terrorista tupamaro Mujica), es el delirio de sostener que la lucha armada liderada por Fidel Castro no tuvo como objetivo "abatir" a la dictadura de Fulgencio Batista para reemplazarla por una dictadura comunista de partido único presidida por él, sino para... ¡implantar la democracia!

La contundencia de este surrealista ejemplo (si se recopilaran todos sus disparates discursivos podría editarse un libro de 100 páginas), lejos de ser una trivialidad, ilustra la pesadilla que sufre el pueblo argentino bajo un régimen "K" fundado sobre una telaraña de relatos de historia-ficción. Tanto de la historia argentina en su década setenta del siglo XX, como, en este caso, de la cubana.

Otro síntoma psicótico de este personaje es la pulsión narcisista que alimenta su histrionismo histérico que, para colmo, es festejado por sus asesores de imagen y colaboradores políticos más cercanos; conscientes éstos, de que un repertorio de gesticulaciones corporales y faciales "teatrales" contribuye a modelar el arquetipo bufonesco que la convención histórica y cultural atribuye a los caudillos de masas y a toda suerte de demagogos. A este respecto, y salvando todas las distancias, podrían citarse las caricaturas que de sí mismo se forjaron para lucir en sus apariciones públicas personajes como Mussolini y Hitler (entrenado por un actor), o los más cercanos y patéticos, Chávez y Morales.






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